La personal interpretación del cuadro del pintor granadino José Guerrero LA BRECHA DE VIZNAR es un comprometido pretexto para clamar por la memoria histórica y homenajear la figura de Lorca ahora que se cumple, como todos los 18 de agosto, el aniversario de su muerte.
El artículo lo escribí en 2006, algo se ha avanzado desde entonces. A una débil Ley de Memoria Histórica y diversos peloteos competenciales entre instituciones e instancias judiciales, se ha contrapuesto el buen trabajo de las Asociaciones para la Recuperación de la Memoria Histórica y al apoyo de grupos de investigación universitarios que atesoran un conocimiento detallado de la ignominia fascista.
Pero aún queda mucho trabajo. En Granada una placa en honor de las casi 2.500 personas fusiladas en la tapia del cementerio ha sido retirada por un gobierno municipal del Partido Popular. A un tiempo un monumento fascista dedicado a Primo de Rivera sigue ocupando el centro de una plaza recoleta frente al palacio de Bibataubín. Cinco manos locas en actitud de saludo fascista se yerguen sobre el monolito. El mismo gobierno derechón granadino que retira la placa honorífica de la tapia del cementerio, se niega a retirar el bronce franquista que conmemora la victoria de la sinrazón.
Es sabido, Granada era muy republicana, tal vez por ello, la represión en la ciudad fue brutal y vertiginosa.
LA BRECHA DE VÍZNAR
El Centro José Guerrero, del Museo de Arte Contemporáneo de la Diputación de Granada, alberga una colección permanente del pintor granadino que le da nombre. En él, sito en la calle Oficios, se encuentra el cuadro La Brecha de Víznar. Dos lindes profundas y diagonales, formadas por la confrontación entre un blanco de fulgor astral y un negro “vivo y transparente”, cizallan un abismo oscuro. En ese barranco nocturno y tenebroso ocurrieron, como en tantos otros lugares y cunetas, hechos históricos abominables. Para mis ojos, es la luna la que dibuja la profundidad telúrica. Luna lorquiana que, como el costado de Sierra Morena, reflejada en la tierra del barranco tamiza una consistencia tenue de tierra amalgamada con sangre.
Los triángulos que forma el blanco con levísimos reflejos purpúreos se clavan sobre la tierra negra. Tierra que resume toda la noche negra en la que se sumió España en el año 1936. En el vértice incisivo un borbotón rojo de sangre simboliza la herida abierta. La Brecha de Víznar, pintada por Guerrero en 1966, fue causada por una guerra que ganó el fascismo insurrecto y, hoy, sigue siendo venero de infamia para gentes que sufrieron el estigma del olvido.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, promueve y trabaja para la localización de centenares, miles, de cadáveres amontonados en fosas comunes o arrojados en cavidades perpetradas en los márgenes de los caminos. El aliento que impulsa ese viaje es el mismo que impulsa al hombre, como ser con conciencia temporal, a explorar el universo, a sumergirse en los recónditos recovecos de la materia, a cultivar las manifestaciones artísticas, o a dejar constancia de sus obras: conocer y no olvidar. Honrar a nuestros muertos, dignificar su memoria, es descubrir nuestra condición de seres temporales, sentir el pasado y convocar el futuro.
Vengo leyendo opiniones diversas sobre la confrontación entre la necesidad de buscar y exhumar a sus muertos que sienten los familiares de las victimas asesinadas en el barranco, y la opinión de la familia Lorca, nada favorable y no predispuesta a desenterrar los restos óseos de nuestro poeta –sobra el adjetivo– universal. Podría entender que la familia Lorca sienta razones de peso, por ejemplo, evitar un circo mediático, o impedir el morbo de imágenes que pudieran ser descarnadas. Pero creo que frente a ese derecho, diríamos individualizado, personificado en una familia, se contrapone un derecho colectivo, una fuerza multitudinaria que movió en Argentina a las Madres de Mayo, y que sigue impulsando hoy a asociaciones para el conocimiento de la verdad en muchos países arrasados por totalitarismos.
En mi opinión, puesto que el equipo de la universidad de Granada que se encargaría de la investigación ha ofrecido, públicamente y oficialmente, suficientes garantías de seriedad, y, dado que de la declaraciones de su director, se deduce que no están dispuestos a permitir ninguna interferencia innoble, deberían primar los derechos de la colectividad a honrar a sus muertos. Entre ellos, el derecho de la familia del maestro Dióscoro Galindo, el derecho de la familia del banderillero Francisco Galadí, asesinados la misma noche y a la misma hora que el banderillero Joaquín Arcollas, éste sin familiares vivos conocidos.
Asesinados todos la misma noche, a la misma hora y en el mismo sitio que Federico. Derecho que reclaman miles de familiares de ajusticiados sin ley en toda España. Realizadas las investigaciones, los restos de Lorca podrían volver a descansar en el mismo lugar en el que se encuentren, quizás junto a ese olivo en el que se cree que están. De este modo se detendría el manantial de desconsuelo de los vivos, se cortaría la gangrena de los montes, se suturaría la herida de la historia y se cicatrizaría el paisaje, dejando sólo la brecha natural y un paraje protegido in memoriam de todos los muertos y de Federico García Lorca.
La Brecha de Víznar cobraría vida frente a la muerte anónima.
Creo modestamente que el poeta así lo hubiese querido.
Los pollos de la actualidad cavan
buscando memoria;
y removiendo la sangre reseca
se regocijan profanando la gloria
que alcanzaron los que murieron
por un ideal sin reserva.