Ángela Aguilera. Mirar hacia atrás, mirar la historia sin resignación es fundamental para construir el futuro. Es así, como los andaluces y andaluzas debemos recordar ese hito histórico que supuso el 4 de diciembre de 1977. Aquel día, mientras las madres de ayer, abuelas de hoy, amarraban a los palos de sus fregonas las blanquiverdes para reclamarse como pueblo, un nuevo sujeto político nacía en consecuente rebelión al que un año más tarde, sería el régimen del 78. Un nuevo régimen que no daba satisfacción a las legítimas reivindicaciones de nuestra tierra y que nos reservaba la entrada por la puerta de servicio al estado de las autonomías.
Supimos, en un acto de sabiduría popular, que era ahora o nunca, y nuestras ansias de trabajo, tierra y libertad se desparramaron por las calles como una sola voz. Supimos liberar la alegría de reconocernos como pueblo tras décadas de silencio, de miseria y subalternidad. Aquel día, vertimos nuestra sangre, la sangre de un andaluz, sangre inocente para la que todavía no ha habido justicia. Suma Caparrós su nombre, sin cuneta, a la ignominiosa lista de los hombres y mujeres que nunca olvidaremos… con justicia o sin ella. Nuestro 4 de diciembre fue, en definitiva, la más viva e identitaria expresión de un pueblo ante su propia historia.
Después de casi cuarenta años es momento de mirar al frente con orgullo y sin resignación para volver a ser lo que fuimos… otra vez… como aquel mes de diciembre. Abordamos con esa esperanza la construcción de un proyecto nacional andaluz que arranque a Andalucía de las garras de la dependencia económica, del papel subalterno y periférico al que la condenaron los gerifaltes del turnismo. Porque la cuestión nacional andaluza es determinante para la emancipación de los y las de abajo; y Andalucía debe romper de una vez las cadenas que la atan a un régimen que le impide alcanzar sus legítimas aspiraciones, y cumplir así el papel protagónico en la construcción de un modelo territorial para el que sin duda está llamada. No puede haber construcción nueva y solidaria, habitable para todas y para todos, sin la imprescindible aportación de la matria andaluza.
Queremos construir una nación andaluza para derribar muros. Porque Andalucía tiene mucho que aportar más allá de ser la despensa de mano de obra barata para el estado español o la UE; o la ganga u oportunidad a precio de saldo para mayor gloria del capital y sus multinacionales, llámense, Gas Natural, Cepsa o Boliden; o la mamporrera de Trump, (antes de Obama), para dar cobertura al exterminio de pueblos enteros, y condenarnos, sí condenarnos, a la vergüenza de ser los vigías de occidente para que los pobres no crucen las fronteras de doña Ángela Merkel y su asqueroso austericidio. Eso no se le hace a un pueblo como el andaluz, que reclama paz y esperanza para todos los pueblos del mundo. Un pueblo cuya esencia es ser crisol de culturas, de muchas, porque diversidad es nuestro apellido, tolerancia y mestizaje, nuestra divisa.
Construir una nación para defender nuestra soberanía. Sin frentismos. Porque no se construye si no es desde la rotunda voluntad de escuchar y de ser escuchados. No nos gusta que la presidenta de la Junta se haya erigido en la máxima representante del nacionalismo españolista más trasnochado y alcanforado, junto a la derecha que nunca se creyó Andalucía, más allá de la chapita o la banderita plastificada para la ocasión. Eso no nos representa como andaluzas y andaluces.
Sabemos que en casi cuarenta años las cosas han cambiado en nuestra tierra, ¡faltaría más! Pero nunca lo suficiente, ni lo posible, al menos para no sentir otra vez la lacerante desazón de la cola del paro que nunca termina, ni sufrir la vergonzosa estadística de la pobreza, que es mujer, y tiene rostro, y se llama Andalucía. Un Gobierno andaluz, el nuestro, desacelerado en un tran-tran vegetativo, que después de la segunda modernización venida a menos, (sin que muchas nos hayamos percatado de la primera), bosteza abúlico en cada nuevo plan de reindustrialización, en cada plan de empleo, en cada campaña institucional, en cada sombra de sospecha. Una y otra, y una más…
Miramos atrás para dar un paso de gigante. Abordar el proceso constituyente andaluz es sin duda una prioridad y una tarea política de primer orden. Cambiamos el devenir de nuestra historia, echándonos un día a la calle, sin permiso de nadie, y ganamos. Os convocamos a la ilusión de volver a hacerlo para construir la gran Andalucía que soñamos, con vosotras y vosotros.
¡Viva Andalucía Libre!
A veces viene bien una soflama. «otra vez… como aquel mes de diciembre. Abordamos con esa esperanza la construcción de un proyecto nacional andaluz que arranque a Andalucía de las garras de la dependencia económica, del papel subalterno y periférico al que la condenaron los gerifaltes del turnismo.» Pero en ninguna de estas se explica en palabras llanas que entendamos el, digamos, 80 % de los y las andaluzas, qué significa «arrancar de las garras de la dependencia económica, del papel subalterno y periférico….» y, de paso, dar algunas pinceladas sobre el contenido «proyecto nacional andaluz» y cómo llevarlo a cabo.