Desde el punto de vista político y social uno de los datos más relevantes del año que está finalizando es que la sociedad española, tras 31 años de democracia constitucional, ha empezado a considerar como un grave problema para el ciudadano a “la clase política” nacional.
Según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicado en estos últimos días del año 2009, el tercer principal problema que identifica la sociedad española es “la clase política” (para un 16,6% de los españoles), tan sólo detrás del paro (78,4%) y la situación económica (45,9%), superando a otras graves problemáticas como el terrorismo, la vivienda o la inseguridad ciudadana.
Realmente es significativo que los que tienen como principal responsabilidad la gestión de soluciones a los problemas ciudadanos sean a los que la propia sociedad sitúa ya como uno de los principales problemas: los político/as. Claro que, dados los escándalos políticos de toda naturaleza que se han sucedido en todo el territorio nacional, con frívolos cruces de declaraciones de los máximos dirigentes políticos sin asumir responsabilidades, huidas hacia adelante, y mucha soberbia por parte de la mayoría de los principales actores de la vida política actual, nos ha llevado a muchos ciudadanos a concluir que quien no ofrece soluciones a los problemas es que son parte de esos problemas.
Pero, esta grave situación de la vida política en España no nos deber llevar a la atonía democrática. Más bien, todo lo contrario. Quizá seamos los propios ciudadanos los que tenemos en este momento crítico la responsabilidad de construir la democracia, de fortalecer el Estado Social y Democrático de Derecho que propugna nuestra actual Constitución, ante el lamentable espectáculo que está ofreciendo la clase política patria a todos los niveles territoriales.
Si los políticos no son capaces de hacerlo, tendremos que ser los ciudadanos los llamados a reestablecer los valores éticos en la vida política. No esperemos a las próximas elecciones (luego se extrañarán del incremento del voto en blanco), ejerzamos cada día nuestra responsabilidad individual a favor de la democracia y en contra de la corrupción en la vida pública y política. Ejerzamos de forma activa nuestro derecho democrático a la libertad de expresión y denunciemos públicamente a quien no cumpla debidamente con sus obligaciones en los cargos públicos representativos. Y cuando lleguen las citas electorales, seamos consecuentes con todo lo que está sucediendo en nuestro país. La democracia está también en nuestras manos, en las de los ciudadanos, y no sólo en las de los partidos políticos.
Quiero romper no una lanza,sino un Ferrari Testarosa en contra de tanto masón y rojeras antisistemas(este articulo dá fé de ello)y hacer un elógio,una alabanza apologistica a favor de la cleptocrácia y sus variantes;el nepotismo,,peculado y el clientelismo político,pilares de nuestra Democrácia.
A veces,los subditos(por naturaleza,desagradecidos)cuestionan el desvelo de las élites dirigentes que altruisticamente propugnan;La propiedad de los bienes públicos en manos esclusivas de su colectivo político-juridico-económico-empresarial,dado en el reconocimiento implícito y reiterativo-elección trás elección-en las urnas,que los avalan con legitimidad democrática.
Pensar,decir que la prevaricación,el cohecho,la corrupción está amenazada por llegar al conocimiento de los subditos,suena a disparate y es erróneo.Todo político profesional(salvo funestas ecepciones)sabe que todo tipo de plebendas es el motor de la economía..Por tanto,SÍ reconocer que queda pendiente,perfecionar los mecanismos de ocultación(por tradicción,mayormente)y redifinir el concepto Democrácia,estado de derecho,etc,para vaciarlos aún más de contenido.
La honrradez,ese arcaicismo,es un acto impropio del que será,cadaver político y la verdad,en política,afortunadamente yá está prescrita.