Ugo Bardi.Durante los últimos años, el sistema financiero dió al mundo una señal clara cuando los precios de todos los productos naturales crecieron hasta niveles nunca vistos anteriormente. Si los precio son altos, tenemos un problema de oferta. Dado que muchas de las materias primas que usamos no son renovables -el petróleo, por ejemplo- es al menos razonable suponer que tenemos un problema de agotamiento. Sin embargo, la reacción de los líderes, políticos y expertos económicos de toda clase fue -y sigue siendo- ignorar la base física del sistema económico y promover el crecimiento económico como la solución a todos nuestros problemas: cuanto más, mejor. Pero, si el agotamiento es un problema real, debería ser obvio que el crecimiento solo puede empeorarlo. Después de todo, si crecemos consumimos más recursos y esto acelerará el agotamiento. Por tanto, ¿por qué están nuestros líderes tan obsesionados con el crecimiento? ¿No pueden entender que es un error colosal?¿Son estúpidos o qué?
Como siempre, las cosas no son tan simples. Uno de los errores más comunes que podemos hacer en esta vida es suponer que la gente que no está de acuerdo con nuestras ideas es estúpida. No, aquí se aplica la regla de que para todo lo que existe hay una razón. Por lo tanto, hay una razón para que el crecimiento sea promovido como la cura universal para todos los problemas. Y, si profundizamos en la materia, podemos encontrar la razón en el hecho de que la gente (los líderes como todos los demás) tienden a privilegiar las ganancias a corto más que a largo plazo. Déjenme explicarlo.
«Los límites al crecimiento«. Estos modelos se basan en el método conocido como «dinámica de sistemas» y tiene en cuenta stocks de recursos altamente agregados (es decir, promediados sobre clases muy diferentes). Ya en 1972, los modelos mostraban que el agotamiento gradual de menas de alto grado y el incremento de una contaminación persistente provocarían que la economía detuviese su crecimiento y a continuación disminuyese; muy probablemente durante las primeras décadas del siglo XXI. Estudios posteriores del mismo tipo generaron resultados similares. La crisis presente parece reivindicar estas predicciones.
Por tanto, estos modelos nos dicen que el agotamiento y la contaminación se encuentran en la raíz de los problemas que tenemos, pero nos dicen poco sobre el caos financiero que estamos viendo. No tienen un stock llamado «dinero» y no realizan ningún intento por describir cómo afectará la crisis a diferentes regiones del mundo y a diferentes categorías sociales. Dada la naturaleza del problema, esta es la única opción posible para hacer la modelización manejable, pero es también una limitación. Los modelos no nos pueden decir, por ejemplo, cómo deberían actuar los políticos para evitar la bancarrota de estados enteros. Sin embargo, los modelos se pueden entender en el contexto de las fuerzas que mueven el sistema. El hecho de que el sistema económico mundial sea complejo no significa que no siga las leyes de la física. Por el contrario, es mirando estas leyes como podemos tener una visión de lo que está sucediendo y cómo podríamos actuar sobre el sistema.
Hay buenas razones basadas en la termodinámica que hacen que las economías consuman recursos al ritmo más rápido posible y con la eficiencia más alta posible (véase este documento de Arto Annila y Stanley Salthe). Por lo tanto,el sistema industrial intentará explotar primero los recursos que proporcionen el retorno más alto. Para los recursos productores de energía (como el petróleo) el retorno se puede medir en términos de retorno de energía por energía invertida(TRE o EROEI). En realidad, las decisiones en el sistema no se toman en términos de energía sino de beneficio monetario, pero los dos conceptos se puede considerar que coinciden en una primera aproximación. Ahora bien, lo que sucede cuando se consumen los recursos no renovables es que el EROEI de lo que queda disminuye y el sistema se hace menos eficiente; esto es, los beneficios bajan. La economía tiende a hacerse más pequeña mientras el sistema intenta concentrar el flujo de recursos allá donde se puedan procesar con el grado más alto de eficiencia y proporcionar los beneficios más altos; algo que normalmente se relaciona con las economías de escala. En la práctica, la contracción de la economía no es la misma en todas partes: los sectores periféricos del sistema, tanto en términos geográficos como sociales, no pueden procesar los recursos con la suficiente eficiencia; tienden a ser apartados del flujo de recursos, a disminuir y finalmente a desaparecer. Un sistema económico que se enfrenta a una reducción en el flujo de recursos naturales es como un hombre que se muere de frío: las extremidades son lo primero que se congela y muere.
Entonces, ¿cuál es la función del sistema financiero, también conocido simplemente como «dinero»? El dinero no es una entidad física, no es un recurso natural. Tiene, sin embargo, un rol fundamental en el sistema como catalizador. En una reacción química, un catalizador no cambia los potenciales químicos que dirigen la reacción, pero puede acelerarlos y cambiar la vía preferida por los reactivos. Para el sistema económico, el dinero no cambia la disponibilidad de recursos o su rendimiento energético pero puede dirigir el flujo de recursos naturales a las áreas en las que son explotados más rápidamente y con más eficiencia. Esta asignación del flujo normalmente genera más dinero y, por tanto, tenemos una típica retroalimentación positiva (o «aumento»). Como resultado, todos los efectos descritos anteriormente van más deprisa. El agotamiento se puede enmascarar temporalmente aunque, normalmente, a expensas de más contaminación. A continuación podemos ver el colapso abrupto de regiones enteras como puede ser el caso de España, Italia, Grecia y otras. Este efecto se puede extender a otras regiones a medida que el agotamiento de recursos no renovables continua y el coste de la contaminación aumenta.
No podemos ir contra la termodinámica, pero podríamos al menos evitar alguno de los efectos más desagradables que se originan por intentar superar los límites de los recursos naturales. Este punto ya fue examinado en 1972 por los autores del primer «Límites al crecimiento» sobre la base de sus modelos pero, finalmente, es solo una cuestión de sentido común. Para evitar, o al menor mitigar el colapso, debemos parar de crecer. De esta forma los recursos no renovables durarán más y podremos utilizarlos para desarrollar y usar recursos renovables. El problema es que frenar el crecimiento no proporciona beneficios y que, en la actualidad, las renovables no proporcionan todavía beneficios tan grandes como los de los combustibles fósiles que quedan. Por tanto, al sistema no le gusta ir en esa dirección -tiende, más bien, a ir hacia los beneficios más altos a corto plazo, con el sistema financiero facilitando el camino-. Esto es, el sistema tiende a seguir usando recursos no renovables, incluso con el coste de destruirse a sí mismo. Forzar al sistema a cambiar de dirección solo se podría conseguir mediante algún control centralizado pero eso, obviamente, es complejo, caro e impopular. No es sorprendente por tanto que nuestros líderes no parezcan entusiasmados por esta estrategia.
Veamos, en cambio, otra posible opción para los líderes: la de «estimular el crecimiento». ¿Qué significa esto exactamente? En general, parece significar el usar el sistema de impuestos para transferir recursos financieros al sistema industrial. Con más dinero, las industrias pueden permitirse pagar precios más altos por los recursos naturales. Como consecuencia, la industria extractiva puede mantener sus beneficios, en realidad incrementarlos, y continuar extrayendo incluso recursos caros. Pero el dinero, como hemos dicho, no es una entidad física; en este caso solo cataliza la transferencia de recursos humanos y materiales al sistema extractivo a expensas de subsistemas como la seguridad social, la sanidad, la instrucción, etc. No sin dolor, por supuesto, pero puede dar al público la impresión de que los problemas se están solucionando. Puede mejorar los indicadores económicos y puede matener un flujo de recursos lo suficientemente grande como para evitar el colapso completo de las regiones periféricas, al menos durante algún tiempo. Pero la atracción real de estimular el crecimiento es que es la forma más fácil: empuja al sistema en la dirección en la que quiere ir. El sistema está preparado para explotar los recursos naturales al ritmo más rápido posible, esta estrategia le da nuevos recursos para hacer exactamente eso. Nuestros líderes puede que no comprendan exactamente lo que están haciendo, pero seguro que no son estúpidos: no van a ir a contracorriente.
El problema es que la estrategia de estimular el crecimiento solo compra tiempo (y lo hace a un precio alto). Nada que hagan los gobernantes o los financieros puede cambiar la termondinámica del sistema mundial. Todo lo que pueden hacer es desplazar recursos de aquí para allá y eso no cambia la dura realidad del agotamiento y la contaminación. Por tanto, empujar el crecimiento económico es solo una solucion a corto plazo que empeora el problema a la larga. Puede posponer el colapso pero al precio de hacerlo más abrupto en la forma conocida como el Precipicio de Séneca. Desgraciadamente, parece que vamos exactamente por ese camino.
Este post fue inspirado por un excelente post sobre la situación financiera escrito por Antonio Turiel de título «Antes de la ola«
Traducción al español (realizada por Carlos Valmaseda) Este post fue publicado en inglés en el blog del profesor Bardi, «Cassandra’s legacy«.
Publicado en: http://crashoil.blogspot.com/