El 9 de noviembre hace veinticinco años que cayó el muro de Berlín y el sueño y la pesadilla del “socialismo realmente existente”. Después de veinte años dos cosas parecen claras: la alternativa estalinista es una malísima solución y el capitalismo un gravísimo problema (el problema humano por excelencia).
Para los ciudadanos y ciudadanas de los países del área soviética la caída del muro fue una liberación y una condena al mismo tiempo. Para los habitantes de los países desarrollados una condena sin paliativos. Sin el miedo a la URSS y a la revolución el “Estado del bienestar” nunca hubiera existido.
La caída del muro no sólo hundió en la insignificancia a la izquierda estalinista sino que también dañó gravísimamente a la socialdemocracia. Sin la amenaza de la URSS ya hemos visto en que ha quedado la socialdemocracia; Blair, González, Hollande. un social liberalismo tan dañino como imposible.
La terapia se extinguió pero la enfermedad persiste más agresiva y letal que nunca. El anticapitalismo es hoy mucho mas necesario que antes de la caída del muro pero la necesaria fuerza negativa de los cambios históricos tiene que venir asociada a un proyecto de futuro positivo. Uno de los grandes errores de los teóricos del socialismo científico fue comportarse como “socialistas utópicos” en la planificación del futuro y creer que la simple destrucción de las relaciones jurídicas de producción (la abolición de la propiedad privada) daría lugar de forma espontánea a una nueva sociedad irreversiblemente reconciliada. El socialismo que vendrá tendrá que asumir que el futuro no está escrito, ni la humanidad condenada a la victoria.
En este sentido cualquier proyecto socialista deberá construirse sobre cuatro límites infranqueables. El primer límite es sistémico, el capitalismo en su actual fase no es compatible con ninguno otro sistema, no es posible compaginar capitalismo y socialismo (la ilusión socialdemócrata ya no es factible). El segundo límite es político; sin democracia, derechos e instituciones garantistas no hay ni libertad ni igualdad. El tercer límite es social, sin una sociedad organizada sobre prácticas e instituciones cooperativas, solo quedará la coerción del Estado, el terror. Y por último, el cuarto límite es físico; los límites ecológicos del crecimiento .