Richard Posner.
Las dictaduras como las que vemos actualmente en el Medio Oriente, y como las que vimos en Irán en 1979 y en los países comunistas en 1989 – para no mencionar a Francia en 1789- tienen una manera inesperada de implosionar; lo inesperado recae en el hecho de que ningún evento externo parece precipitar el colapso. Estos eventos forman parte de la teoría del caos: si sacudes una canoa, mantendrá cierto equilibrio hasta que la sacudas tan duro que zozobre. No hablaré aquí sobre los regímenes que colapsaron debido a catastróficas derrotas militares, ni de los regímenes que cayeron consecuencia de guerras civiles, ni de secesiones, como por ejemplo la Revolución Americana, sino hablaré de colapsos repentinos, imprevistos porque no había un detonante previsible.
Durante períodos importantes de tiempo, los países democráticos y cuasi-democráticos cambian profundamente, pero el cambio es gradual. Los regímenes dictatoriales cambian con mucha dificultad, por lo que la mayoría del tiempo parecen más estables que los regímenes democráticos. En dictadura, los cambios son puntuales en lugar de incrementarse
Hay varias razones que explican esto. La razón obvia es la falta de información. Un gobierno que utiliza la intimidación, monitoreo y control los medios para reprimir la disidencia también se priva de buena información sobre las principales preocupaciones de la gente. La gente se guarda sus problemas por miedo. Las quejas se mantienen clandestinas, lo que genera resentimiento. Al no conocer adecuadamente lo que las personas quieren, el gobierno se arriesga terminar sorprendido por una explosión súbita de ira reprimida. La represión también alimenta las conspiraciones; aterrados de expresarse públicamente, las personas aprenden a formar grupos secretos, se convierten expertos del disimulo.
Segundo, el liderazgo en los regímenes autoritarios tiene problemas para obtener información de sus propios funcionarios, o, de forma más general, manejar los desacuerdos y absorber y responder a las críticas: el liderazgo mantiene su posición por carisma o miedo, proyectando una imagen de infalibilidad y omnisciencia, y estas fuentes de poder se ven minadas por las críticas, que usualmente se encuentran implícitas en las “malas noticias” transmitidas por los subordinados. Aún sin ser crítico, el subordinado que informa sobre el descontento popular está planteando implícitamente que tiene conocimiento de algo que no sabe el líder.
Tercero, y atribuible a la ausencia de reglas para la transición pacifica del liderazgo, los regímenes autoritarios tienden a ser conservadores en el sentido de ser renuentes al cambio aún para responder a problemas conocidos. Si no se tiene un buen control sobre la opinión pública es muy difícil predecir las consecuencias del cambio – el cambio puede transmitir debilidades, crear expectativas que no pueden ser satisfechas, empoderar a las personas que buscan el cambio y debilitar la percepción de infalibilidad y omnisciencia del líder.
Cuarto, y de nuevo relacionado con la falta de reglas claras para nombramientos y sucesiones, el liderazgo de los regímenes autoritarios tiende a ser viejo y esclerótico. El retiro es peligroso. El líder habrá creado enemigos y cuando ceda el poder se volverá indefenso ante ellos. Al aferrarse al poder pierde contacto con la realidad y se vuelve incapaz de responder de forma efectiva y determinante ante los nuevos retos que se van presentando.
Aunque hay excepciones (particularmente en el Este de Asia), los regímenes autoritarios tienden a ser malos para generar crecimiento económico, y ésta es una fuente potencial de debilidad. Ninguna persona puede mandar sola, o sólo a través del miedo; tiene que recompensar a sus funcionarios claves, por lo que la corrupción tiende a ser común en este tipo de gobierno. Además, el sector militar tiende a ser más grande y más costoso que lo que realmente se requiere para la defensa nacional porque el régimen depende del uso de la fuerza y, en consecuencia, debe cultivar la lealtad militar. No es que una fuerza militar grande y bien pagada es necesaria para mantener el orden interno, sino más bien que, de no ser mimada, puede derrocar al régimen, o no acudir a su defensa en momentos de crisis.
Cuando un régimen autoritario colapsa repentinamente es visto por el mundo como una ocasión para regocijarse – la democracia ha triunfado. Ésta es la respuesta de la mayoría de los medios a las crisis actuales en Túnez y Egipto. Y, de hecho, los colapsos súbitos usualmente son seguidos por un interludio democrático, como ocurrió durante la revolución francesa, rusa e iraní. Pero hago énfasis en la palabra “interludio”; no hay nada automático entre el colapso de una dictadura y una sucesión democrática.
En efecto, es probable que, a diferencia de lo que ocurrió en las antiguas repúblicas comunistas en Europa Central y Europa del Este, si un país nunca ha tenido un gobierno democrático por más de un breve período, el florecimiento de una democracia luego del colapso del régimen autoritario también será breve. Admito que hay numerosas excepciones. Rusia es una, aunque es menos democrática de lo que era justo después del colapso del régimen comunista. Japón es una excepción parcial porque tenía un gobierno parlamentario antes de la Segunda Guerra Mundial, pero nunca fue verdaderamente democrático. India es una excepción real, y hay otras excepciones en África y Latinoamérica. Como lo muestran estos ejemplos, los países son capaces de hacer una transición de autoritarios a democráticos. Hay muchos países democráticos hoy en día, pero aparte de las ciudades estado de la Grecia Antigua, no existía una sola democracia antes del siglo diecinueve, y pocas antes del siglo veinte. La mayoría de estas democracias, sin embargo, emergieron de regímenes autoritarios a través de un proceso evolutivo y no repentino; había raíces democráticas en las colonias estadounidenses y en Gran Bretaña mucho antes de que la democracia se volviera el régimen de gobierno en cualquiera de estos sitios
En un país sin tradiciones democráticas o liberales, el partido que gane la primera elección y se convierta en el partido de gobierno considerará natural querer mantener el poder por cualquier medio. Y el partido ganador de la primera elección puede ser cualquier facción conspiradora que se encuentre mejor organizada; y podría no estar comprometida con la democracia. Por lo que la primera elección puede ser la última. Las técnicas e instituciones de represión del régimen anterior estarían ahora disponibles para el partido ganador, lo que le facilitaría la toma del poder. Ésta es la razón por la que las celebraciones de los medios por el advenimiento de la democracia en el Medio Oriente es prematura, y también la razón por la que el gobierno del presidente Obama está empezando a retroceder en sus celebraciones públicas sobre lo que está ocurriendo en El Cairo y otras ciudades de Egipto.