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¡¡Brrravo Fernando!!

formula 1

 

Antonio Luis Girón .

Así jaleaba Flavio Briatore a Fernando Alonso, en una de sus victorias durante la primera época con la escudería Renault de la Fórmula 1. Siempre había estado muy lejos esta competición para los españoles, hasta que el asturiano firmó contrato con la marca francesa y los colores patrios pudieron ser vengados. Durante décadas, el franquismo nos atiborraba de hazañas de Ángel Nieto sobre su moto de 125 cc, pero se nos escapaban las grandes cilindradas y, sobre todo, la fórmula 1.
El GP de Bahrein, celebrado este domingo, ha puesto las cosas en su sitio. El himno “nacional” español ha vuelto a ser oído al término de la competición y, para mayor satisfacción del aficionado, en el podio estaba, en tercer lugar, uno de los personajes malos del imaginario colectivo de nuestro país, quien “maltratara” a nuestro héroe en la escudería Mclaren-Mercedes, Lewis Hamilton. Este año puede ser apasionante: nuestro corredor en la escudería del “cavallino rampante” empieza ganando un gran premio.
Ha empezado una nueva temporada de Fórmula 1, con una parafernalia sin precedentes en la historia. Cuatro campeones se enfrentarán en circuitos de los cinco continentes. La expectación es máxima, millones de personas en todo el mundo están esperando que sus héroes, estos centauros del motor de explosión, hagan rugir sus monturas a más de trescientos kilómetros por hora ¿Se imaginan la caja que haría un Comando Rubalcaba en un Gran Premio? A lo mejor nos ahorrábamos la subida del IVA
Los medios de comunicación hablan “in crescendo” del acontecimiento. Nos meten a todos y a todas(a ellas no tanto) en la polémica: cuál será el mejor piloto, el más hábil, el más resistente…pero también depende de la máquina y no está claro cual es la mejor, la más rápida, la más resistente. Los nombres son familiares, los hay alemanes, brasileños, ingleses, hasta un español con apellido de conquistador de América. Los de las máquinas aún son más conocidos, puesto que muchos de ellos son los que vemos por las calles y las carreteras todos los días.
Toneladas de gasolina, centenares de neumáticos son consumidos en cada Gran Premio (¿quién dijo crisis?) para regocijo de los espectadores. Es todo un ejemplo de la sociedad que se nos propone y ahí radica el problema: no se trata de un evento excepcional, sino de un certamen para provocar la admiración y emulación de los pilotos por el gran público.
Desde hace años, se viene dando en España un fenómeno de auténtica veneración por el piloto asturiano Fernando Alonso, al que se le conceden premios y homenajea constantemente. Los medios de comunicación se lo disputan y se atribuyen el haber sido los primeros en adivinar su destreza al volante. En Sevilla, con motivo de la celebración del cuadragésimo aniversario de la factoría de Fasa-Renault, se organizó una exhibición del piloto, en circuito urbano preparado al efecto. Todo un acontecimiento encabezado por el concejal de deportes, de Izquierda Unida precisamente. Se podrían haber organizado veinte mil actos distintos, pero tuvo que ser el de la F1. Sus protagonistas pensarían que así ganaban puntos ante la ciudadanía: se traen a Fernando Alonso, buscando la espectacularidad con un acto presupuestado en cuatrocientos mil euros, impropio de la ciudad del carril-bici ¿Tiene eso mucho que ver con la FASA de Sevilla, con su trabajo, con sus obreros, con sus luchas durante el franquismo y después del mismo? Resulta penoso observar un alarde tan cateto por parte de unos gobernantes, tal vez necesitados de reconocimiento social. Y sobre todo, es evidente que expresan los mismos valores desarrollistas del capitalismo.
La civilización del automóvil es precisamente lo que se vende con estas actuaciones electoralistas. Más concretamente, del auto con motor de explosión, el causante del diez por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero en la Unión Europea. Sólo una crisis económica de la gravedad de la actual, ha obligado a los gobiernos y fabricantes de automóviles a plantearse la promoción del coche eléctrico con cierta seriedad. Pero los pasos son enormemente lentos para la gravedad y la rapidez de la amenaza del cambio climático. En el mes de Enero de este año, se presentó en la Diputación de Sevilla una moción por la que se pretendía sustituir el parque móvil de la misma por automóviles propulsados por energía eléctrica. Se proponía que se hiciera lo propio en todos los ayuntamientos y trasladar la iniciativa a la Junta de Andalucía, buscando que al terminar la renovación de los parques de vehículos oficiales en Andalucía, no quedara ninguno movido por energías derivadas del petróleo. Estamos hablando de miles de vehículos, lo cual supondría una disminución significativa de la contaminación que se concentra en grandes núcleos urbanos y, sobre todo, un ejemplo a seguir, una demostración (peligrosa para algunos) de que las cosas se pueden hacer de una manera distinta de la que nos indica la oferta capitalista, de que hay otro tipo de vida posible y distinta del americam way of life. La citada moción no era la panacea ecológica, era simplemente la apertura de un debate, pero la respuesta no pudo ser más timorata (o más interesada) por parte del gobierno de la Diputación “¿Dónde vamos a recargar las baterías, qué autonomías tienen esos coches? Vamos a hacerlo en la medida de nuestras posibilidades, cuando estén las condiciones, además también está el coche híbrido…”
El transporte público debe potenciarse ante el privado y la bicicleta ante cualquier otro tipo de transporte, pero mientras haya tanto coche particular hay que dar una alternativa a éste que sea menos contaminante y son los organismos públicos los que tienen que tomar la iniciativa y cuanto antes, mejor.
Ya sabemos que el problema no es tan simple como sustituir una fuente de energía por otra, sino que es preciso disminuir el consumo energético cambiando el modelo de vida, pero para ello hay que dar la batalla contra los símbolos del actual sistema de producción y distribución, de la actual civilización, que camina hacia el desastre. Uno de esos símbolos, con su espectacular puesta en escena, es precisamente el de la Fórmula 1, cuya principal fortaleza consiste en la seducción que ejerce sobre millones de seguidores en todo el mundo. Sin embargo, ya es hora de que denunciemos de frente esa locura tan lucrativa para algunos como peligrosa para el futuro de la gente. Hay “miedo” a realizar esa denuncia y casi nadie se arriesga a hacerlo, pero es necesario y urgente hacerlo. Aunque no lo parezca, pedir el fin de las carreras de coches es señalar el camino que queremos coger y preparar el debate sobre el cambio de nuestras formas de vida. No importa que al principio no se nos entienda bien o que se manipulen las ideas y propuestas. De entrada, habremos metido en el debate a millones de personas.

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