Las energías renovables llevan meses sometidas a una dura campaña de desprestigio que está haciendo dudar a muchas personas de sus beneficios y de la capacidad técnica y económica de estas fuentes para sustituir a los combustibles fósiles y a la energía nuclear. Los conflictos en el mundo árabe y, sobre todo, la tragedia de Japón ha empujado a los orquestadores del ataque a replegar –de momento– la artillería pesada, lo cual no es óbice para que aprovechen la menor oportunidad para volver a “poner en evidencia” las “carencias” de las energías limpias.
Estas son algunas de las acusaciones que con más insistencia repiten:
“Las energías renovables son tecnológicamente inmaduras”
Mal que les pese, las renovables han avanzado más en los últimos cinco años que la energía nuclear en cinco décadas. El grado de desarrollo de estas tecnologías no es el mismo en todos los casos, algunas de ellas están dando sus primeros pasos –como las oceánicas– mientras que otras, caso de la eólica, ya presentan costes competitivos con la generación convencional en muchos emplazamientos, lo que convierte a la energía del viento en una tecnología cada vez más demandada en todos los países del mundo. Y lo mismo va a ocurrir en breve con la solar fotovoltaica y las centrales termoeléctricas.
Lo cierto es que, desde hace cuatro años, la primera inversión energética en el mundo son las renovables. En la UE, en la última década, se han instalado casi tantos megavatios de energías renovables como de gas. En concreto, 118.000 en centrales de ciclo combinado y 111.000 en renovables, mientras que la energía nuclear ha perdido 7.594 MW. España es uno de los países europeos dónde mejor se puede apreciar el espectacular avance de algunas de estas tecnologías. Hace unos días, el Secretario de Estado de Energía, Fabricio Hernández, daba a conocer que las renovables fueron la principal fuente de generación eléctrica en 2010, aportando el 32,3 % de la electricidad que consumimos el año pasado. A destacar, el papel desempeñado por la eólica, que generó el 14,6 % de dicha electricidad.
Esto no quiere decir que a la industria eólica, la fotovoltaica, la termosolar, y, sobre todo, a las tecnologías más incipientes, les falte camino por recorrer. En mayor o menor medidas, todas tienen por delante retos importantes para abaratar costes, mejorar su rendimiento y ser más eficientes. La inversión en I+D+i es clave en este sentido, y como la industria de las renovables lo sabe muy bien destina importantes sumas de dinero a este apartado, duplicando las cantidades que otros sectores invierten en mejorar tecnológicamente y ser más competitvos.
En cualquier caso, si consideramos madura a una tecnología solo cuando es rentable y comparable económicamente a otras tecnologías existentes, está claro que no existe ninguna que fuera madura en sus primeros años de desarrollo y que no necesitara de ayudas para crecer.
“Son muy caras”
¿Caras respecto a qué? ¿Caras para quién? Tomemos como ejemplo la solar fotovoltaica, de todas, la renovables más vilipendiada. Sus críticos argumentan que el kWh fotovoltaico es muchísimo más caro que el kWh generado con energías convencionales. Lo que no dicen, o no tienen en cuenta, es que las tecnologías convencionales no incluyen todos los costes en los que incurren al producir esos kWh. Por ejemplo, la energía nuclear no incluye el coste de la gestión de los residuos radiactivos durante miles de años; y las de origen fósil (carbón, petróleo, gas natural) apenas están empezando a internalizar los costes ambientales provocados por las emisiones de gases de efecto invernadero.
Si se tuvieran en cuenta todos esos aspectos, las renovables serían ya más baratas. Según un estudio elaborado por la consultora Deloitte para la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA), frente a los 2.605 millones de euros en primas que el sector recibió en España en 2008, ese mismo año las renovables evitaron importaciones por valor de 2.725 millones de euros y emisiones por valor de 499 millones; redujeron el precio de la electricidad en el mercado mayorista en 4.919 millones de euros; destinaron a I+D+i 315 millones de euros; y evitaron gastos sanitarios por valor de 132 millones de euros. Además, mientras que el precio de los combustibles fósiles no va a dejar de aumentar a medida que aumente su uso, las energías renovables cuestan cada vez menos. Cuanto más las usamos más crece su mercado y las economías de escala y la investigación permiten reducir su coste.
Tomemos de nuevo como ejemplo a la solar FV: está demostrado que al duplicar su mercado su coste re reduce en un 20%. Pero está claro que la fiesta va por barrios. Quienes mantienen vínculos y negocios con la industria del gas natural puede que no se sientan muy alegres al ver como las centrales de ciclo combinado están operando a la mitad de su capacidad debido a la cada vez mayor generación con renovables. Y quienes manejan la energía nuclear no dejan de repetir que ésta es una energía barata, cuando ni mucho menos es así. El desastre ocurrido en Fukushima lo va a hacer muy evidente. Como explicaba recientemente Jesús Cadera, presidente de la Fundación Ideas, “el coste del seguro de responsabilidad civil lo asumen los estados, no la compañías, mientras que el pago del mantenimiento de los residuos durante miles de años lo asumen todos los ciudadanos en sus recibos, por lo que, al final, resulta mucho más caro”.
Es imposible producir toda la energía que necesitamos solo con renovables
Este es otro de los argumentos más esgrimidos por los anti renovables. Sin embargo, el informe Renovables 100% que realizó para Greenpeace el Instituto de Investigación Tecnológica de la Universidad Pontificia Comillas demuestra la viabilidad técnica y económica de generar toda la electricidad que España consumiría en 2050 con las energías limpias. El estudio también pone de relieve que generar esa electricidad con renovables sería más barato que hacerlo con energías convencionales, incluso costaría menos que lo que ahora nos cuesta la electricidad.
Otro estudio posterior de la organización ecologista, titulado “La batalla de las redes” – presentado en febrero pasado– llega aún más lejos el incluir un euromapa que especifica qué cantidad de cada tipo de energía renovable es viable y cuánto habría que invertir en infraestructura para llevar la electricidad allá donde haga falta en Europa las 24 horas del día, los 365 días del año. “La batalla de las redes” se basa en un estudio realizado por la consultora Energynautics GmbH por encargo de Greenpeace International. Para su confección, Energynautics ha trabajado con un modelo de suministro que contempla una red de 224 nodos en los 27 países de la Unión Europea, Noruega, Suiza y los países balcánicos; datos meteorológicos históricos sobre la radicación solar y el viento en cada uno de los nodos a cada hora durante 30 años; y la capacidad renovable y no renovable de cada nodo. Y a quienes argumentan que las renovables no son gestionables, Greenpeace responde que la gestión inteligente de la red, la tecnología de control y una red de líneas de transmisión eficientes pueden equilibrar de forma fiable la demanda con el suministro procedente de energías renovables variables a través del continente, incluso cuando haya poco viento o sol.
También la Fundación Ideas cree que en el año 2050 es perfectamente posible que España produzca el 100% de su energía con fuentes renovables. De acuerdo con los análisis realizados por dicha fundación, en función de la demanda energética, esto permitiría contar en 2050 con entre 300.000 y 1,2 millones de puestos de trabajo relacionados con las energías limpias y que España ingresara 8 billones de euros, procedentes del mercado energético exterior. Así que el petróleo, el gas, el carbón y la nuclear sí tienen sustituto; las energías renovables. No se trata de cerrar de hoy para mañana las centrales convencionales, sino de poner las bases –políticas, económicas, sociale– para poder ir abandonándolas paulatinamente y hacer la transición a una nueva era energética descarbonizada, en la que eficiencia y la independencia energética sean los otros dos grandes pilares. De hecho, ya estamos dando los primeros pasos hacia esa nueva era, que Jeremy Rifkin no duda en calificar de “Tercera Revolución Industrial”.