HACE unos años se instaló en Carcabuey una empresa que tenía como objeto el reciclaje de neumáticos usados. Apareció de la nada gracias en buena medida al dinero europeo que gestionan las distintas administraciones andaluzas. Y en la nada se convirtió pasados los cinco años que se suelen conceder como periodo mínimo de actividad para la justificación de las subvenciones. Entre nada y nada, creó un cementerio de neumáticos en el corazón de la Subbética. Muchos, apilados como cimas envidiosas que compiten con las lomas de los olivares. Otros fueron enterrados como víctimas clandestinas en una fosa común. Si convertimos en un decorado indiferente lo que vemos a diario, con mayor razón olvidamos lo que se nos oculta. Sin embargo, el peligro sigue existiendo. En caso de incendio, los neumáticos que ensucian la superficie y se esconden en el suelo arderán más aprisa que el dinero público que sufragó este desastre ecológico. Hubo denuncias. También enterradas por la burocracia. Y los niños juegan con ruedas en el campo como si formaran parte del paisaje, mientras sus padres y madres sonríen felices. Ignorantes. Indolentes.
Ahora parece que estos neumáticos podrían tener salida por las chimeneas de la cementera Cimpor-Cosmos. Pasarían del corazón de la sierra al corazón de la ciudad, a través de nuestros pulmones. Y de nuevo gracias a la administración pública andaluza. Una plataforma ciudadana con numerosos colectivos como Ecologistas en Acción y con el apoyo de inicial de Equo, PA y más tarde IU, ha denunciado esta aberración contra la salud pública y el medio ambiente. La autorización concedida por la Junta de Andalucía a la fábrica de cemento del Grupo Cimpor-Cosmos en Córdoba en el año 2007 prevé que la empresa pueda quemar al año hasta 26.100 toneladas de neumáticos usados, 14.200 toneladas de plásticos, 54.500 de lodos de depuradoras y 43.500 de residuos municipales mezclados. Es cierto que así sustituiría el coque de petróleo por materiales potencialmente reciclables. Pero uno de los principales problemas de la quema de residuos en cementeras, como de todos los sistemas de incineración, es la emisión cancerígena de metales pesados y de productos de combustión incompleta, que incluyen dioxinas, furanos y una larga lista de compuestos orgánicos. Las dioxinas son tan peligrosas que la propia Junta de Andalucía expone a la cementera que por sus enormes chimeneas no salga más de 1 nanogramo en periodos de una hora. Para quien quiera hacerse idea de lo que es esta cantidad, simplemente es coger un gramito de dioxinas y dividirlo en 1.000 millones de trozos: 0,0000000001 gramos.
Mi amigo Gerardo me explica que si una central nuclear no puede evitar escapes tóxicos y es el paradigma de la seguridad, me temo que nadie puede garantizar que estos escapes se produzcan e inunden nuestros barrios de sustancias cancerígenas. De hecho, a escasamente un kilómetro se encuentran cuatro colegios (Concepción Arenal, Juan Rufo, Aljoxaní y la guardería pública de Chinales). Y los niños jugarán con el aire de las ruedas quemadas mientras sus padres y madres sonríen felices. La indolencia y la ignorancia comparten demasiados fonemas.