Concha Caballero.El País.03/03/2012.Una pequeña anécdota me salvó de ser católica. Cuando contaba apenas nueve años asistí a una ceremonia religiosa previa a unos ejercicios espirituales. En la oscuridad de la iglesia, un sacerdote elevaba sus brazos de forma fantasmal y nos pintaba con toda crudeza la descomposición del cuerpo una vez fallecido; cómo los gusanos y las crisálidas surgían de la carne; el hedor que esparcía el cuerpo en su lenta descomposición. Alzó la voz y dijo: “Aún estáis a tiempo. Arrepentíos, sacrificad vuestro cuerpo para ganar la vida eterna”. Salí aterrorizada de la iglesia. La palabra “arrepentíos” sonaba en mis oídos como un siniestro tambor. Eran las vísperas de Semana Santa y no discurrí ningún medio mejor de mortificarme que introducir garbanzos crudos en el interior de mis zapatos blancos, redondeados, con una trabilla unida por un botón de perla. El Domingo de Ramos salí con mis padres y mis hermanos con mis pies mortificados por los duros garbanzos. Apenas podía caminar, aunque intentaba disimularlo con una forzada sonrisa. El cura nos había advertido que el sacrificio para ser válido tenía que ser secreto, visible solo ante los ojos divinos. Pero los ojos de mi madre fueron directos a los zapatos, me descalzó y se quedó asombrada ante el puñado de garbanzos crudos que contenían. “No seas tonta —me dijo— todo eso que cuentan no son más que patrañas para asustarnos”.
Me sentí tan segura y aliviada que, tras consolarme con un helado de chocolate, puse fin para siempre a cualquier aventura religiosa. Esta experiencia mística tan temprana me puso a salvo de la liturgia y de las lecciones de culpa; también del dolor de la ruptura con la tradición y del sabor amargo, levemente anticlerical, que tienen los que prolongaron su permanencia en la Iglesia hasta bien entrada la adolescencia.
Acabo de ver una foto que recuerda los tiempos pasados. Trece obispos andaluces —por supuesto varones—, de riguroso luto, con la cruz colgada al cuello y similares gafas, posan ante la cámara con la expresión de quienes tienen el poder y la gloria de su parte. Algunos entrelazan sus manos con ese gesto tan característico del sacerdocio. En estos tiempos de crisis no han salido de sus diócesis para difundir un mensaje evangélico de solidaridad y de apoyo a los más necesitados. Ni una sola palabra han dedicado a los parados, a los que están siendo azotados por las desigualdades económicas. Ni una sola frase han dedicado a denunciar las injusticias, ni la acumulación de riqueza, ni a la codicia de los más poderosos. Han salido, unidos y sonrientes, para pedir que se vote a la derecha andaluza, la auténtica, la genuina, la que impedirá el aborto, abolirá el matrimonio entre personas del mismo sexo y, por supuesto, aumentará los conciertos educativos con la iglesia.
Han salido a hablar de lo suyo: del poder, de los negocios, de su patrimonio y de su estatus social. Les ha bastado una reflexión sobre la corrupción política que les parece altamente preocupante en Andalucía, pero no en Valencia. Desde las atalayas de sus obispados se atreven a proponer a los de abajo más trabajo y sacrificios para salir de la crisis y denuncian “la mentalidad tan extendida del derecho a la dádiva y de la subvención”. ¿Quién dijo que la Iglesia no renueva su mensaje? Se han apuntado a la fila del discurso antiandaluz que predica el conde de Salvatierra, la CEOE, los nacionalistas catalanes y las gallinitas de Esperanza Aguirre; se han hecho de la FAES y de las corrientes más neoliberales que piden el fin de las ayudas públicas.
Esto lo dice una institución que vive del Estado, que no paga impuestos por ninguna de sus actividades ni bienes y a la que sufragamos todos, tanto católicos como no creyentes. Una organización que solo se acuerda de sus organizaciones sociales de base cuando se les demanda que contribuyan al IBI o que se autofinancien. Qué pena que no se acuerden de ellos cuando hacen sus comunicados electorales. Qué pena que no tengan procesos democráticos para que realmente sepamos a cuántos cristianos representa esa jerarquía obsesionada con el sexo, ajena al dolor humano y tajantemente desigualitaria
Los cuervos de cuello blanco ya hasta se disfrazan de personas, excepto para los desfiles de la ostentación del poder (Concelebraciones, Semanas glorificantes, elecciones a paparruchas etc), cuando no se sienten protegidos por dictadores o asesinos a sueldo, solo se adornan por fuera, el alma según sus dogmas es incorporea, yo añado que fantasmal, que es mas correpto para asustar con el trabajo que desarrollan al ingente número de personas estúpidas e idiotas que se los creen, porque como decía D, Francisco de Quevedo, en la sátira a la Divina Comedia de Dante, en su grandiosa obra LOS SUEÑOS cuando Virgilio está recorriendo los infiernos,se asombra de tal forma al hablar con Diositeo (el demonio),y oirle decir que teniamos que vivir según la carne, que le contesta !Oh ignorante mas que todas las bestias pues aún siendo así teniamos que vivir creyentes para morir consolados. L a idiocia es la madre del consuelo, los aires llevan mentiras no hay mas verdad que la muerte y no hay quien lo contradiga,o si queremos tengo otra versión que me da mi flamenco al que tanto amo, los aires llevan mentira, y el que diga que no miente que diga que no respira. No seamos ignorantes; estos cuervos son tan carroñeros, que no nos dejan ni comer los restos de lo que les sobra, un lobo fue capaz estando de carne ahito, dejar comer los restos de un cabrito a un perro ruín que presenció su robo
Tienes suerte, Concha, de que te endosasen todas esas monsergas clericales con nueve añitos, porque si te pillase ahora y tuvieras diecinueve años, tal vez las consecuencias hubiesen sido más dolorosas que los garbanzos secos en tus zapatos:
http://www.youtube.com/watch?v=lYMhQHuig7Y&feature=related
Concha: Comparto todo lo que dices…¡Incluso la anecdota del cura…! Cuando era pequeña,ya hace unos añitos…,habia un cura en el colegio de monjas que nos aterrorizaba con la muerte…la descomposición y todas esas cosas. Yo tardé un poco mas en salir de ese calabozo oscuro,pero tambien he salido.
Desde entonces,mis ojos,oidos y demás sentidos,se dedican,aparte de cosas mas importantes que las de las sotanas,a trabajar por conseguir la justicia para los desfavorecidos,desde otro partido diferente al tuyo,pero tambien progresista y de izquierda.La Iglesia ha dejado de ser de los pobres para pasar a ser del poder.Eso de:Por sus obras los conocereis,no lo han asimilado.¡Ellos sabrán lo que hacen!
Admiro tu entrega y tu forma de transmitirnos las ideas que compartimos.
Saludos.
Donde se detecta el olor a podredumbre comienzan su aérea danza macabra en círculo los buitres. Cada vez más cómodos con este remedo de «democracia» el clero empieza a sacar sus espolones. O como dice hoy uno de marzo Muñoz Molina, en su semanal artículo de Babelia, también en «El Pais»: «(…) sin rigurosa separación de poderes, imperio de la ley, respeto a las minorías y libertad de expresión la democracia no existe (…)». ¿Existe alguna de esas condiciones fundamentales para reconocer una democracia en el Estado español actual y, en especial, en Andalucía?. Habría que ser muy cínico para mentir diciendo que sí, como hemos podido comprobar en el caso Garzón, en el TSJA, más conocido como «sala vaticana», en el desprecio absoluto al laicismo o las religiones de hondo arraigo y sobre todo por la nula consideración a la libertad de conciencia y la posibilidad de expresarla libremente.
Tras siglos de autoritarismo, apuntalados por el franquismo y sus epígonos hasta hoy, nos hemos acostumbrado a las beocias ideologías-bonsai, donde los vocacionales inquisidores baratos proliferan. Piensan que podando las opiniones, cercenando las ideas o manipulándolas a su voluntad, la suya prevalecerá. Sin considerar en su miopía con anteojeras que, obrando de ese modo, regalan armas y bagaje a un fascismo creciente con la excusa de mejorar la «administración pública», convirtiendo a los ciudadanos en corderos dóciles al redil.
Los necrófagos con sotana ya asoman sus blancas cabezas. No han detectado en su agonía una democracia que agoniza, capaces por sí mismos de cazar presas débiles, llevan debilitando el cuerpo social desde hace ya demasiado tiempo. Al no encontrar una contundente respuesta de la ciudadía, piensan esas aves carroñeras que todos disfrutamos con las penitencias o los martirios. Inducido por su infecto aparato clericalfascista, no sólo mediático, saben que la mayoría estamos maduros para su despotismo oscurantista. La fruta podrida de un árbol enfermo no dudan que caerá por si misma aplastada en la tierra.
Bienvenidos al «valle de lágrimas», entre tantos infelices por desaprensión o complicidad pasiva les han ayudado a que llegue, como antaño, el tiempo del Horror…
http://www.youtube.com/watch?v=1jrt-zI41ag