Después de años de resistencias, luchas, torturas, sangre y dolor, el pueblo boliviano organizado consiguió aupar a la Presidencia de la República, por primera vez en su historia, a un indígena. Un movimiento (que no partido), estructurado por las organizaciones comunales, campesinas, vecinales e indígenas, formó gobierno. Durante tres años se ha estado discutiendo el modelo a seguir, desde las bases fundamentales, no a título de reforma o modificación de elementos, sino desde las propias estructuras, definiciones e identidades. Finalmente, el domingo 25 de enero, en referéndum, por sufragio universal (también por primera vez, pues las anteriores constituciones fueron aprobadas únicamente por representantes), ha sido aprobada una Nueva Constitución Política del Estado.[1]
Los avances que presenta son llamativos a todo nivel, desde la consideración de derecho humano del agua o la electricidad, hasta la lucha contra la violencia hacia las mujeres, pasando por la defensa de la economía y la justicia comunitarias o el reconocimiento de 36 naciones indígenas, además de mantener derechos ya clásicos como el de la propiedad, la herencia, la vida, la libertad religiosa o política. Un texto mucho más avanzado de lo que estamos acostumbrados en otras latitudes. Lo que pretende es realmente una refundación de Bolivia.[2]
Contra poderes establecidos al interior del país, que controlan jerárquicamente los medios de comunicación, las iglesias, el sistema judicial, los partidos políticos, las grandes empresas, los latifundios, las gerencias internas de las transnacionales, etc.), y del exterior (oficinas consulares y de negocios, transnacionales, etc. de EEUU y la Unión Europea), el pueblo boliviano ha dado un extraordinario paso adelante. El camino está por recorrer, pues esto ha sido sólo el principio. La nueva perspectiva y visión del país, la norma básica global, el marco estructural, está aprobado, pero el desarrollo legislativo y su puesta en práctica quedan por hacer y quienes se oponen al cambio, que consiguieron aproximadamente el 40% de los votos en contra en el referéndum, no lo pondrán nada fácil, pues siguen siendo fuertes. Así lo han hecho en estos años con cada decisión gubernamental de corte social y redistributiva.
Nadie dijo que cambiar el sistema fuera fácil, pero la experiencia boliviana (como otras en América Latina) es una referencia histórica, una alternativa en estos tiempos de crisis, desmovilización, adormecimiento social y profundización neoliberal.
Los avances que presenta son llamativos a todo nivel, desde la consideración de derecho humano del agua o la electricidad, hasta la lucha contra la violencia hacia las mujeres, pasando por la defensa de la economía y la justicia comunitarias o el reconocimiento de 36 naciones indígenas, además de mantener derechos ya clásicos como el de la propiedad, la herencia, la vida, la libertad religiosa o política. Un texto mucho más avanzado de lo que estamos acostumbrados en otras latitudes. Lo que pretende es realmente una refundación de Bolivia.[2]
Contra poderes establecidos al interior del país, que controlan jerárquicamente los medios de comunicación, las iglesias, el sistema judicial, los partidos políticos, las grandes empresas, los latifundios, las gerencias internas de las transnacionales, etc.), y del exterior (oficinas consulares y de negocios, transnacionales, etc. de EEUU y la Unión Europea), el pueblo boliviano ha dado un extraordinario paso adelante. El camino está por recorrer, pues esto ha sido sólo el principio. La nueva perspectiva y visión del país, la norma básica global, el marco estructural, está aprobado, pero el desarrollo legislativo y su puesta en práctica quedan por hacer y quienes se oponen al cambio, que consiguieron aproximadamente el 40% de los votos en contra en el referéndum, no lo pondrán nada fácil, pues siguen siendo fuertes. Así lo han hecho en estos años con cada decisión gubernamental de corte social y redistributiva.
Nadie dijo que cambiar el sistema fuera fácil, pero la experiencia boliviana (como otras en América Latina) es una referencia histórica, una alternativa en estos tiempos de crisis, desmovilización, adormecimiento social y profundización neoliberal.
Vicente Álvarez Orozco
[1] El proceso mismo es de un interés extraordinario, lejos de imposiciones elitistas y alejadas de la ciudadanía, la llegada al texto final ha sido tremendamente participativa, socializada hasta el extremo, con episodios apasionantes y otros detestables, con debates, violencias, profundizaciones y consignas. Animamos a consultar las muchas fuentes disponibles para ello, por ejemplo en www.abi.bo o www.opinion.com.bo
[2] Incitamos igualmente a dar lectura a este texto constitucional (http://abi.bo/abi/banner_240_240/nueva_cpe.pdf)