10/03/2011.
Para Rawls una sociedad es más justa cuanto más derechos y bienes tienen aquellos y aquellas que menos derechos y bienes tienen. O dicho de otro modo, es más justa aquella sociedad donde están mejor los que están peor. Si aplicamos este principio de inclusión social a las ciudades, obtendremos la fórmula de la ciudad humanizada y habitable. Esta fórmula ha sido definida, por urbanistas y ecologistas, como la ciudad 8/80. Una ciudad amable y asequible para los niños y las niñas (8) y para los ancianos y ancianas (80).
Las grandes metrópolis modernas han sido, y son, una formidable maquinaria de exclusión social. Desde que la Carta de Atenas prescribió la segregación funcional del espacio urbano, el circulo elíptico que eran los burgos o las medinas fuero despareciendo o siendo acorralados y atravesados por la fábrica y el automóvil. Una nueva (no) ciudad de plástico, como la llamó Samir Amin, creció y creció hasta devorar cada vez más y más recursos, incluido como tales, a sus propios habitantes.
En esta ciudades segregadas los niños y las niñas, las viejas y los viejos, los pobres, los sin empleo y los inempleables, los raros, los normales, los emigrantes, los peatones, las mujeres, los ciclistas, los paseantes, los aficionado a la calle y a la conversación, los amantes de perder el tiempo, los lentos, los que no tienen prisa en llegar pronto a ninguna parte; todos esos, que somos en gran medida todos,no tienen sitio. Esta ciudad inhabitable no esta hecha para las inmensas mayorías silenciosas. Solo una minoría ruidosa y agresiva, empeñada en aumentar la velocidad del círculo, es la dueña.
Fenómenos como el del vandalismo urbano, que cuestan a los ayuntamientos andaluces un elevado porcentaje (casi el 40%) de los presupuestos de mantenimiento, nos indica claramente el grado de desafección alcanzado entre este espacio frio y desolador y muchos de sus habitantes. Solo los tiempos y los lugares de la fiesta permiten recuperar, de forma ocasional y peligrosa, los lugares de la ciudad robada.
“Los cielos perdidos” de la Sevilla de Joaquinito de los Murube, la belleza amputada de la Granada de Ganivet, la “ciudad del paraíso” enterrada de la Málaga de Alexandre, son huellas del dolor y cicatrices de las heridas que la ciudad de plástico han dejado en la memoria urbana de Andalucía. Desterrados de la belleza, de los cielos azules, de los paraísos de la infancia, millones de andaluces han sido deportados a barrios y poblaciones guetos que se comportan como espacios de segregación social y como auténticos “campos de consumo”.
La ciudad 8/80 debe ser, por el contrario, una ciudad sin presente. Una ciudad de pasado y futuro, de memoria y de proyectos. .La única forma de que una ciudad viva plenamente el presente es que no viva en el presente. Esta ciudad sin presente ha de potenciar la proximidad y no la velocidad, la accesibilidad y no la movilidad, el paisaje y no la utilidad inútil del piso vacío, la peatonalización y no la motorización, el silencio y no el estruendo absurdo, la memoria del patrimonio y no el instante del consumo, la alegría comunal de la fiesta y no el asilamiento del espacio desolado, el lujo colectivo y no el despilfarro privado, el derroche de los sentimiento y las relaciones sociales y la austeridad en el manejo de las cosas.
Sabemos que la inhabitabilidad social va unida a la insostenibilidad ambiental. La ciudad 8/80 ha de firmar un nuevo contrato con el campo, con la flora y con la fauna, con el agua y con la luz, con el suelo y con los cielos. Hay que acabar con los aranceles y las fronteras entre el campo y la ciudad. Los huertos y agroecología urbanas han de invadir nuestra ajardinada concepción de la naturaleza .Crecer no debe ser el objetivo de ninguna ciudad. No podemos seguir aumentando la huella ecológica de las ciudades.
Bueno sería que en estas próximas elecciones municipales esta mirada de la ciudad del 8/80 este en el centro de los debates .Miren por donde aquí palpita un esbozo de programa común para toda esa izquierda andaluza que dispersa anhela otra cosa.
Llevo a mi Sevilla en el corazón y a su barrio de la Macarena amado. Y recuerdo a aquellos andaluces que un día soñaron que otro mundo era un posible, lejos de la brutal colonización imperialista española, la especulación salvaje y la miseria… Y recuerdo, Sevilla de mi alma, a los que lucharon por la dignidad, contra el racismo, por la Libertad de Conciencia. Valores sin los que una ciudad se convierte en una cárcel.
Sevilla en 1521, las condiciones de salubridad, las frecuentes hambrunas y pestes y la carestía de la vida provocaron la rebelión de los moriscos en el barrio de la Macarena, conocido como el MOTIN DEL PENDON VERDE.
los sublevados resistieron durante días en el barrio tras asaltar la iglesia y llevarse los pendones almohades que les habían robado con la intención de hacer valer sus demandas y reconocerse frente a los poderes extranjeros. las fuerzas de asaltao del emperador CarlosV reprimieron y colgaron a los cabecillas en una plaza.
El 8 de mayo de 1521, otro dia triste para el pueblo andaluz.
Anhelado y expoliado tantas veces, Derecho Humano a la Memoria… ¿Es ya Tiempo?
Enhorabuena por el editorial que, posiblemente por razones de espacio, no ha podido abordar otras cuestiones no menos interesantes, como son los espacios de consumo en la ciudad. En el interior de esa ciudad que se describe en el artículo y en sus rondas de circunvalación, nos encontraremos, estratégicamente situadas, iglesias y catedrales del consumo, donde los fieles asistimos a la liturgia insaciable de la compra, previo atasco automovilístico, convirtiendo al centro comercial en el espacio público. Podríamos hacer un curioso paralelismo entre el papel desempeñado históricamente por la minería en manos de compañías extrajeras en Andalucía y las modernas cadenas de distribución comercial, pero con una terrible diferencia: los jornaleros convertidos en mineros no tenían mas remedio que trabajar en las minas para poder sobrevivir, mientras que ahora vamos a las grandes superficies de forma voluntaria. ¿Quién se extraña que, después del crecimiento económico basado en la construcción y en el consumo de las últimas décadas, nos encontremos en Andalucía con los mismos círculos de desarticulación económica y subdesarrollo?
Bonita editorial. En el fondo late el alma de un poeta. Te robaré algunas ideas.
Excelente, estupendo artículo. Nadie en su sano juicio puede no querer recuperar esas ciudades que tuvimos y que tanto hoy echamos de menos.
Calmar el metabolismo urbano, se llama también. Bravo!