EditorialP36.14/01/2011. El expresidente del gobierno del partido socialista, Felipe González, ha fichado por la multinacional española Gas Natural. El expresidente del gobierno del partido popular, José María Aznar, ha fichado por ENDESA. El expresidente del congreso de los diputados Manuel Marín preside una fundación de Iberdrola. El señor Serra exministro de defensa con el PSOE y con el PP trabaja para las industria de fabricación y comercio de armas españolas y norteamericana. Zaplana expresidente de la Generalitat valenciana y antiguo ministro, fue contratado para la dirección de Telefónica, sin que se le conozca más competencia profesional en la materia que sus habilidades en el manejo de teléfono móvil. Fabricio Hernández, número dos del ministerio de industria en la actualidad, trabajaba en una consultora cuando avaló un informe favorable a la central nuclear de Garoña. Un alto cargo del ministerio de agricultura coordinaba sus acciones gubernamentales con la multinacional de los transgénicos Monsanto. Dos expresidentes de la Junta de Andalucía llevan años haciendo labores de “representación y mediación” de constructores y otras empresas privadas ante la administraciones municipales y andaluza. El exdirector del gabinete económico del presidente Zapatero abandono la Moncloa para presidir, nada más y nada menos que de la patronal de la construcción.
Estos casos son alguno de los más llamativos y recientes del paso de la política a la presidencia y dirección de empresas privadas que actúan en mercados oligopólicos o de una fuerte intervención estatal. A este entrar y salir de la administración pública hacia la empresa privada de altos cargos y políticos es a lo que en ciencia política se le denomina el “ efecto puerta giratoria” y que no es sino una forma, más o menos legalizada, de corrupción política y de secuestro de los intereses públicos al servicio de las grandes corporaciones privadas.
La legislación que regula las incompatibilidades está llena de lagunas y de vacios que son aprovechados para engrasar las puertas giratorias entre el podre político y el poder económico. El endurecimiento y perfeccionamiento de esta legislación es un requisito imprescindible pero claramente insuficiente. Un fenómeno de “corrupción institucionalizada” como el de las “puertas giratorias” rebaza los límites del simple control punitivo y se adentra en el entramado económico institucional. Para clausurar estas “puertas giratorias”, o al menos para angostar su perímetro lo máximo posible, será necesario hacer cambios drásticos en las condiciones institucionales de los mercados donde se genera esta forma de corrupción de “guante blanco” . Hay que reformar los mercados oligopólicos, como el de la energía, o los mercados mixtos de insana e ineficiente fusión entre actores públicos y privado, como es el caso del mercado del medicamento. Sin la reforma de este tipo de mercados la puerta giratoria seguirá girando para oportunidad de corruptos y escándalo, esa «cebra rayada» que decía Ferlosio, de fariseos.
Desde hace siglos la historia del reino español tiene una recurrencia. Cada vez que la «corrupción institucionalizada» les supura hasta debajo del cielo de la boca y provoca el hastío o la rebelión generalizada, siempre queda por satanizar a una supuesta «amenaza extranjera» o hay que buscar una «quintacolumna». Ayer para el expolio público servía el hereje, con especial predilección del «moro»; pero ya más modernamente «el rojo» ha servido para idéntico propósito, condición de paria que estamos a punto de recuperar, ante el maremoto naZional-catolici$ta que se avecina.
No resulta extraño por ello que la autodenominada «izquierda» se alíe con la derechona de toda la vida -una mano lava la otra, gustan guiñarse- para mantenernos con un férreo control mediático en la inopia. Hay que repartirse el botín y ocultar la complicidad extranjera vaticana en el expolio. ¿Quién se atreverá a quejarse vehementemente? No hay duda, el temerario suicida si llegase a rechistar, en medio del silencio de los corderos del «pensamiento único», sólo puede extraer el brío de su resistencia del «fanatismo fundamentalista» o de apologizar alguna suerte de «terrorismo». Así las conciencias mercenarias encontrarán un caracterizado enemigo simulado al que batir, ladrando para que los amos les sigan llenando el plato de pienso.
Observad esa foto de Aznar y González que hubiera hecho las delicias del universal escritor polaco Kapuscinski. ¿Alquien podría dudar que ambos personajes representan los mismos intereses de clase? Nadie, claro, salvo algún integrista vasco o musulmán a demonizar. El mismo corte de pelo, idéntico terno tardofranquista. Similares sonrisas postizas de consumados tartufos de la política. Clónicas poses de faranduleros versados en la intriga. La autocrítica de quienes nos gobiernan o expolian obtiene menos réditos y complicidades políticos que hacer de quijote de pega entre burkas, infibulaciones de clítoris o cualquier paja en el ojo ajeno que desvíe la atención, no de la viga, sino del portaviones Saratoga en el propio ojo (no diré de donde). Así nos tienen a los andaluces desde hace décadas, como si no estuviéramos a la cola de Europa según todos los índices socio-económicos, como si no estuviesen haciendo una tábula rasa de nuestra Cultura milenaria.
Por ello siempre se encontrará el aplauso del respetable gentío de los súbditos cuando, a la hora de señalar las verdaderas causas de nuestros males, los espabilados trepas señalarán el dedo que a tal cosa se atreve o fumigarán al mensajero. La crítica únicamente se permitirá si es contra quien por su lejanía o carácter minoritario no puede defenderse: la tramoya de Irán, fray turbante de donde-cristo-perdió-el-poncho o cualquier tonto de la aldea al que los media le den cancha. Además, si se presentase alguien sensato o con sentido común, no se le dejaría jamás dirigirse a las masas con un discurso convincente. Por eso nadie recordará como hechos relevantes a quel inmigrante negro que se metió dentro de un contenedor de basura en la corrupta Mijas (Málaga) y se quemó a lo bonzo, ni al padre de familia de Hospitalet que ante el deshaucio inminente de su familia prefirió ahorcarse. ¡Cuántas tragedias solapadas no habrá en estos aciagos días mientras nos entretienen con los fuegos de artificio de la cada vez más nauseabunda «sociedad del espectáculo!
Mientras tanto, entre «aquihaytomates» y «ritaslacantaora» sacadas fuera de contexto orquestadas por el Gran Hermano colonialista de madriz, una corrupción creciente se sigue cebando en las carnes de tantos desposeídos -auspiciada por banqueros, curas y políticos preferentemente-, una sesión extra de «circensis» nos ayudará casi a olvidar que cada vez tenemos menos «panem». Pero la culpa no la tiene ningún Zapatero, Aznar o González, porque el poder no se posee, sino que se otorga. La responsabilidad última es de los millones de cómplices que toleran tal repulsivo estado de cosas y encima se las dan de «progresistas» o de «evangélicos». Cada vez engañáis a menos víctimas. Ojalá que la caída os sea lo más dura posible, despojos indignos de la humana condición…
¡¡¡VIVA AL-ANDALUSIA INDEPENDIENTE Y REVOLUCIONARIA!!! LIBERTAD PA TOS LOS PUEBLOS DE LA TIERRA!!! VENCEREMOS, VENCEREMOS, VENCEREMOS!!!
Joé, de tanto chupeteo van a terminar engulléndose a sí mismos jajajaja!
http://www.youtube.com/watch?v=sNn2vTI2YUk
Aclaratorio el escrito, muy bueno. Pero puntualizar una cosa:
Narcís Serra y Eduardo Serra son dos personas distintas, los dos fueron ministros de defensa, uno con el PSOE y otro con el PP. Pero (aquí puede estar la confusión) Eduardo Serra fue subsecretario de estado con UCD, secretario de estado con el PSOE y ministro con el PP, siempre en defensa.