Mario Ortega / Simplificando. La luz natural, en realidad cualquier onda electromagnética, es la propagación de la vibración en todas las direcciones del espacio de un campo eléctrico y un campo magnético perpendiculares entre sí. Existen materiales que son filtros de luz polarizada. Cuando se interponen en la trayectoria de la luz sólo dejan pasar las vibraciones en un sólo eje, obstaculizando o reflejando el paso de las demás. Cuando de luz visible se trata los llamamos cristales de luz polarizada, limitan los reflejos y pacifican nuestra sensación visible. Este es el truco óptico por el que funcionan las gafas polarizadas. Simplificando.
La campaña electoral del 26J, en la que ya estamos, se va a polarizar en una especie de todos contra Podemos y sus sumas. El material táctico, todavía no estratégico, que va a simplificar la percepción de las opciones de campaña a la vista del electorado va a ser el acuerdo de confluencia electoral de Podemos e IU. “Pateado el tablero político” de forma irreversible, hay una cierta vuelta al la polarización sobre el eje derecha-izquierda.
Con mucha probabilidad nos vamos a encontrar, ya lo estamos viendo, una campaña muy agresiva de todos contra Podemos. Ese “todos” tiene, a ojos vista, dos frentes, el mediático y el político. Sumados representan la gran coalición de las fuerzas del régimen del 78 que no quieren cambio. Esa promoción de la crispación contra Podemos y sus sumas se percibirá por el electorado a través de gafas polarizadas.
Dos son los elementos de construcción del filtro polarizante. El primero, el pacto fallido Rivera – Sánchez que sitúa al PSOE en el ámbito del cariño a la derecha, y el previsible pacto Podemos – IU que amplía el espacio electoral con una clara señal al grupo votante de más edad que se identifica más con la definición “izquierda” que con “los de abajo”.
Ha bastado conocer los resultados del referéndum interno de Izquierda Unida sobre la confluencia electoral con Podemos para desatar una nueva oleada de iras procedente de los tres partidos que soportan (PP-PSOE) o apuntalan (C´s) el régimen -democrático, como dice Felipe VI- del 78. Hasta Felipe González en el aniversario de PRISA ha vuelto a ponerse pesado con la idea de gran coalición PP-PSOE.
El denominador común de esas manifestaciones sañudas contra las sumas y confluencias es comparar la previsible unidad electoral de Podemos, IU, y sus alianzas territoriales, con “la vieja izquierda comunista”. Eso y, por parte del PSOE, la resurrección fantasmagórica de la pinza PP-IU.
Pero no vivimos en los noventa del pasado siglo, hay una generación nueva, a la que el futuro le ha sido robado, que el 20D provocó una grieta en los pilares estructurales del bipartidismo y sus soportes nacionalistas vasco y catalán (recordemos que Podemos y En Comù Podem fueron primera fuerza política en los territorios con más influencia del voto nacionalista contribuyendo de forma notable a destensar la “confrontación nacional”). Si esa grieta no fue a más es porque los escalones superiores de la pirámide de edad conservan de manera resiliente una memoria política construida sobre el eje derecha-izquierda.
Vemos que, al tiempo que se amortigua el debate territorial, bien por desgaste de legitimidad de las fuerzas políticas que lo representan (incluida el PP), se redefine el conflicto político sobre el izquierda-derecha.
La actuación reciente del PSOE escorándose a la derecha para intentar formar gobierno y la alianza Podemos-IU, construye unas gafas polarizadas que atenúan las ondas que vibran sobre el eje nacionalismo español-nacionalismos periféricos, al tiempo que eliminan los reflejos que, al deslumbrar, impedían ver la verdadera posición ideológica de Ciudadanos y del PSOE.
De modo que vamos a una campaña en la que la cuestión territorial cae en intensidad y la cuestión izquierda derecha sube en visibilidad. Lo primero rompe con la principal acusación que en la campaña del 20D se lanzaba contra Podemos y lo segundo llama al electorado de mayor edad, reacio a cambiar el eje de decisión de su voto. Las alianzas de Podemos y sus confluencias con IU se presentan así más como un multiplicador que como una sumatoria.
Ahí, en ese pliegue temporal de los discursos del cambio, es donde se abre la posibilidad de un fuerte empujón al cambio en Andalucía. Porque es justo cuando las líneas de conflicto son las luchas por la igualdad y los derechos cuando el voto andaluz busca acomodo donde haya más potencial de cambio. Se que esto último dicho aquí, en el marco del andalucismo de Paralelo 36, puede parecer contraintuitivo, pero es cuando se polariza el debate en términos prácticos entre la posibilidad de que gobierne el PP o que gane Podemos, cuando la vía de escape de voto del PSOE (el casi ya partido regionalista andaluz) puede acentuarse y el crecimiento previsible de C`s limitarse, al difuminarse las líneas de los conflictos territoriales.
La suma de votos de Podemos e IU con los resultados del 20D hubiese dado prácticamente 4 escaños más de los 10 que obtuvo Podemos (14 en total), 1 menos al PSOE, 2 menos al PP y 1 menos a C´s. Ahora, caminando en la unidad hacia el 26J, podemos soñar con 18 escaños andaluces para el cambio en el Congreso.
@MarioOrtega