Juan Scaliter .Esto no pretende en modo alguno ser una introducción a la economía española. Quienes aspiren a obtener datos más concretos sobre industrias primarias españolas, exportaciones y la historia de la industria española tienen fuentes mucho más sustanciosas a las cuales recurrir. Pero sí persigue señalar, con fundamentos económicos, porqué es importante hablar de ciencia en los medios.
Vamos por pasos. Año 1492. España comienza a explorar el mundo, se hace con el oro y la plata de América y sustenta en ello su economía. Medio siglo más tarde, Felipe II era rey de medio mundo, pero el estado se encontraba en bancarrota. Había dinero, mucho, y todo se compraba en el extranjero, era lo más fácil. La consecuencia primera es que nunca se levantó una industria que se sirviera de los productos primarios y naturales para crear bienes. Y empleo. Esto también facilitó la dependencia de España de otras potencias europeas, al mismo tiempo que obstaculizó la creación de industrias que promovieran la mejora de productos a través de la investigación..lo que ahora conocemos como I+D.
Ejemplo de esto es que mientras España era dueña de medio mundo, nunca se obtuvieron beneficios de los conocimientos adquiridos en estos viajes, excepto algunos en el campo de la navegación. Lo que contribuyó aún más a cerrar el circulo de “todo por la plata”. Pero la situación cambió en poco tiempo: si bien en 1620 la cantidad de este metal que recibía España era similar a la de la época dorada, en 1650 se había reducido en un 90%. Si bien la falta de plata hizo que se perdiera la confianza en el estado español, la ausencia de industrias fue lo que abrió la puerta a la decadencia.
Una anécdota refleja muy bien cómo se veía la ciencia por esta época: como una curiosidad. Durante el reinado de Felipe III la corte se trasladó brevemente a Valladolid. Allí, durante el verano de 1602, el inventor Jerónimo de Ayanz logra con éxito que unos buzos se sumerjan en el río Pisuerga. Tras más de una hora bajo el agua, vuelven a la superficie ¡porque se estaban aburriendo! El público había sido convocado al experimento como una distracción trivial. A la corte le gustaban estos juegos, y nadie tuvo la visión suficiente para sacarle otros usos al invento, uno más de la cincuentena patentada por Ayanz, como un precedente del submarino, una brújula que establecía la declinación magnética, un horno para destilar agua marina o una balanza tan precisa que permitía pesar la pata de una mosca. (Gracias Manuel!).
Un poco después, varias reformas fiscales generadas por los Borbones salvaron un poco las papeletas y se crearon algunas “industrias”: porcelana, tapices y cristalería. Entonces España se contagió de la revolución industrial inglesa. Pero con otro virus. Mientras en Inglaterra la revolución industrial comenzó debido a un cambio en las estructuras agrícolas que generaron un excedente de producción y permitió que la mano de obra pueda dedicarse a otras actividades, en España, la agricultura era principalmente de producción y consumo local. No había redes de transporte fiables y eficientes que permitieran el intercambio entre regiones o el comercio con otros países.
Todo esto provocó un retraso en la industrialización española. Así, los trenes llegaron de la mano de ingleses y franceses, que, al mismo tiempo, también explotaron los recursos de carbón del país.
Y aquí está la clave: España ya había instalado una ruta ferroviaria en Cuba, en 1837, pero pagó por la tecnología inglesa para construir la primera ruta española, de Barcelona a Mataró, diez años después. Y algo similar ocurrió en otros campos.
Hasta hace unos años, España experimentó un crecimiento cercano al 4% anual que se debió, por un lado al ingreso en la Unión Europea: mayor confianza, más créditos, aumento de la construcción y del consumo y por otro a la entrada de inmigrantes que también aumentaron el consumo y fueron responsables de un 33% del PIB entre el 2000 y el 2006 (este dato lo menciona Guillermo De la Dehesa, en su libro La primera gran crisis financiera del siglo XXI). Pero todo cambió.
Hoy, al igual que tiempo atrás, España no es un país de grandes recursos primarios. Pero sí tiene una industria privilegiada y de la que es una de las mayores exportadoras a nivel mundial: la materia gris. Figuras como Santiago Ramón y Cajal, Severo Ochoa, José Barraquer, Juan Luis Arsuaga, Xavier Estivill, Juan Ignacio Cirac, Mariano Barbacid, Pedro Cavadas, Margarita Salas…han cambiado el mundo. O lo están haciendo. Al igual que muchas universidades o centros de investigación españoles.
Dos casos: En el Centro de Astrobiología de Madrid (el único instituto de investigación en astrobiología independiente en el mundo), el doctor en Genética Salvador Mirete investiga con chaperonas, unas proteínas que protegen al resto de proteínas del estrés ambiental; el calor, el frío, la acidez. Es la primera vez que estas proteínas se utilizan como marcadores para encontrar bacterias resistentes a cambios extremos. Esto se utiliza actualmente en nuestro planeta, para plantas que crecen en ambientes extremos, en el desierto, por ejemplo. ¿Cuanto pagarían los países del Golfo Pérsico por esta tecnología?
Segundo caso. Manuel López Aranda, de la Universidad de Málaga, ha patentado una biomolécula que potencia la memoria hasta 10.000 veces…¿cuánto vale esta patente? ¿Y la creación de un ordenador cuántico (Ignacio Cirac) o la cura del cáncer (Mariano Barbacid)?
La ciencia española es una fuente de recursos económicos y laborales inagotable: la Organización Nacional de Trasplantes es referente mundial, se han creado, con tecnología española, el 70% de los espejos solares usados en todo el mundo en el 2010 y en energía eólica y mareomotriz se disputan nuestros conocimientos. Y todo esto genera empleo. La ciencia puede dar mucho trabajo. Literalmente.
Es llamativo que la relación del/la español/a con la tecnología (móviles, internet) sea tan rica, pero el vinculo con la ciencia tan pobre. Mordemos el fruto, pero ignoramos la semilla.
Cuando los medios de comunicación y los divulgadores logremos contagiar a los lectores y al público en general, la importancia de estos hallazgos, la visión de la ciencia será muy distinta.
Para conseguir esto no basta con contar los adelantos, señalar las innovaciones o aplaudir los descubrimientos. Es necesario mostrarle al público en qué cambia su vida que un español haya descubierto la función de un gen, o en qué le afecta que una española encuentre agua en otra galaxia o que se viaje al espacio. La ciencia puede ser uno de los motores de la economía española. Para ello es necesario que sea:
Accesible: en el espacio. Debe estar presente en todos los medios posibles.
Comprensible: en el lenguaje. Debe contar con ejemplos concretos y explicaciones claras
Sensible: en el mensaje. Que pueda ser reconocida por medio de los sentidos.
Si se consigue que sea accesible será una presencia constante primero y un referente social más tarde.
Si se logra que sea comprensible generará más demanda de conocimiento.
Y, al transformarse en sensible permitirá una identificación directa y personal que contribuirá a su difusión y al debate.
No dudo que especialistas en climatología, juristas y pedagogos puedan explicar algo similar en sus propios términos. Por ello no digo que la ciencia sea la salida de España a esta situación, pero sí que podría convertirse en una de las puertas. Acercar la ciencia, y los científicos, a la gente podría generar en las instituciones responsables, políticas de inversión distintas a las actuales y conseguir que se convierta en otro recurso válido.
Publicado en:http://quoblog.blogs.quo.es/2011/07/29/%c2%bfpor-que-es-importante-hablar-de-ciencia/