Concha Caballero.El País.12/11/2011.
Había pensado titular este artículo Misteriosa desaparición de las mujeres en la campaña electoral pero me he quedado con esta frase pronunciada al azar en el debate a dos barbas. El candidato del PP la enunció sin afán alguno de polémica. Solo dejó asomar ese inconsciente que ha repartido los papeles sociales de manera sexista y, con ello, esparció un aroma inconfundible a pasado.
Nos dijo que tenía en su equipo mujeres magníficamente preparadas que, además, «llevan su casa y cuidan a sus hijos». El oponente esbozó una sonrisa sardónica pero no respondió en absoluto a esta declaración que nos pinchó como una aguja en medio del debate. ¿De manera que Soraya Sáenz de Santamaría, María Dolores de Cospedal y Ana Mato llevan perfectamente su casa y el cuidado de sus hijos? ¿Y qué tal llevan su casa y el cuidado de los niños González Pons, Ruiz Gallardón y Cristóbal Montoro? ¡Ah, claro! Se me había olvidado que en el caso de los varones el comentario pertinente es declarar a qué equipo de fútbol pertenecen o qué hobby practican.
Aunque tenemos que decir, en aras a la verdad, que el comentario de Mariano Rajoy no desentona respecto a otras declaraciones o dolorosos silencios de campaña. Por ejemplo, el coordinador de IU en Andalucía criticaba a su antigua compañera de filas con una metáfora profundamente machista: «Ella abandonó la cama tan rápidamente, que ni yo mismo me di cuenta» «¿Dónde está esta chica?», añadió personalizando aún más la imagen. Pues le va a ser difícil encontrarla, ni a ella ni a ninguna otra, porque en las listas de IU no hay mujeres en puestos de salida con lo cual repetirán la bonita experiencia de grupos institucionales absolutamente masculinizados.
Por su parte, en el PSOE las mujeres brillan por su ausencia pública. Tras años en los que la igualdad de género fue una seña de identidad de su formación política, la presencia y, sobre todo, el poder político de las mujeres ha decaído abruptamente. Sus grandes mítines y presentaciones públicas son masculinas y patriarcales. Si acaso, alguna mujer oficia de presentadora o telonera de sus compañeros masculinos.
Y es que, desde que comenzó la crisis económica, se ha edificado una simbología y un imaginario masculino que ha barrido de escena no solo la presencia de las mujeres, sino todos los debates que afectan al desarrollo social. Además, se ha apelado a construcciones muy arraigadas en el inconsciente colectivo, según las cuales la autoridad y los tiempos difíciles necesitan liderazgos masculinos, centralizados y de edad avanzada.
Por eso, cuando ha llegado la campaña electoral se han reducido todos los debates a uno solo: el seudodebate económico. Y lo llamo un falso debate económico porque no se discute del modelo de desarrollo para los próximos tiempos. Si así fuera, se estaría hablando en serio sobre el modelo energético, el papel de la educación, los límites ecológicos, la organización de la producción y la igualdad de hombres y mujeres como factor de desarrollo. Lo que se está haciendo es un remedo de debate contable, financiero, desprovisto de contenido político y que rinde culto solo al dinero, al déficit y al crecimiento económico.
Ante este falso dios sucumben los debates sociales, la igualdad de oportunidades, la equiparación entre sexos y los recursos naturales. Se arrasan valores como la solidaridad o la igualdad y se postergan los problemas de los más débiles. Han logrado convencernos de que la economía es neutral en vez de la rama más política e ideologizada de las ciencias sociales. Apelan a que votemos con el bolsillo, no con las ideas. «Ya nos ocuparemos de las demás cosas cuando salgamos de la crisis», nos dicen. Pero no es verdad. Saldremos de la crisis con el modelo social que hayamos diseñado en estos años. La misteriosa desaparición de las mujeres en campaña, las escasas referencias a la igualdad, el revival de «la mujer de su casa» no es una insignificancia sino un serio aviso de retroceso social.