04/03/2011.
Decía Gandhi que la velocidad es algo irrelevante cuando se corre hacia el abismo. Ciertamente el problema fundamental no es la velocidad sino la dirección hacia la que corremos. A la reducción (110 Km/h) del límite de velocidad máxima en autovías y autopistas que el gobierno aprueba hoy, se le podría objetar algo parecido. Para afrontar la crisis energética y climática no basta con aumentar la eficiencia o con disminuir el consumo en algunas actividades: es necesario cambiar la dirección hacia la que se avanza.
Imaginemos, a modo experimento mental, que logramos producir un combustible basado en agua salina. Este cambio tecnológico aislado tendría como consecuencia un abaratamiento brutal del precio de la energía. El impacto ambiental seria terrorífico pues el abaratamiento del precio de la energía causaría un incremento exponencial del consumo de materia primas (que en su mayoría no son renovables) a un ritmo acelerado y se generarían residuos inasimilables. Lo que podría ser visto como un logro ecológico no haría sino acelerar la carrera hacia el abismo (agotamiento y colapso). Esto es lo que los economistas, desde Jevons, denominan “efecto rebote”.
El abordaje de la crisis ecológica sólo puede ser realizado desde una perspectiva sistémica. Los imprescindibles cambios tecnológicos son instrumentos que han de ser insertados en un cambio global al que sirven y no al que sustituyen (como propugna el discurso tecnocrático).La eficiencia han de ser global y total y no local ni parcial. Toda medida de innovación tecnológica que reduzca sensiblemente el coste de producción de un bien en el marco del capitalismo global, conduce al aumento de consumo y producción de este bien, y por tanto al incremento de la insostenibilidad total.
¿Debemos despreciar por ello medias parciales como la propuesta del gobierno de reducción de los límites de velocidad? Para nada. Reducir el límite de velocidad es positivo pues permite reducir el consumo de petróleo y de emisiones de gases de efecto invernadero. Lo negativo de esta medida, amén de lo restrictivo de su amplitud, es que se plantea como una medida coyuntural en virtud exclusiva, se supone erróneamente que también coyuntural, del incremento del precio del petróleo. La reducción del consumo es, y deber ser, un objetivo en sí misma debe ser extendido a todo tipo de actividad. La austeridad es el único marco normativo y programático donde los cambios tecnológicos pueden contribuir a la eficiencia global.
La disminución de la velocidad en el tráfico tiene además, otros efectos positivos. Reduce la posibilidad de accidentes por que mejora la tasa de respuesta acertadas en el manejo de la conducción. Un hombre o una mujer joven medio pueden correr, durante unos pocos minutos, a una velocidad máxima de entre 24 a 29 Km hora. Nuestro aparato perceptivo esta evolutivamente diseñado para responder con acierto a velocidades muy inferiores a las que nos somete el uso de instrumentos tecnológicos como el automóvil. Cuando quién conduce son personas profesionales, convenientemente entrenadas y seleccionadas para la velocidad, la tasa de errores disminuye. Pero si sometemos a estos niveles supranormales, para nuestra especie, de velocidad a millones de individuos no expertos, el aumento de la probabilidad de siniestros crece. Contra más velocidad mas diminución de reflejos y de capacidad de reacción; ergo mayor número de siniestros.
Una velocidad más elevada comporta también una menor estabilidad mecánica de los vehículos por el incremento de la velocidad lateral en curva y cambios bruscos en la trayectoria. La distancia de frenado se amplía en una ratio 1/3 metro por dada unidad de aceleración. A más velocidad es más difícil ensayar con éxito el frenado. Finalmente, la fuerza que se ejerce sobre el cuerpo humano en caso de siniestro (choque o atropello) se acrecienta con el incremento de la velocidad. Esto ya lo formalizó Newton mucho antes de que existiera la Ford o la Renault. Todos sabemos que, como el legionario del chiste, lo “peligroso de las balas no son ellas mismas sino la velocidad con que vienen”.
La mejora tecnológica de los automóviles y del diseño de las carreteras no elimina ninguna de las relaciones descritas entre aumento de velocidad y aumento de la siniestralidad. Aquí también se produce un particular “efecto rebote”: el aumento de la sensación de seguridad (y la disminución de la percepción de velocidad) estimula conductas de mayor riesgo y de mayor velocidad. De tal modo esto es así que la final la ecuación entre velocidad y siniestralidad sigue cuadrando.
Bienvenida sea pues esta modesta, insuficiente y tímida medida de disminución de la velocidad. Las voces que se han manifestado contra la misma van desde la ignorancia demagógica de Cayo Lara (ha dicho que “dañara a los pobres” como si estos tuvieran mas prisa) a la obscena observación de este artista de la pornovelocidad que es Fernando Alonso (dice que “a 110 se duerme”, sus dosis, sin lugar a dudas, son mucho más fuertes). Todos los adictos a esa gran droga de nuestro tiempo, la velocidad, se han sentido violentados por sólo diez (¿sólo diez de verdad?) kilómetros menos. Como cualquier adicto reaccionan violenta e irracionalmente ante la más mínima reducción de la dosis. El Partido Popular, por no faltar ni un día a su permanente noviazgo con el error y el mal, tampoco está de acuerdo.
¡»ANDALUCIA IMPARABLE»!:
http://www.kaosenlared.net/noticia/pleno-parlamento-andaluz-rechaza-creacion-comision-investigacion-sobre
Magnifica editorial. Quiero añadir la percepción de que el gobierno está también comunicando el pánico sobre un shock en el suministro y precio del petróleo que se sumaría al pánico por la situación financiera (inflación, subisa de tipos y encarecimiento de la deuda privada y pública) lo que a su vez se sumaría al problema central: un paro superior al 20% producto de una economía no competitiva.
Comparto plenamente los comentarios de este articulo y añado, desde mi experiencia profesional de comercial y por tanto es- forzado conductor, que las multiples incidencias de trafico -retenciones, obras, accidentes, etc.- consiguen que al final las diferencias por circular diez quilometros más o menos de velocidad media no repercute en nada, como no sea como bien apuntais, en seguridad y ahorro. Encima luego coincidimos los más veloces y los más lentos tomando cafe en bar de carrtera o en la sala de espera de la vista a nuestro cliente, o lo que tercie.
Hay que aprovechar esta ocasión para preguntarnmos muchas cosas que subyacen en la indstria del automovil y la impelación al consumo de vehiculos privados y el papel de las petroleras subiendo de manera totalmente especuladora al menor atisbo de crisis política en los paises productores. ¿Que hacemos llenando las calles de coches y dedicando una parte importante de nuestro presupuesto familiar al mantenimiento y renovación de nuestro vehiculo automovil? Es una trampa de que habria que romper por muchas razones, por estas, por Ecología, por solidaridad, . . .