Sebastián Martín | Con lo que está sucediendo en Grecia, se está confirmando aquello de que la política es la guerra por otros medios. En la batalla van cayendo como primeras víctimas la información rigurosa, el razonamiento cabal y la buena fe. Ahí van ocho tesis contra los argumentos de mesa camilla.
1. Llama la atención la cantidad de gente sensata que ha dado un paso atrás, como horrorizada, por la convocatoria de referéndum. La democracia, por más que pretendan reducirla a la labor de las instituciones, comprende también que se exprese directamente el cuerpo electoral. De hecho, que se haya dado la espalda por completo a la intervención directa del pueblo en asuntos de primer orden, que le afectan de lleno, explica en buena parte la desconexión creciente entre gobernantes y gobernados; la desafección extendidísima a las instituciones y la plena oligarquización de unas instituciones que no rinden cuentas nada más que ante las élites. La convocatoria del referéndum, por parte del Gobierno griego, era el único modo de desbloquear unas negociaciones que ya se habían convertido en una imposición unilateral de condiciones, desde que el FMI impidiese el acuerdo que iba a firmar Grecia -la última propuesta del pasado viernes-, era ya un ultimátum en toda regla, que continuaba en la senda de la austeridad. El referéndum no solo se convertía así en una vía para reforzar la posición negociadora, sino en un modo eficaz para que las burocracias y las élites de Bruselas tuviesen el contraste de una decisión popular
2. Llama igualmente la atención el modo de razonar de esa misma gente sensata, que combina estos dos argumentos, como si fuesen compatibles: a) la deuda griega es impagable, la austeridad ha demostrado que no funciona, hay, por tanto, que reestructurar la deuda e invertir en crecimiento, pero b) Tsipras no debía haber roto las negociaciones, debería haber suscrito el acuerdo de la Troika y debía haber evitado convertir la controversia en un grave problema de escala europea. Como si Tsipras no hubiese actuado del modo en que lo ha hecho porque los acreedores han demostrado con sus actuaciones que ni tenían intención de reestructurar ni de retirar las medidas de austeridad. Precisamente, porque se está convencido de (a) es por lo que no se puede defender (b), por más que algunos, con sus argumentos, tengan como propósito defender una cosa y la contraria para contentar a todo el mundo y aparecer como moderados, centrados.
3. Es igualmente curioso que esos mismos sujetos, preocupados ahora por el affaire griego, no hayan tenido antes excesiva preocupación en la situación del país: pobreza, sectores en riesgo de exclusión, expulsados del sistema de salud, quebranto sensible en los ingresos de pensionistas, empleados, trabajadores, etc. Parece como si el verdadero problema de Grecia hubiese llegado después de convocar el referéndum, porque antes no era para tanto lo que allí pasaba, o, al menos, no merecía la misma indignación, y en el mismo grado, que la que merece la convocatoria de una consulta popular.
4. Demostrando que la convocatoria del referéndum reforzaba la posición griega ante unos socios que habían tratado a Grecia como «enemigo» en el seno de una Unión de Estados (apunte acertadísimo de José Luis Villacañas), ayer mismo Juncker, presidente de la Comisión Europea, enviaba una propuesta a Tsipras que contenía varias novedades: 35.000 millones de inversión entre 2015 y 2020, IVA turístico reducido del 13%, impuesto a los armadores y, lo más importante, conferencia en octubre para reestructurar la deuda, admitiendo moratorias y quitas. Ayer la prensa decía que el Gobierno estaba estudiando seriamente esta nueva propuesta, que respondió con una contraoferta que implicaba la salida del FMI y un tercer rescate por dos años, contraoferta que fue ayer mismo rechazada.
5. Hoy nos hemos levantado, sin embargo, con la exclusiva de que Tsipras cedía y aceptaba las condiciones de Bruselas. Y es aquí donde la propaganda de las grandes cabeceras y las agencias de noticias se han desmelenado: en todas ellas aparecía que Tsipras rectificaba y aceptaba las condiciones que la Troika planteó el viernes. Es decir, Tsipras quedaba como un absoluto tarado, que aceptaba hoy la misma oferta que había calificado el viernes de «humillante» y que le había dado causa para convocar el referéndum. Y no han cejado en el martilleo, obviando, así, dos cosas: 1) que hasta ayer, Juncker no había puesto fecha y dado seguridad al compromiso de reestructurar la deuda, y 2) que lejos de aceptar sin más, Tsipras escribía esta mañana añadiendo otras condiciones referidas a pensiones, a gasto militar y a derecho del trabajo.
6. Si algo ha quedado claro en el curso del día ha sido que Alemania no se sentía ligada siquiera por la última propuesta de Juncker y que desea el referéndum con la vista puesta en una derrota de Tsipras y en derrocar su Gobierno. Prima en su postura mucho más la planificación política que la coordinación institucional requerida en una unión de Estados en la que se presupone la solidaridad mutua.
7. Así, para muchos listos, durante buena parte del día, Tsipras no era más que el gobernante irresponsable que había llevado al país a una consulta de alto voltaje contra un acuerdo que al final había terminado aceptando. El propio discurso de Tsipras, que no encontrarán traducido en los grandes medios, desmiente la operación. Esto afirmaba hoy: «Ya después de nuestra decisión sobre el referéndum cayeron sobre la mesa mejores propuestas de la deuda y su necesaria reestructuración, que las que teníamos hasta el viernes. Evitando que se caigan, hemos presentado nuestras contrapropuestas que piden una solución viable, y por esta razón se convocó ayer de manera extraordinaria el Eurogrupo, que discutiremos de nuevo esta tarde». Por tanto, la noticia martilleante del día, de que Tsipras aceptada el mismo acuerdo que rechazó el viernes, es sustancialmente falsa. Es más, cuando se ha visto la falta de disposición a negociar siquiera sobre esas nuevas ofertas, la falsedad de esa supuesta claudicación contradictoria se ha expresado con la continuidad del referéndum y su apoyo al NO.
8. Si se trata de bloquear la pendiente autoritaria, desigualitaria, jerárquica, antidemocrática, tecnocrática y aguerrida que lleva la UE desde hace algunos años, algo fundamental para países como Portugal, España e incluso Italia o Francia, mucho mejor será que el contencioso griego se resuelva debilitando y flexibilizando las posiciones de la Troika, y no reforzándolas, con argumentos que son, de verdad, de mesa camilla.
Sebastián Martín es profesor de Historia del Derecho de la Universidad de Sevilla. Sus campos de estudio son la historia del pensamiento jurídico-político europeo de la primera mitad del siglo XX, la historia constitucional y la historia del derecho penal.