José Cesto Oliva. Generalizar siempre es injusto, por ello no lo voy a hacer, pero el nivel de fraude de los empresarios en este país tiene una proporción gigantesca, cuando la economía va de mal en peor el fraude pasa a vivir su mejor momento en diferentes ámbitos como es el empresarial. Son de todo tipo, los más abundantes se pueden encuadrar en lo fiscal y de ley; como consecuencia mas directa afectan a la hacienda pública y las relaciones laborales.
El catalogo de fraude es variopinto entre las diferentes formas que toma, puede notarse: la apropiación indebida (28%), los sobornos y corrupción (13%), y la manipulación contable (11%), estos son los principales fraudes de los empresarios españoles, sin olvidar desde el clásico de compra venta sin I.V.A., hasta tener trabajadores sin dar de alta en la seguridad social, contratación de empleados con bonificación en las cuotas por distintos conceptos: creación de empleo fijo, juvenil, minusvalía, etc. que dejan parado 15 días y lo vuelven a contratar con la misma bonificación. Cada tipo de contratación existente tiene su fraude, pero el que se lleva el premio, es el clásico: contratar con categoría inferior al trabajo que se realiza: al licenciado se contrata de becario, al oficial de 1ª como 2ª, al de tercera como peón y así sucesivamente. En definitiva, el sistema productivo y laboral es una gran bolsa de ilegalidad para la sociedad.
Esto no quiere decir que en cada empresario español haya un defraudador oculto, es de suponer que como en cualquier colectivo hay todo tipo de personas. También es cierto que la cultura del fraude en este país proviene de siglos atrás, ¿qué eran si no? los picaros inmortalizados en nuestra literatura en el siglo de oro. Desde entonces, engañar al sistema ha sido considerado popularmente una proeza individual, aún hoy, engañar al fisco despierta simpatías, lo que demuestra un bajo índice general de solidaridad y ética social. En España, el fraude al fisco esta en el (23%) del P.I.B. el doble de la media europea (también en eso somos campeones), lo que supone miles de millones de euros en perdidas para el erario público.
Con esta filosofía empresarial y la permisividad por parte de los poderes públicos, es evidente que no podemos ser un país serio y con futuro, mucho menos en el contexto actual de la economía mundial.