Parece ser que en nuestro país el mes de diciembre (con motivo del aniversario de su aprobación en referéndum) es el único mes que “toca” hablar de la Constitución, de los valores democráticos, de la transición de la dictadura a la democracia, se abren las puertas del Congreso a la ciudadanía, las televisiones y las emisoras de radio dedican programas monográficos a la Constitución y a sus redactores, etc, etc. Pero enseguida, llega la Navidad y todo se olvida hasta principios del mes de diciembre del siguiente año.
Sin embargo, se habla poco de la calidad de nuestra democracia, del papel que día a día la ciudadanía española desempeñamos en el ejercicio de nuestro poder democrático originario, la base de la democracia, de nuestra opinión permanente sobre lo que nuestros representantes están decidiendo entre convocatoria y convocatoria electoral. Se habla menos aún sobre la democracia directa, la radical democracia, sobre nuestra participación directa en la decisión y gestión de los asuntos públicos, sobre la cada vez más escasa participación en las consultas electorales, sobre nuestro hartazgo y hastío por los escándalos permanentes a uno y otro lado del espectro parlamentario.
En este asunto de la calidad de la democracia, una cuestión de interés es la cada vez menor variedad parlamentaria. El actual marco legal electoral conduce a una situación de bipartidismo con escasas anomalías fuera de ese esquema bipolar. Además, en comunidades menos prósperas económicamente como Andalucía, Extremadura o Castilla La Mancha es aún menos variada la representación parlamentaria y la participación ciudadana en asuntos públicos. Sin embargo, en comunidades autónomas más desarrolladas económica y socialmente, como Cataluña (seis partidos en el Parlament) o Euskadi (siete fuerzas políticas con escaño en el Parlamento Vasco), su fortaleza democrática es mayor, con más variedad e intensidad democrática.
A 31 años vista de que “nuestros mayores” (yo tenía ocho añitos) aprobaran la Constitución, precisamente no es muy bueno el balance a realizar en términos de calidad y participación democrática. Pasados esos primeros años de democracia, en los que la participación popular a través de los partidos y sindicatos sí que fue intensa, hemos pasado en la última década a un decaimiento de la calidad de nuestra democracia: se participa menos, en menos asuntos y con menor compromiso e implicación.
Publicada en elplural.com (11-12-09) y en La Vanguardia (13-12-09)
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Hoy se publica en La Vanguardia.
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¿Que és democrácia?.-Me dice el financiero,el banquero,el directivo,el director general,el jefe de obra,el mayor inversionista,el madero,la pestañí,el coronel jefe de destacamento,el redactor jefe,el anunciante,el publicista,….¿Que,qué es democrácia?!Y,tú…Democracia,eres tú!.Para el 4’9% de la población andaluza que vive bajo la pobreza severa ¿también?.
El Capital,con mayúscula,cual chamán de la ilusión(de ilusos)repartió el peyote:Democrácia(cuan lejos de las ágoras griegas),alucinógeno camaleonico de los problemas de siempre.-Explotadores y explotados.Una infantería de cuerpos fácticos,partidos,sindicatos,medios de comunicación,…sembradores de adormideras,donde sacar el opio de la legitimidad.
La democrácia «occidental» está prostituida desde el momento que dejó de existir la igualdad de condiciones(económica,mayormente,o sea,desde siempre)para hacer llegar al ciudadano el mensaje.Y,anda al ámparo del calorcito del dinero,derritiendo poco a poco su calidad o decoro.
Y,sin embargo Democrácia:te quiero. Zalú,trabajo i prosperiá.