Rafa Rodríguez
A) EL DESPLIEGUE DE LA GLOBALIZACIÓN Y EL CENTRO DEL SISTEMA
Durante la década de los años ochenta se produjo un importante proceso de integración económica de muchos países a través del aumento de los intercambios de bienes, servicios y capitales, no así de la mano de obra legal.
La administración de Reagan impulsó la liberalización de las relaciones comerciales, arrastrando a los demás países del centro y a los países de la periferia, incluso a los grandes Estados de China e India. De esta forma favorecía la subordinación de la producción nacional de los países a las necesidades del mercado externo por encima del interno. La práctica del autoabastecimiento se limitó a mantener algunos stocks estratégicos de petróleo, gas y grano.
El nuevo orden generó un sistema muy jerarquizado a través de la división internacional del trabajo y cobertura de la ideología neoliberal.
Los países del centro del sistema, con la connivencia de las élites de los Estados de la periferia que participaban de los beneficios de la globalización, impusieron una disciplina global mediante acuerdos internacionales en los campos en los que tenían ventajas comparativas, tales como:
- El militar, limitando el acceso a las armas estratégicas.
- Las finanzas, con la apertura y la libre competencia en los mercados lo que favorecía a las multinacionales.
- La supremacía tecnológica, mediante derechos de propiedad intelectual que garantizaban a los países del centro el monopolio de las tecnologías más avanzadas.
A medida que los Estados de la periferia se incorporaban al sistema, aumentaban las presiones competitivas globales por el crecimiento de las exportaciones, lo que beneficia a los países del centro que exportaban artículos de consumo y capitales a la periferia y se aseguraban el suministro de materias primas y manufacturas intensivas en mano de obra a bajo coste.
a) EE.UU. nodo central
EE.UU. se consolidó como el nodo central de un sistema radial en el que casi todas las relaciones internacionales pasaban por él, como principal socio comercial de la mayoría de los Estados.
Nueva York era el centro financiero del planeta y el dólar la moneda de intercambio internacional. La fortaleza militar de EE.UU. aseguraba la credibilidad del dólar al mismo tiempo que garantizaba la seguridad de los países del bloque capitalista[1].
b) La “guerra de las galaxias”[2]
Las políticas neoliberales fueron impulsadas por EE.UU. porque favorecía a la globalización, pero el Estado norteamericano no disminuyó su política fiscal, sino que cambió su orientación, centrándola en financiar el gasto militar. Reagan aumentó drásticamente el gasto público para la industria militar para controlar un sistema que abarcaría cientos de satélites y centros de combate por todo el mundo.
La inversión en gasto militar actuó como canalización de importante financiación pública a la industria norteamericana, tanto en forma de contratos como de transferencia tecnológica, bajando los impuestos a sus grandes empresas tras el acuerdo del Plaza, mientras establecía medidas proteccionistas frente a la tecnología informática japonesa.
De esta forma, la política fiscal y las subvenciones encubiertas a la industria habían sustituido a la política monetaria como herramientas para estimular la economía.
c) Intervenciones militares
La “Doctrina de la Seguridad Nacional” había sido la guía de la política exterior de Estados Unidos durante la Guerra Fría[3]. Desde principios de los años ochenta, esta estrategia daba claros síntomas de agotamiento ya que, como señala Ruy Mauro Marini[4], las Fuerzas Armadas de los países de América latina se mostraron incapaces de construir regímenes políticos estables, lo que constituía al fin y al cabo la misión prioritaria que les había asignado Estados Unidos, y “se creaban constantes conflictos en su seno, ya sea por su nacionalismo exacerbado, que provocó más de una amenaza de conflicto en la región y acabó por generar un acontecimiento como la guerra de las Malvinas (1982)[5].
La Doctrina de la Seguridad Nacional fue sustituida por las “guerras de baja intensidad” como forma de intervención militar de EE.UU. Tras su reelección, Reagan combinó acciones militares directas como en la Isla de Granada (1983), o la agresión a Libia (1986) con el apoyo militar, logístico y económico a quienes consideraba que eran aliados frente a la URSS, como la contra nicaragüense, la UNITA de Angola o los muyahidines afganos.
- La Comunidad Económica Europea[6]
El proceso de unidad europea, liderado por la República Federal Alemana, dio pasos importantes durante la década de los ochenta, aunque el Reino Unido actuara como un caballo de Troya[7] de EE.UU. Si bien la entonces CEE participó en la progresiva liberalización del comercio mundial, siguió manteniendo la protección a la agricultura, así como a sectores en crisis, maduros o considerados estratégicos.
En 1979 se celebraron las primeras elecciones al parlamento europeo por elección directa y dos años más tarde, en 1981, entró en funcionamiento el Sistema Monetario Europeo, que tenía como finalidad gestionar conjuntamente las monedas europeas (Reino Unido no entró hasta 1990). También en 1981 ingresó Grecia y en 1986 se adhirieron España y Portugal.
La presidencia de Delors (1985-1994) aceleró el proyecto de unidad europea. El Consejo en diciembre de 1992 aprobó el Acta Única que reformaba el tratado de Roma para la realización del mercado único. En 1988 reorganizó los fondos estructurales en un proyecto unitario que comprendía las políticas regionales y sociales. A pesar de los acuerdos del Plaza, la Comunidad experimentó un intenso crecimiento entre 1986 y 1990[8], ya que pudo construir un ámbito de autonomía mediante el escudo monetario de la Unión Monetaria, pero sobre todo mediante el proyecto político de la unidad europea, que le permitió superar las profundas heridas de las dos guerras mundiales.
Durante la década de los años ochenta Japón desarrolló una red regional en Asia oriental mediante inversiones directas que aceleró el crecimiento de la región, generando un nuevo polo económico en el sistema de la globalización. Sin embargo, esta estrategia regional no tenía, como el caso de la unidad europea, un marco monetario y político que pudiera amortiguar las fracturas históricas de las guerras en Asia.
Tras los Acuerdos del Plaza, EE.UU. en donde se había creado un clima de animadversión contra las importaciones de productos y la entrada de flujos financieros japoneses, presionó a Japón para que relajara su política económica interna, lo que desencadenó una burbuja en su sistema financiero que precipitó a la economía japonesa a un largo estancamiento desde finales de la década[9].
Los Estados del centro sometieron a las OIG a una profunda reforma para que fueran los instrumentos con los que imponer la disciplina económica de la globalización.
A través del FMI, el BM y la OMC articularon una especie de gobierno global para administrar y organizar las cuestiones económicas a nivel mundial mediante un complejo conjunto de relaciones que fluían a través de compromisos y acuerdos para hacer más difícil dar marcha atrás en las reformas.
El carácter internacional y supuestamente neutral de estos organismos dotaba de una apariencia de legitimidad a la disciplina que imponían. El dominio, especialmente de EE.UU. en los órganos de gobierno de las OIG, le permitía presionar a favor de una agenda económica y política que favorecía los intereses de los países del centro, al mismo tiempo que trataba de impedir que los países de la periferia se organizaran y colaboraran entre sí.
Los países de la periferia se vieron obligados a adoptar políticas de apertura económica, respetar la propiedad intelectual y abrir sus economías a las multinacionales, a cambio de que las OIG refinanciaran sus deudas u optar a nuevos préstamos internacionales[10].
Si un Estado se negaba a aceptar el nuevo orden corría el riesgo de ser excluido de la comunidad internacional, ya que su inclusión se realizaba a través de la participación en los OIG.
a) EE.UU. situó a sus corporaciones en el centro del sistema financiero internacional
Las empresas transnacionales fueron agentes centrales de la globalización e impulsoras y beneficiarias de la misma, protagonizando la mayor parte de las inversiones e intercambios en los mercados internacionales, aunque de forma selectiva.
EE.UU. impulsó la internacionalización de sus grandes empresas, facilitándole las inversiones en los distintos países mediante la presión para que implantaran las políticas neoliberales, consiguiendo que las corporaciones de EE.UU. se situaran en el centro del sistema financiero internacional.
Las multinacionales canalizaron el flujo del capital excedente del centro del sistema, que había aumentado exponencialmente, dirigiéndolo, sobre todo, hacia los Estados del sudoeste asiático e ignorando a los más periféricos, beneficiándose de los bajos costes de la mano de obra y la ausencia de limitaciones de protección ambiental, al mismo tiempo que aseguraban los retornos de las ganancias a los países matrices.
b) Una estructura de oligopolio internacional
Desde la mitad de los años ochenta, las grandes corporaciones aumentaron su tamaño por medio de absorciones o fusiones, en una dinámica de concentración industrial que ocasionó la disminución del número de competidores.
En el plano organizativo impulsaron la desintegración vertical de las fases más específicamente productivas reservándose las fases más tecnológicas, en las que gozaban de una posición de monopolio, ya que eran las únicas capaces de mantener la carrera tecnológica, especialmente en el plano básico.
En la comercialización consiguieron el control de los mercados existentes, a la vez que colonizaban nuevos mercados, a través de ingentes inversiones en una serie de actividades «auxiliares» (Boyer, 1994)[11].
Estos factores se sumaban a sus tradicionales ventajas de escala, acceso privilegiado al capital, capacidad de influencia sobre las instituciones, etc.
La implantación internacional de estas corporaciones les permitía utilizar las ventajas comparativas existentes entre los diversos países o regiones mundiales, particularmente en términos de cualificación y precio del factor trabajo, tolerancia ambiental y ayudas estatales. Tales ventajas dejaban de constituir factores de competencia internacional para pasar a convertirse en márgenes complementarios de beneficio corporativo, asignables de nuevo, por la entidad que los absorbe, a la intensificación de la competitividad tecnológica para la realimentación de todo el ciclo[12].
En los principales segmentos de cada sector lograron que unas pocas grandes corporaciones en el plano internacional controlaran los mercados y se erigieran en auténticos oligopolios[13].
B) LA INCORPORACIÓN DE LOS PAÍSES DE LA PERIFERIA A LA GLOBALIZACIÓN
a) La ISI y su crisis
La estrategia económica de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), era dominante en los Estados de la periferia que habían conquistado su independencia tras la II Guerra Mundial, incluido el periodo que se inicia con la globalización de los años setenta.
Mediante la ISI los gobiernos impulsaban un proceso de industrialización acelerado para sustituir los productos que tenían que importar subvencionando las industrias nacionales, al mismo tiempo, que este proceso transformaba las sociedades agrarias tradicionales en urbanas, lo que también debilitaba el poder de las élites locales ligadas al dominio colonial[14].
Buena parte de los artículos que se fabricaban mediante esa política económica eran caros, tecnológicamente atrasados y de baja calidad. No podían competir en un mercado abierto y solo podían supervivir mediante subvenciones, tipos de cambio sobrevalorados y aranceles a la importación. Además, en contra de los previsto, cuando más se industrializaba un Estado más dependiente se hacía del comercio exterior, porque los procesos más complejos requerían nuevos elementos y tecnología de las que carecían y, para comprarlos, necesitaban dólares que solo podían obtener exportando, pero esa vía era difícil porque no eran competitivos. Muchas economías desarrollistas se vieron atrapadas en un círculo vicioso de déficit tanto fiscal como de balanza de pagos, inflación y recesión.
Entonces tenían que acudir a los préstamos de BM – FMI que los sometía a las condiciones que imponía el neoliberalismo, con políticas de ajuste para obtener la mayor proporción posible de pago de la deuda, aún a costa de destruir los sistemas de asistencia social, provocando en muchos Estados un retroceso de varias décadas en las condiciones de asistencia.
b) El IOE como alternativa al ISI
Un grupo de países asiático aplicó un modelo distinto, la industrialización orientada a la exportación (IOE), que evitó los problemas en la Balanza de Pagos, a cambio de privar de derechos a los trabajadores, que carecían de seguridad social, tenían bajos salarios y escasa capacidad de consumo.
De esta forma, con monedas infravaloradas, tenían ventaja para obtener posiciones de competitividad en las exportaciones como productores de manufacturas intensivas en trabajo (ropa, mueble, zapatos, etc.).
A medida que estos países obtenían éxito industrial y subían los salarios, tenían dificultades en estos mercados, por lo que aprovecharon sus costes laborales todavía moderados y su mano de obra relativamente cualificada para avanzar en la producción de manufacturas de rango medio como electrónica y ordenadores.
c) El caso de China e India
La incorporación de China e India al proceso de la globalización se caracterizó por su gradualismo y por el papel determinante que siguió desempeñando el Estado, que les permitió controlar el proceso de reorganización de sus economías. Con ellos, la tercera parte de la población mundial se incorporó al nuevo sistema, lo que constituyó un salto decisivo para el despliegue de la globalización.
El crecimiento de China durante el gobierno de Mao había sido positivo, pero no había conseguido un rápido proceso de industrialización y urbanización. Deng Xiaping, con sus cuatro modernizaciones, consiguió, especialmente a partir de 1984, un crecimiento anual del PIB en torno al 10%, abriendo su economía, al igual que Vietnam, a los mercados internacionales y saliendo de su aislamiento internacional.
La eficiencia de la agricultura china, con una mano de obra de reducidos niveles salariales, pero con un elevado grado medio de formación, y un sistema político represivo, facilitó el mantenimiento del consumo interno a un nivel muy bajo. De este modo, fue posible destinar una fracción sustancial de los crecientes ingresos por exportaciones a la inversión, sin recurrir más que marginalmente al endeudamiento externo.
China afrontó esta transición hacia el sistema económico capitalista de la globalización sin adoptar las políticas neoliberales, ya que internamente mantenía un sistema estrictamente regulado por un gobierno autoritario con bancos y empresas públicas, controles de capital y tipo de cambio fijo.
La política de apertura económica establecida a partir de 1978 le permitió capitalizar en forma de competitividad comercial internacional los avances logrados desde la revolución en materia de educación, cualificación laboral y desarrollo tecnológico y mantenerse al margen de la hegemonía política norteamericana, conduciendo de modo independiente el proceso de apertura a la economía internacional.
Sin embargo, los desequilibrios económicos y políticos de este proceso produjeron una profunda crisis social y política con protestas en Pekín y decenas de otras ciudades, a finales de la primavera e inicios del verano de 1989, que empezaron a modo de conmemoración por la muerte en abril de Hu Yaobang, exsecretario general del Partido Comunista de China (PCCh), de talante reformista. Las protestas se enmarcaron en la ola de apertura que vivía entonces Europa del Este, pero fue reprimido con extraordinaria violencia causando cientos de muertos.
La India, segundo país del mundo en tamaño demográfico, después de alcanzar la independencia, promovió la fundación del bloque de los países no alineados (Conferencia de Bandung -1955-), convirtiéndose en uno de sus líderes más destacados, teniendo como señas de identidad ser la mayor democracia del mundo y tener una organización federal.
La India adoptó el modelo ISI y el sistema de planes quinquenales, alcanzando importantes adelantos tecnológicos que le permitieron poner satélites en órbita o desarrollar armas nucleares.
Este modelo entró en crisis por los shocks del precio del petróleo de los años setenta y principios de los ochenta, ya que no tenía divisas suficientes para pagar las importaciones de crudo y la producción agrícola no daba para abastecer de alimentos a la población por su gran desarrollo demográfico. El gobierno de Indira Gandhi tuvo que aceptar préstamos internacionales condicionados al abandono de la estrategia ISI.
Entre 1985 y 1989 el gobierno de Rajiv Gandhi inició una reforma gradual de liberalización de la economía y recibió nuevos préstamos del FMI, a cambio de programas de desregulación, que se fueron implantando con inversiones extranjeras que ya no requerían licencia alguna de instalación y apertura para proyectos industriales. Sin embargo, los gobiernos hindús consiguieron mantener los planes quinquenales que se orientaron hacia la diversificación productiva, flexibilización, intensificación de la inversión y mejora en la asignación de los recursos de capital.
Conscientes de no contar con grandes recursos naturales, orientaron sus intercambios hacia la exportación de manufacturas de media y baja tecnología, cuya demanda internacional aumentó con la reactivación económica de los Estados del centro. Con el séptimo plan, que terminó en 1989, la economía hindú logró un incremento medio del PIB per cápita del 3,5 por ciento, sustancialmente mayor que en las dos décadas anteriores.
Corea del Sur, Taiwán, Hong-Kong y Singapur, los llamados tigres asiáticos, fueron, a partir de los años cincuenta, los puntos de apoyo de EE.UU. en Asia y los únicos países no europeos que lograron salir realmente del subdesarrollo en la segunda mitad del siglo XX.
Desde el final de la II Guerra Mundial, Hong Kong se fue transformando en uno de los centros industriales, financieros y comerciales más importantes del mundo. Igualmente desempeñó el papel de trampolín para el comercio y la inversión con el resto de China.
El gobierno de Taiwán aplicó un activo programa de industrialización y ya en la década de 1980 sus industrias eran el principal sector de la economía, alcanzando gran desarrollo las industrias de exportación.
Tradicionalmente, la economía de Corea del Sur se basaba en la agricultura. Sin embargo, llevó a cabo una industrialización extraordinariamente rápida.
La ciudad portuaria de Singapur, que se creó como centro de distribución sobre la base de la tradición comercial autóctona, se convirtió en una de las áreas económicas más importantes de Asia, con elevadas[15] tasas de crecimiento anual, diversificando su actividad hacia la industria ligera y el sector financiero, que canalizó las inversiones extranjeras hacia las nuevas localizaciones.
Malasia, Tailandia, Indonesia y Filipinas, países de la región que habían apoyado a Estados Unidos en la Guerra de Vietnam, constituyeron el llamado ‘‘segundo cinturón’’ del desarrollo en Asia, o grupo de países del Sudeste Asiático que iniciaron en los años setenta y ochenta un proceso acelerado de desarrollo tratando de seguir el modelo del grupo anterior.
La economía de estos países era agraria y ni siquiera pasaron por una fase de industrialización. Conforme los cuatro países del ‘‘primer cinturón’’ fueron dejando de ser competitivos en los mercados internacionales para la fabricación de manufacturas intensivas en mano de obra, por la elevación de los niveles salariales, se fue trasladando a los Estados del ‘‘segundo cinturón’’ la producción de manufacturas intensiva en trabajo. Sus gobiernos facilitaron la llegada de las multinacionales y reprimieron la conflictividad laboral y política con dureza.
La década de los ochenta en América Latina enlaza, por una parte, el abandono de las estrategias ISI y, por otro, un proceso de redemocratización tras las sangrientas dictaduras de las fuerzas armadas que, amparadas por la “Doctrina de la Seguridad Nacional” de EE.UU. cometieron innumerables atrocidades y violaciones de los derechos humanos.
a) La integración de américa latina en el sistema – mundo
Según la CEPAL[16] la crisis de los ochenta en el conjunto de América Latina ha sido más prolongada y ha tenido efectos más negativos que la crisis del 29. Las compulsiones económicas para que los países de América latina adoptaran políticas neoliberales y se incorporaran a la globalización provocó la llamada “década perdida’’ para el desarrollo y el progreso social y económico de la región.
La mayoría de los países tuvieron que abandonar el modelo ISI de industrialización por sustitución de importaciones y adoptaron una estrategia de crecimiento orientada hacia las exportaciones, obligados por las estrategias neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional, aunque la incorporación de América Latina a los requerimientos neoliberales se había iniciado ya en Chile en los años setenta bajo la dictadura de Pinochet.
En esta coyuntura, el colapso industrial, el menor precio de las materias primas y el alza de las tasas de interés en los países industrializados provocó una fuga masiva de capitales y la depreciación de los tipos de cambio, aumentando el tipo de interés real de la deuda, empujando a muchos países a la crisis económica.
Como ejemplos de las crisis económicas basta recordar el Viernes Negro del 18 de febrero de 1983 en Venezuela donde, después de un siglo de estabilidad económica, el Banco Central anunció la devaluación del bolívar venezolano, dando inicio a una prolongada crisis económica o la hiperinflación en Bolivia que llegó al 20.560% en 1985.
b) Democratización en América Latina
Anastasio Somoza gobernó Nicaragua desde 1967 a julio de 1979, continuando la dinastía de los Somozas (1937-1979), que había controlado al pueblo nicaragüense con extrema crueldad, hasta el triunfo de la revolución sandinista.
En Bolivia, el general Hugo Banzer (1971-1978) puso en marcha un aparato de represión, suprimiendo los sindicatos, despojando a la población de los derechos civiles y militarizando las minas del país. Durante su dictadura de siete años el país contrajo una enorme deuda extranjera. Banzer fue reemplazado por una junta militar que se mantuvo por cuatro años más antes de ser derrocada en 1982. A partir de aquel año, en Bolivia comenzaron una serie de gobiernos democráticos, en medio de una gran crisis económica.
En Colombia, Julio César Turbay Ayala (1978-1982) aprobó el «Estatuto de Seguridad», con el que se llevaron a cabo torturas, desapariciones forzadas y otras violaciones a los derechos humanos, que provocaron el exilio de numerosos intelectuales, entre ellos de Gabriel García Márquez.
En 1983 los gobiernos de Colombia, México, Panamá y Venezuela establecieron un sistema de acción conjunta para promover la paz en Centroamérica, especialmente frente a los conflictos armados en El Salvador, Nicaragua y Guatemala.
En Argentina, el 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín asumió la presidencia después de la sangrienta Dictadura Militar del “Proceso de Reorganización Nacional” con Videla, Viola y Galtieri (1976-1983). En 1985, tras el juicio a las Juntas Militares, Videla y Massera fueron condenados a cadena perpetua; Viola a 17 años de prisión y un año después, en 1986, Galtieri a 12 años de prisión.
En septiembre de 1984, fue presentada el Acta de Paz y Cooperación de Contadora, que contenía un detallado esquema de compromisos para la paz, la democratización, la seguridad regional y la cooperación económica en Centroamérica.
Durante los años de Dictadura cívico-militar (1973-1985) en Uruguay desaparecieron, asesinaron, torturaron, exiliaron y encarcelaron a muchos ciudadanos, hasta que en 1985 se celebraron elecciones parlamentarias.
En El Salvador los sucesivos gobiernos llevaron a cabo una sangrienta guerra contra la guerrilla del FMLN, sobre todo durante los años 1980-1988, con el apoyo militar de EE.UU. hasta que después de largas negociaciones se llegó a los Acuerdos de Paz de Chapultepec el 16 de enero de 1992.
En el conjunto de África, y especialmente en el África Subsahariana, la evolución registrada en los años ochenta ha sido calificada reiteradamente de catastrófica por los organismos internacionales especializados. Ya el informe de la Comisión Económica para África de 1981 señalaba que era una región dotada de inmensos recursos naturales, de una población joven y dinámica de unos 470 millones de habitantes y de una rica diversidad de culturas. No obstante, de los 31 países »menos adelantados» del mundo, 21 se encuentraban en África y su desarrollo económico y social es todavía frágil. Prácticamente, la mitad de los refugiados mundiales se encuentran en ese continente, y cerca de la mitad de la superficie de África está sujeta a la sequía y a la desertificación[17].
Durante estos años, con un crecimiento demográfico por encima del 3 por ciento anual, y una producción que se mantuvo prácticamente estancada a lo largo de toda la década, el empobrecimiento del continente africano alcanzó cotas dramáticas. El PIB per cápita cayó en más de un 30%, mientras la aplicación de las políticas de ajuste estructural preconizadas por el FMI – BM provocaron un desastre social sin precedentes desde la época colonial.
El gasto público destinado a salud y educación disminutó de tal modo que casi todas las mejoras en materia de desarrollo de recursos humanos desde la independencia, especialmente en lo que se refiere a estándares de escolarización y atención sanitaria, se perdieron.
En contraste con esta situación, en el ejercicio de 1989, la balanza financiera conjunta del FMI y el BM con el continente africano arrojó un saldo positivo para ambas instituciones por valor de 1.500 millones de dólares[18]. África fue, sin duda, la gran perdedora del proceso globalizador.
Hasta los años setenta las economías del bloque de la URSS crecieron con logros en el sector industrial, acompañado de una importante mejora en los servicios públicos, aunque la ciudadanía pagaba un alto coste social por la falta de libertades.
En los años ochenta, a medida que se industrializaban perdían eficacia, lo que provocó una caída de las tasas de crecimiento y de la productividad al mismo tiempo que se quedaban rezagadas en el desarrollo tecnológico en relación con el bloque capitalista, sobre todo en el sector clave de la informática y las telecomunicaciones, cuando además necesitaban tecnología puntera en esos sectores para su industria militar en el pulso de la guerra fría.
Para seguir el ritmo que EE.UU. imponía en la carrera armamentística y en el desarrollo tecnológico, la URSS tenía que dedicar la mayor parte de sus recursos a los sectores militares estratégicos por lo que no podía mejorar el nivel de vida ya que la rigidez del sistema impedía el trasvase de los avances en la industria militar a la industria de consumo. La URSS necesitó acudir a las importaciones y para ello necesitaba dólares por lo que se tuvo que endeudar.
La falta de libertades añadía un sentimiento de frustración y desánimo sobre el modelo socialista en comparación con la imagen de abundancia y libertades que se recibía a través de la propaganda y los medios de comunicación occidentales. En los países del Este de Europa creció la oposición especialmente en Polonia donde el sindicato Solidaridad, que tenía el apoyo de la iglesia católica, consiguió un fuerte apoyo a pesar de la declaración del Estado de Guerra en 1981.
Ya desde los primeros años de la década de los ochenta la URSS conoció una fuerte crisis política y económica, agravada por inestabilidad tras la muerte de muerte de Brezhnev en 1982. Tres presidentes, Andropov (1982 – 1984), Chernenko (1984 – 1985) y Gorbachov (1985 – 1991), se sucedieron en la década. Además, estaba perdiendo la guerra en Afganistán, que comenzó en 1979, con importantes costes humanos y económicos, hasta la retirada total en 1989.
Gorbachov emprendió la reforma política (glasnost), con la liberación de presos políticos y la información sobre los crímenes estalinistas, como del sistema económico (perestroika). Además de la retirada de Afganistán, Gorbachov suprimió la ayuda a los regímenes y movimientos aliados del tercer mundo tanto en África (Namibia, Angola, países del cuerno de África) como en América Latina (Nicaragua, Cuba).
Sin embargo, la situación económica empeoró provocando un alto nivel de endeudamiento, la disminución de las reservas de oro y la escasez de productos básicos, hasta el punto que se volvió al sistema de cartillas de abastecimiento.
Durante los dos años siguientes, la URSS vivió un proceso de desintegración que puso punto final a la guerra fría, terminando el periodo de la globalización caracterizado por la confrontación entre EE.UU. y la URSS.
C) CONSECUENCIAS DE LA DINÁMICA GLOBALIZACIÓN- NEOLIBERALISMO
La conexión entre los efectos de la globalización, con el incremento de los intercambios comerciales, la ampliación de los mercados y la expansión financiera, y los del neoliberalismo implicó una reorganización de la producción en la que destaca la disminución histórica del empleo en el sector agrario y el aumento en el de los servicios, así como de la división internacional del trabajo en un sistema económico mucho más interconectado, pero carente de un sistema público de gobierno aunque, en la práctica, lo ejercía EE.UU. en función de sus propios intereses.
La desigualdad y la dependencia siguieron siendo las características del nuevo orden en los años ochenta, con un centro en torno al G7, liderado por EE.UU. nuevas regiones, en especial de la cuenca del Pacífico, que se convirtieron en espacios dinámicos, y otras que sufrieron un dramático retroceso económico como África y América Latina.
EE.UU. para estabilizar el proceso de globalización, priorizó la lucha contra la inflación entre los años 1979 y 1982, subiendo los tipos de interés y recortando el gasto social, seguido, con más o menos demora, por los países de la OCDE ante la fuga de capitales[19] hacia EE.UU. aún a costa del aumento en aquellos de la recesión, el desempleo y el recorte de salarios, implementados por una crisis de deuda en la periferia, que agrandó la brecha de desigualdad entre el centro y la periferia y entre las élites y las clases trabajadoras.
Una vez superado los efectos de las sucesivas crisis del petróleo y el periodo de ajuste entre 1980 y 1985, los países del centro, los Estados del sudoeste asiático, China e India, experimentaron un fuerte crecimiento, que se aceleró a partir de 1988 por el desarrollo de la tecnología, la mejora de la logística, la ausencia de grandes conflictos bélicos y el descenso del precio del crudo que pasó de 36$ en 1981 a 11$ en 1986.
A partir de 1985, EE.UU. y Europa volvían al crecimiento y controlaban la inflación. EE.UU. sin límites materiales para aumentar su deuda pública y privada, optó por la ampliación del déficit público, por las rebajas fiscales a los grandes contribuyentes y por el aumento del gasto militar, cuyos avances tecnológicos transfería a sus empresas en un círculo de ventaja ya que el poder militar, económico y tecnológico era a su vez el verdadero sustento del dólar. En 1988, por primera vez desde la I guerra mundial, EE.UU. se había convertido en deudor neto con el resto del mundo.
Por el contrario, África, América Latina, la URSS y los Estados de su zona de influencia, contrajeron sus economías asediadas por la inflación, el hundimiento de sus exportaciones y la imposibilidad de financiar sus deudas.
En la década de los 80 el desarrollo de la informática y las comunicaciones dio un salto adelante transformando el comercio global pero también las oficinas, las fábricas e incluso los hogares.
Fue la época del comienzo de los ordenadores personales. En 1981 IBM presentó su primer ordenador personal. Tras el paso dado por IBM, el resto de los fabricantes lanzaron sus ordenadores personales en compatibilidad con los equipos de IBM. En esa década el sistema operativo MS-DOS fue el protagonista indiscutible de la informática doméstica, donde el sistema de almacenamiento externo era el disquete de 3-½. Entre los avances se encuentran el lanzamiento del procesador de textos Word, la aparición del CD-ROM o del Windows 1, pero también de los primeros virus informáticos.
Las mejoras en las vías marítimas aéreas y terrestres conectaron de forma más eficiente los diferentes puntos de producción y distribución con nuevas comunicaciones y el uso de contenedores de carga que revolucionó el transporte de mercancías. Todos esos cambios redujeron los costes e hicieron más barato y seguro el comercio internacional.
Las grandes multinacionales del transporte marítimo y aéreo se agruparon mediante alianzas para poner en común sus medios técnicos, concentrando y reduciendo cada vez más el número de operadores.
a) El impacto de los petrodólares
Los países exportadores de petróleo, organizados en torno a la OPEP, tras la subida de precios en la crisis de 1973, obtuvieron unos ingresos que superaban ampliamente sus propias necesidades e incluso sus capacidades de gasto e inversión.
Los países de la OPED reciclaron en dólares sus superávits financieros que, a su vez, fueron colocados como préstamos a países de la periferia, muchos de los cuales se encontraban en difícil situación financiera entre otras causas por el incremento de los precios de la energía.
Entre 1974 y 1982 el sistema financiero de los países del centro recicló más de 600.000 millones de dólares en forma de préstamos a países de la periferia mientras que la deuda externa de los países de la periferia se había multiplicado en 1982 por 15 con respecto a los poco más de 50.000 millones de dólares que debían en 1970.
b) Desregulación financiera, mercado de derivados e integración internacional
En esta década tanto EE.UU. como RU emprendieron la desregulación de la actividad financiera mediante la supresión de la reglamentación existente, facilitando el acceso de las corporaciones financieras a todo tipo de mercados.
También se gestó en los años 80 la autonomía de los bancos centrales, sobre todo en economías avanzadas. Los EEUU y Nueva Zelanda aprobaron estatutos que le otorgaban independencia a sus bancos centrales y obtuvieron buenos resultados sobre el control de la inflación, lo que sirvió de ejemplo para otros países. La mayoría de los Estados del centro del sistema, y posteriormente de las periferias, imitaron el proceso para evitar que su sector financiero quedara en una situación de desventaja competitiva, aún a costa de perder el control sobre los capitales que es la principal herramienta que tenían los Estados para favorecer la industria nacional.
Fue en este contexto cuando el mercado de derivados no organizado u Over The Counter (OTC) tomó fuerza, al mismo tiempo que se tejió un circuito que integraba las bolsas de Ney York, Londres y Tokio, internacionalizándose las empresas bancarias. La red SWIFT[20] facilitó el enrutamiento de transacciones a través de bancos de todo el mundo y el sistema de compensación en dólares permitió a esos bancos conciliar torrentes de pagos nominados en dólares estadounidenses[21].
c) La expansión del capital financiero
La liquidez de los petrodólares, la desregulación financiera, la revolución de los derivados, la integración internacional o la flexibilización de los créditos, que permitió el acceso masivo al crédito de las clases medias y populares, generaron un hiperdesarrollo del sector financiero con un volumen de crédito inaudito y, paralelamente, una situación de endeudamiento generalizado en países, empresas y familias hasta entonces desconocidos.
La rentabilidad de las actividades financieras provocó el desplazamiento de los capitales desde la actividad productiva hacia las actividades financieras y especulativas, favoreciendo una mayor acumulación de riqueza en las élites financieras. La fuga masiva de capitales hacia el sector financiero provocó dificultades de financiación en las industrias, incluso en los países del centro. Este nuevo modelo de valorización de los rendimientos del capital, convirtió a la clase financiera en los grandes acreedores y permitió un avance sin precedentes del capital privado sobre el capital público.
Las grandes compañías fueron imponiendo en los mercados internacionales estrategias basadas en el incremento de la presión comercial y política, en la incorporación de innovaciones tecnológicas y utilizando las diferencias internacionales en los precios en ventajas a su favor, distorsionando la competencia y cimentando un mercado desigual e imperfecta, de corte oligopolista.
a) Polarización social y territorial
El proceso de globalización aumentó la riqueza, pero el reparto fue tan desigual que generó una enorme polarización social. En la década de los ochenta el desempleo en los países de la OCDE se situaba en torno a los 30 millones.
Refiriéndose al Reino Unido, Selina Todd[22] afirma que “Por vez primera desde los años treinta la desigualdad económica creció rápidamente; la brecha entre ricos y pobres se amplió en favor de los primeros. Volvían los tiempos difíciles de antes de la guerra. La gente perdió tanto la seguridad económica como el poder político de negociación que el pleno empleo les había ayudado a conseguir.” El debilitamiento de las organizaciones sindicales hizo posibles reformas laborales regresivas, así como la polarización salarial, ya que los más altos subían mientras los más inferiores bajaban.
La división entre quienes tenían un empleo y quienes estaban parados, la dispersión geográfica del trabajo y de las condiciones de trabajo, la mayor diversidad cultural, incluso la división en el plano lingüístico, fragmentaron a las clases trabajadoras.
A nivel global, la aceleración del proceso de desarrollo tecnológico generó una continua diversificación, diferenciación y especialización de las economías. Los Estados menos desarrollados, que tenían un déficit inicial de tecnología, financiación, corporaciones e instituciones, tuvieron que especializarse en actividades productivas más tradicionales, por lo que la especialización productiva acentuaba las diferencias y desigualdades existentes.
b) La emigración
En la globalización las fronteras se abrieron a las mercancías y al capital, pero no a las personas. El factor económico era la principal causa de las migraciones, pero también las crisis políticas, las guerras y los desastres ambientales. Primero fueron las migraciones internas en los países que se incorporaban a la globalización del campo a la ciudad y posteriormente tuvo una dimensión internacional. Una gran parte de la emigración se produjo entre países de la periferia que tenían diferentes niveles de incorporación a la globalización. Cuando esta no era posible se trasladaban a países del centro del sistema. Esta dimensión internacional es característica de la globalización.
La nueva división internacional de la economía provocó la incorporación masiva de trabajadores al sistema de la globalización, sobre todo en América Latina y Asia. Sobre las clases populares de estos Estados recayó la carga de suministrar mano de obra barata al sistema productivo mundial, surgiendo mafias para el tráfico de personas que ocasionaron una nueva esclavitud.
Los trabajadores poco cualificados y los migrantes, localizados en la periferia de las grandes ciudades, fueron empujados a la exclusión social en un mapa complejo donde se yuxtaponían países del centro y de las periferias, Estados que se incorporaban a la globalización y excluidos de ella, dando lugar a sociedades más complejas culturalmente.
Los emigrantes, sobre todo los ilegales, fueron criminalizados y estigmatizados públicamente por las diferencias cultural y utilizados como chivos expiatorios del aumento del paro y el deterioro de los servicios públicos, ya que muchos trabajadores locales los percibían como una competencia directa para acceder al puesto de trabajo y a los servicios sociales.
La destrucción ecológica provocada por la globalización y el neoliberalismo en los años ochenta incrementó la extracción de recursos de la biosfera, sin tener en cuenta los costes ecológicos.
Especialmente grave eran los efectos de la destrucción definitiva de los recursos naturales en la mayoría de los países de la periferia que no se podían imponer las mínimas consideraciones medioambientales por el sometimiento al sistema internacional en condiciones de dependencia.
El mundo producía ya en 1987 siete veces más productos de los que fabricaba en 1950 y la población mundial seguía creciendo a un ritmo muy acelerado. El éxodo campesino era el factor inicial más importante del crecimiento extremadamente rápido de las ciudades. Durante los años 80, Ciudad de México se consolidó como una megaciudad, pasando de ser una ciudad con 8.8 millones de habitantes a una con 13 millones. Lo mismo ocurrió con Sao Paulo, que pasó de tener 7.6 millones de habitantes a 12.1 millones. A finales de la década prácticamente la mitad de la humanidad vivía ya en centros urbanos.
La respuesta política más importante fue la creación del partido de Los Verdes en Alemania, en enero de 1980, que ya en 1983 llegaron a los dos millones de votos, superando la barrera del 5%, con 27 escaños, después de haber entrado en los parlamentos regionales[23].
En el año 1983 también se creó la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo, conocida como “Comisión Brundtland”[24] para estudiar los problemas ambientales que afectan al planeta vinculados con la economía internacional y sobre todo con los modelos de desarrollo.
En 1987 publicó el documento denominado “Nuestro Futuro Común” (Our Common Future) con una propuesta de desarrollo sostenible, definido como el proceso que «satisface las necesidades presentes, sin amenazar la capacidad de las generaciones futuras de abastecer sus propias necesidades». El informe abordaba los problemas medioambientales conectándolos con “la situación de extrema pobreza en que viven grandes segmentos de la humanidad.”, recordando que al comenzar el siglo veinte ni la población ni la tecnología humana habían tenido la capacidad de alterar los sistemas planetarios, al contrario de lo que estaba ya sucediendo.
Las consecuencias eran que muchas especies del planeta se encontraban en peligro o estaban desapareciendo, y alertaba que los problemas de calentamiento y acidificación serían intolerables y que “se sabe que la demanda de energía se encuentra en rápido aumento. Si la satisfacción de la misma se basara en el consumo de recursos no renovables el ecosistema no sería capaz de resistirlo.”.
En los años 80, surgieron nuevas tendencias dentro del feminismo como fue la creación en 1981 de la revista «Nouvelles Questions Feministes» por parte de Simone de Beauvoir, que difundió las reflexiones teóricas y políticas de los movimientos de todo el mundo, elaboradas tras los movimientos de liberación de los años 70. La revista trabajó para eliminar la diferencia de sexos existente en la sociedad y contra el sistema patriarcal en pro de una sociedad igualitaria[25].
Estos años fueron decisivos para alcanzar en los países del centro conquistas imprescindible: igualdad ante la ley, incorporación a los estudios, trabajos y profesiones tradicionalmente masculinas, ley de divorcio o despenalización del aborto.
En los países de la periferia, la flexibilidad laboral favoreció el trabajo informal, desprovisto de derechos, siendo las mujeres las más afectadas ya que la globalización provocó la incorporación de millones de mujeres al mundo laboral, pero en duras condiciones de desigualdad. Sus condiciones laborales eran inferiores a la de los hombres, aunque desempeñaran trabajos similares. La división del trabajo se desarrolló en el contexto de la separación de géneros y la relación de subordinación de la mujer hacia el hombre, consolidando una situación de polarización de la situación de la mujer con respecto a los países del centro.
En países como Irán, Arabia Saudí, Afganistán o en algunos Estados de África, hubo un retroceso inmenso para sus derechos, con la finalidad de recluirlas en el hogar y reducir su vida a los cuidados familiares. Se implantó la sharía, el código de derecho islámico y se sometió a las mujeres a un código de vestimenta obligatorio, que incluía llevar el hiyab.
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NOTAS
[1] Palomo, A. Auge y expansión de la globalización.
[2] El proyecto Iniciativa de defensa estratégica (IDE), llamado “Guerra de las Galaxias”, incluía una amplia gama de conceptos avanzados de armas como láseres, armas de haces de partículas y sistemas de misiles con base en tierra y en el espacio, así como sistemas informáticos de alto rendimiento.
[3] La “Doctrina de la Seguridad Nacional” se basaba en la perspectiva de guerra total contra las organizaciones o movimientos que, dentro de cada país, pudieran favorecer o apoyar al comunismo, justificando golpes de estado y la violación de derechos humanos. Carosio, Alba. Treinta años de democracia en América Latina: procesos de democratización y amenazas. Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos.
[4] Mauro, R. América Latina, dependencia y globalización.
[5] América Latina, dependencia y globalización.
[6] La Comunidad Económica Europea (CEE) fue una unión económica creada por el Tratado de Roma de 1957. Cuando en 1993 se formó la Unión Europea, la CEE se incorporó a ella y pasó a llamarse Comunidad Europea (CE). En 2009, las instituciones de la CE fueron absorbidas por el entramado institucional de la Unión Europea, dejando la CE de existir.
[7] Como muestra basta indicar que la primera decisión de Margaret Thatcher fue terminar con los controles británicos sobre los movimientos de capital
[8] Zamagni, V. Historia económica de la Europa contemporánea
[9] Gowan, P. La apuesta por la globalización
[10] Palomo, A. Auge y expansión de la globalización.
[11] Boyer, R. (1994): «Las Alternativas al Fordismo. De los años 80 al siglo XXI»; en Benko, G., y Lipietz, A. (eds.): Las Regiones que Ganan, Edicions Alfons El Magnànim, Valencia, 1994.
[12] Estevan, A. Adiós al tercer mundo.
[13] Safón Cano, V. ¿del fordismo al postfordismo? El advenimiento de los nuevos modelos de organización industrial. Primer Congreso de ciencia regional de Andalucía.
[14] Palomo, A. Auge y expansión de la globalización.
[15] Rodríguez Asien, E. Los tigres asiáticos y su evolución económica.
[16] CEPAL. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe es una de las cinco comisiones regionales de las Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile.
[17] Informe sobre la Comisión económica para África: Cuestiones de programación, operaciones, reestructuración, y descentralización en el plano regional. Preparado por Alfred N. Forde y Miljenko Vukovic.
[18] Estevan, A. Adiós al tercer mundo.
[19] Ocampo, J. Manual de historia económica mundial.
[20] La red SWIFT es el acrónimo de Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication.
[21] Farrell, H. y Newman, A. Encadenados a la globalización.
[22] Todd, Selina. El Pueblo. Auge y declive de la clase obrera (1910 – 2010)
[23] En 1980, Los Verdes entraron en el parlamento de Baden-Württemberg con el 5,3 por 100 de los votos; en 1981, en Berlín con el 7,2; en 1982, en Hamburgo con el 7,7, en Baja Sajonia con el 6,5, en Hesse con el 8 y en Bremen con el 5,4.
[24] En referencia a la Presidenta de la Comisión, la Primera Ministra noruega Gro Harlem Brundland.
[25] Parodi, G. Sobre la historia y la actualidad del movimiento feminista. Rebelión
(*) La imagen representa una obra del artista canadiense Douglas Coupland