Maldito lenguaje. Se mueve la realidad y permanecen las palabras que usamos para definirla. Los conservadores y la socialdemocracia son la derecha y la izquierda del actual sistema y por tanto participan de su crisis. Son el babor y el estribor de un barco enloquecido. Un barco que ya no es el único imaginable y desde luego no es el deseable. A veces simbolizamos a la derecha como “el sistema” y a la izquierda como “la oposición al sistema”. Aclarémosnos porque desde luego no es lo mismo. Es posible que antes esta precisión no tuviese la trascendencia política inmediata que tiene ahora, cuando el sistema muestra claramente su naturaleza “transitoria”. Para que la palabra izquierda muestre ambas realidades tenemos obligatoriamente que adjetivarla: la “nueva izquierda” que se opone al sistema tiene escasas conexiones cognitivas con la “izquierda del sistema”, aunque sí históricas y emocionales. Quienes compartimos el convencimiento sobre la inviabilidad del capitalismo somos un tercero, no una mutación socialdemócrata.
La crisis está produciendo un cambio hiperacelerado: el sistema único ha perdido “su manto de niebla” y ha vuelto a aparecer como lo que son todos los sistemas económicos: productos históricos y no fin de trayecto. Permitidme una cita retro del innombrable: “La economía política, cuando es burguesa, es decir, cuando ve en el orden capitalista no una fase históricamente transitoria de desarrollo, sino la forma absoluta y definitiva de la producción social, sólo puede mantener su rango de ciencia mientras la lucha de clases permanece latente o se trasluce simplemente en manifestaciones aisladas”. Despojémosla del ropaje decimonónico: el sistema “absoluto y definitivo” se ha manifestado como altamente ineficiente, la contestación social empieza a cuestionarlo y es entonces cuando aparece como lo que es, un producto histórico, y la ciencia económica actual, la síntesis neoclásica – neokeynesiana, como una disciplina mucho más ideológica que científica.
Tengo pocas dudas de que, en un mundo tan complejo, la evolución y el consenso, (reformas democráticas y legales tal como el innombrable, en el siglo XIX, defendía ya para Inglaterra), tienen que sustituir al mito de la catarsis revolucionaria y que, por lo tanto, “la nueva izquierda”, la que cuestiona al sistema, debe construir una perspectiva de superación del capitalismo, un horizonte de salida del mismo, de su desarrollismo, consumismo, individualismo y desigualdad, impulsando otro modelo económico y cultural que socialice la producción gracias a las nuevas tecnologías, sobre todo de internet, pero que también considere que la naturaleza es un factor productivo y por tanto retribuible, que los límites del ecosistema planetario son finitos, que la sociedad tiene un amplio margen de autonomía con respecto a la economía, que los valores de uso deben estar por encima de las mercancías. Una perspectiva donde el territorio identitario, las naciones y las comarcas culturales (naturales, en la terminología de Blas Infante), sea el elemento central (no único) para racionalizar producción, consumo, comunicación y participación política, etc.
Esta perspectiva, este “background”, es fundamental porque constituye “la finalidad del viaje”, es nuestra Ítaca, es lo que le da sentido a nuestra actividad política diaria pero, desde luego, no es suficiente. Hace falta además desarrollar una política diaria que marque el camino, en competencia con otras políticas que defienden otros intereses o simplemente otras orientaciones cognitivas. Y sobre todo hace falta una nueva forma de comunicación, un nuevo lenguaje que empatice con nuestro Pueblo, en su inmensa generalidad absolutamente al margen no ya de estas reflexiones sino de la política como tal. Hay que tener en cuanta que nos dirigimos a la gran mayoría de la población tanto porque el cambio democrático así lo exige como porque el riego económico y medioambiental afecta a todos, aunque algunos tengan tanto que perder que opten por combatir los cambios.
En Andalucía, sobre estas bases, se está produciendo un acercamiento muy intenso de corrientes de pensamiento provenientes del nacionalismo andaluz, del ecologismo político y de la izquierda neocomunista, hasta el punto de compartir una misma mirada hacia las estructuras profundas de la realidad y una misma perspectiva de transformación para Andalucía (eso es para mí P36). Sin embargo tenemos muchas dificultades cuando el fantasma de las elecciones planea sobre nosotros. Creo sinceramente que todos estamos sobrevalorando la importancia de los resultados electorales. Hace poco también lo decía Isidoro Moreno en una entrevista en P36 y otras personas como Julián Álvarez han expresado la misma opinión. No nos hemos desprendido de la contaminación consumista en nuestros marcos políticos. Lo importante es unir los esfuerzos para sentar las bases del cambio.
Hemos tenido “la mala suerte” de que la institucionalización de la democracia española y andaluza se ha realizado junto a la irrupción del desarrollismo y por lo tanto carece de raíces profundas. En los partidos, los militantes se han convertido rápidamente en “clientes”; la pedagogía política ha derivado en manipulación a gran escala. Los partidos funcionan por la financiación ilegal y cuanto más grandes son mayor es el fraude y mayor es la sensación de impunidad de quienes la ejecutan; las megalómanas campañas electorales sólo son posibles por la financiación ilegal (como todo el mundo sabe y admite en la práctica). Ahora han cogido in fraganti al PP en el caso Gürtel, donde además parece que hay un gran componente de enriquecimiento personal (más incluso que lo habitual), y sin embargo la dirección en vez de atajarlo baraja el cálculo de la indiferencia y la complicidad ciudadana y el mal menor frente a la catastrófica gestión de la crisis del gobierno. Un último apunte. Tenemos la prensa más partidista de la OCDE pero es más, ese partidismo ni siquiera es producto de ideas compartidas sino pura maximización de intereses, por eso ahora que Prisa se pelea con Zapatero, El Mundo se acerca a éste indirectamente utilizando a Rajoy de chivo expiatorio.
En definitiva, nos encontramos con unas confrontaciones electorales donde las trampas (financiación ilegal, clientelismo, manipulación de los medios, etc.) no sólo son consentidas sino que son determinantes en los resultados, ante la pasividad de una ciudadanía que también se ha sociabilizado en los hábitos del desarrollismo y el hiperconsumismo. Estamos ante los productos “normales” de este sistema que ha forzado hasta lo indecible los comportamientos individuales y colectivos para seguir subsistiendo gracias a la creación de “hiperrealidad”. No quiero decir con todo esto que los resultados electorales no sean importantes, por supuesto que sí, pero que las cosas tienen su tiempo y que no debemos convertir los efectos (resultados electorales) en sus causas (cambiar la política del espectáculo por una política “realista”).
En las últimas experiencias electorales europeas se empieza a notar algunos efectos de la crisis en los comportamientos políticos del electorado. Tal vez el elemento más significativo sea la crisis del bipartidismo y en particular de la socialdemocracia. El caso de Alemania sin duda es el más importante. A grandes rasgos el PSD pierdo 8 millones de votos, de los cuales la mitad se va a la abstención y la otra mitad migra casi en un 60% hacia su izquierda (verdes y die linke) y otro 40% hacia su derecha. El sistema político alemán tiene ya cinco actores determinantes y el PSD muestra su polaridad: electores que le reclaman coherencia con el sistema (los que se han pasado a las ofertas de la derecha); electores que le reclaman oposición al sistema (los que se han cambiado su voto a favor de los verdes y a die linke) y electores que se lo están pensando antes de votar a otro (la mayoría).
En Andalucía está todo por hacer. Los resultados electorales serán consecuencia de un trabajo lento pero sólido, no la causa que nos lance al estrellato. Lo primero es elaborar teoría, diseñar política y sobre todo comunicarnos con una ciudadanía que sigue recibiendo mensajes del pasado mientras que el paro se pone por encima del 25% de la población activa, la corrupción copa los titulares de los periódicos y los inicios de los telediarios y ya sentimos los efectos del cambio climático con un alza de las temperaturas de 2 grados con respecto a la media de los últimos 30 años. El domingo pasado nos manifestamos en Sevilla contra la crisis sin la presencia de la vieja izquierda, de la izquierda del sistema. Muchos sentimos (ahí están los comentarios y los iconos en facebook) que ha sido el comienzo de una contestación social ante la insoportabilidad de la situación actual, ante la “irrealidad” del sistema; una contestación que por lógica se debe convertir en permanente y cotidiana. Tenemos razones e ideas para proponer un rumbo hacia una salida estable y sostenible de la crisis y lo que es igual de importante compartimos sentimientos con el Pueblo andaluz. Una nueva transición ha comenzado. Vivámosla.
Rafa Rodríguez.
Me gusta esa idea de la nueva transición.la otra no fué más que una pantomima, un simulacro dirigido y orquestado por las jerarquía sque temían perder su poder. Un excelente artículo.
Saludos afectuosos