Manuel Cala./ A pesar de que a diario en la mayoría de los medios de comunicación hablados y escritos aparecen titulares relacionados con la “prima de riesgo”, la “especulación de los mercados”,… y en general con la economía de los países más desarrollados; sin embargo, es menos frecuente encontrar algunos referentes a la crisis del sistema agroalimentario mundial y, particularmente, a una de sus más alarmantes consecuencias: la disponibilidad de alimentos en los territorios más pobres del Tercer Mundo.
En dicha inseguridad alimentaria está influyendo significativamente una desaceleración del crecimiento agrario, que a su vez es producto de muchos factores (Cala, M.)[i]; pero, quizás dos cobren un especial protagonismo en su explicación:
1) Los daños ambientales fruto de la actividad agraria más agresiva con su entorno, los cuales están disminuyendo la capacidad productiva de los agroecosistemas de manera significativa y creciente.
2) El fuerte crecimiento de la población mundial. Si 1.650 millones de personas habitaban el planeta al inicio del siglo XX, escasamente 60 años después se duplicó la población. En la actualidad somos más de 7.000 millones de personas en el mundo, que necesitamos alimentarnos de manera equilibrada de los recursos que el planeta tierra nos ofrece.
En relación con este segundo factor, posiblemente habría que complementarlo con algunas cifras más. Por ejemplo: si a mediados del siglo pasado los habitantes de la tierra disponían de unas 2.500 kilocalorías por día; a principios del siglo XXI dispusimos de unas 2.700. Estos muy redondeados datos, en principio podrían entrar en cierta confrontación con aquellas corrientes de opinión que solo relacionan globalmente la falta de alimentos con el incremento de la población; obviando con ello, el desequilibrado reparto planetario de los alimentos, trascendental para con la imperiosa necesidad de comer en los países menos afortunados.
Coincidiendo con CERAI[ii], cuando se intenta responder a estos desafíos actuales y futuros, aparece cierta confrontación entre dos modelos de desarrollo: mientras que uno promueve ampliar más la industrialización, la urbanización y un mayor consumo para mantener el crecimiento enmarcado dentro de un desarrollo económico neoliberal, en el que casi todo se supedita al enfoque económico; el otro, promueve retomar la conciencia de las limitaciones del planeta y plantear la necesidad de un decrecimiento, de unos nuevos valores y de un enfoque global y holístico cuando se habla de desarrollo. Este intenso debate ya ha llegado y está muy presente en la sociedad, que difiere en la forma para encarar la problemática del hambre y el deterioro de los recursos naturales en un mundo globalizado.
Hace ya algo más de medio siglo que se inició lo que se vino en denominar “revolución verde”, donde diferentes organizaciones internacionales promovieron un modelo de agricultura intensiva en los “países subdesarrollados”, a través de “paquetes tecnológicos” que incluían insumos tales como: semillas híbridas, fertilizantes, plaguicidas, maquinaria agrícola,… y sistemas de riego. Esta revolución se construyó con una fuerte crítica a las formas de producción “tradicionales” ampliamente difundidas por el Tercer Mundo, promocionando el monocultivo intensivo, con la finalidad de elevar los niveles de rentabilidad agraria y la productividad.
Tal vez, por la mente de algunos lectores aparezcan bastantes debilidades de este sistema agrario, que en bastantes ocasiones la avanzada tecnología no ha ofrecido las soluciones de ella esperadas, e incluso hay casos que incluso los han empeorado. De ahí que se empiece a advertir que dicho modelo genera “efectos inesperados”, y que los más preocupantes problemas plantarios (hambre, contaminaciones y otras agresiones de los elementos básicos del medio físico, deterioro y agotamiento de recursos naturales,…) siguen sin resolverse, especialmente para la humanidad más necesitada del planeta.
Influido por esa insustentabilidad agraria, en los últimos años están surgiendo, progresiva y constantemente, aspectos relacionados con: elevado consumo de insumos, uso de energía y materiales no renovables, alta generación de residuos, producción de excedentes, pérdida de empleo, descenso de la renta y sus causas (costes intermedios), escasez de agua disponible, dependencia de las subvenciones y ayudas públicas, generación de graves problemas ambientales, ineficiencia energética, contaminación alimentaria, hambre en determinados lugares, ruptura de los ciclos naturales, abandono de parte de la actividad agraria tradicional, reforestación, ruptura de la simbiosis agro-silvo-ganadera, despoblamiento de áreas rurales marginales, alarmante agotamiento de recursos naturales,… No obstante, toda esta preocupante problemática socio-ambiental no se hace patente en los precios, ya que no incorporan los vitales costes ambientales ni tampoco los trabajos necesarios para la reproducción social.
Si bien, fruto de dicha revolución verde, se incrementó de manera notable la cantidad de alimentos de los que disponía, el hambre sigue avanzando en el mundo y, de forma paralela, peligrosamente siguen creciendo las agresiones al medio natural, siendo cada vez más numerosos y preocupantes los datos que así lo corroboran. Por ejemplo: cerca de la mitad de los habitantes del planeta viven en áreas rurales, de ellos el 85% dependen de la agricultura; en dichas zonas rurales se concentra el 70% de la pobreza mundial. Consecuentemente, parece lógico, necesario,… y urgente adoptar medidas que limiten estos problemas. Y, al mismo tiempo, reducir los impactos que pueden tener sobre la sociedad, los ecosistemas naturales, el tejido económico, la sanidad ambiental del entorno,…, y la soberanía alimentaria.
De otra parte, los agricultores y ganaderos no han sido los beneficiados, sino algunas multinacionales suministradores de los inputs antes reseñados. El modelo de desarrollo de la agricultura y ganadería campesina, basado en la economía familiar y heredado de generación en generación entre las diferentes culturas del planeta, en la actualidad intenta encontrar sus fundamentos técnicos en el enfoque científico que le aporta la agroecología y cierta proyección social (incluida la ecología política) bajo el paraguas de propuestas políticas y económicas que enmarca los movimientos en pro de la soberanía alimentaria.
Estando de acuerdo con CERAI2, todo ello como una propuesta política que plantea el derecho de cada pueblo a alimentarse por si mismos y a definir sus propias políticas agroalimentarias, a proteger sus culturas, sus modelos reproducción y sus mercados a fin de alcanzar un desarrollo más sostenible, con menos dependencia de insumos externos y así poder poner freno a la inundación de los mercados con productos excedentarios de otros países que se venden en los mercados internacionales debajo de los costos de producción.
El ámbito prioritario de la lucha contra la pobreza, la sanidad y otras muchas degradaciones ambientales del “mundo rural” de cara al futuro, cuanto menos, debería venir marcado por dos grandes retos: a) Erradicar el hambre y la desnutrición en los países más necesitados; Y, b) Reducir y/o eliminar los daños ambientales para mantener y elevar la capacidad productiva de los agroecosistemas.
Obviamente, todo ello requiere cambios significativos en el actual modelo productivo. Quizás, una de las grandes claves sería: ¿Cómo lograrlo?… Aunque posiblemente cada habitante tendría una respuesta muy condicionada a su situación particular; seguramente que aquellas personas más generosas, menos supeditadas a casos extremos y menos presionadas por intereses económicos de grandes empresas del sector, coincidirían con González de Molina, M.3 en que al menos es necesario:
1) Promocionar formas más sustentables de manejo productivo de los agroecosistemas.
2) Elevar la renta de la población agricultora y ganadera, especialmente en los países más necesitados, para disminuir su pobreza, mantenerlas en los campos,… y minimizar la presión sobre los recursos.
Si bien a lo largo de numerosos siglos han sido muchas las generaciones y culturas quienes han convivido en una armonía más o menos equilibrada con su entorno, en las últimas cinco o seis décadas, parece que determinados excesos cometidos por la agricultura convencional lo estan olvidando. Sin embargo, dado que posiblemente tenemos cierta necesidad de ser optimistas, generosos,… y de mirar con esperanza al futuro, esto se podría paliar de manera significativa mediante el pago por los servicios ambientales que prestan los agricultores y ganaderos respetuosos con su entorno.
En un intento de ofrecer algún tipo de argumento que se acerque a los llamadores de las puertas de la economía agraria (la mayoría de las de tipo socio-ambiental ya están abiertas), a continuación se resume un simple cálculo, pero para algunos posiblemente convincente, basado en un estudio realizado en el año 2007 (González de Molina, M.)[iii], para la entonces Dirección General de Agricultura Ecológica de la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía, y que fue motivo de la presentación de una Enmienda a los Presupuestos Generales del Estado, por parte de Garrido, F.[iv] Parlamentario representante de la Ecología Política:
En Andalucía, la superficie certificada de producción ecológica a finales del 2006 rondaba las 600.000 hectáreas, lo que equivalía a un 12,5% de su Superficie Agraria Útil, y eran cerca de 7.000 productores/as quienes permitían dejar de utilizar, al menos: 134.259 toneladas de fertilizantes químicos, 84.709 toneladas de fertilizantes nitrogenados, 4.362 toneladas de plaguicidas químicos, 1.125 toneladas de funguicidas, 1.039 toneladas de herbicidas y 811 toneladas de insecticidas.
En la actualidad, unos 8.500 productores practican agricultura ecológica certificada en Andalucía en una superficie que supera las 900.000 hectáreas.
Considerando que son 6,08 toneladas de CO2 (Dióxido de carbono), las que se consideran que son retenidas por hectárea, solo se necesario multiplicar para obtener la cantidad retenida por dicha superficie certificada; La que asciende a 5.472.000 toneladas de CO2 (6,08 x 900.000).
Según la bolsa de SENDECO[v], el precio por tonelada retenida de CO2, el 1 de mayo de 2012, era de 7,39 €/Tm CO2. Por tanto, el valor de la agricultura ecológica certificada en Andalucía en ese día, pudo ahorrar 40.438.080 euros por derechos de emisión de Gases de Efecto Invernadero.
De la observación al reparto de los Presupuestos Generales del Estado del 2007, se puede comprobar que el pago a estos agricultores y ganaderos andaluces, se acercó a 6.000.000 euros; sin embargo, su aportación en el 2007 fue de unos 72.360.000 euros (600.000 hectáreas x 6.08 x 18 €/Tm CO2). Luego, la diferencia entre pagos y aportaciones ascendió a 66.360.000 euros (es decir, que recibieron un escaso 8,3% de lo que aportaron). Esto sólo con respecto a retención en términos económicos de CO2, un sólo servicio de un conjunto muy generoso de numerosos y honestos servicios distintos.
En relación a la totalidad del territorio español, apuntar que la superficie de agricultura ecológica certificada en la actualidad ronda las 1.800.000 hectáreas; Por tanto, el Estado Español se ahorraría 80.876.160 euros.
Toda vez que la superficie de agricultura ecológica certificada en el planeta es de alrededor de 35 millones de hectáreas, este sistema de producción agraria deja de emitir a la atmósfera de manera directa 212.800.000 toneladas de CO2, solo por no utilizar unos insumos que son finitos y agreden al medio natural. Recodar que éstos suelen ser suministrados por grandes multinacionales quienes, obviamente, buscan recoger los beneficios económicos fruto del comercio de los productos y servicios que ofertan.
También hay otros aspectos que creo que no se deberían olvidar. Por ejemplo, aquellos de carácter territorial, sanidad ambiental, seguridad,… y también los de índole social, ético, moral,… Obviamente, todo ello esta repercutiendo en la salud del entorno y directa e indirectamente en la nuestra, solo es necesario indagar un poco para comprobar que cada vez con más intensidad son mayores y más preocupantes las enfermedades influidas por todo esto, a pesar de los importantes adelantos que la medicina nos ofrece.
A pesar de todo, casi nunca nos acordamos de algo fundamental y siempre nos olvidamos, especialmente en los momentos de crisis especulativa de los mercados, de aquellos que no tienen voz ni voto para consensuar el futuro del planeta tierra: los seres vivos (incluido el ser humano), los recursos naturales, el medio ambiente en su dimensión más amplia,… e incluso de las generaciones venideras, aunque solo sea en un intento para consensuar el futuro.
No obstante, cada vez somos más quienes creemos en la agroecología, porque desde un enfoque científico proporciona las herramientas técnicas necesarias para diseñar, manejar y evaluar sistemas productivos más rentables económicamente, más justos socialmente, más adoptables culturalmente y más sustentables agronómicamente. También creo que es de suma importancia preservar las señas de identidad agrarias mantenidas durantes siglos por muchas civilizaciones, así como garantizar que los criterios ambientales predominen en los procesos productivos. Nunca deberíamos olvidar que, al igual que nosotros, las futuras generaciones necesitarán alimentarse de los productos que generosamente les regalen los agroecosistemas.
Manuel Cala Rodríguez, julio de 2012
[i] CALA, M. (2012). ¿Hay alternativa al sistema agroalimentario globalizado?. II Jornadas de Agroecología y Ecodesarrollo de la Región de Murcia: Elaboración y Consumo de Productos Ecológicos. Consejería de Agricultura Región de Murcia, 23 y 24 de Marzo de 2012.
[ii] CERAI (2012). Curso de Agroecologia, Soberanía Alimentaría y Cooperación Internacional (2012-2013). Escuela de Agroecologia para la Paz, la Cooperación y el Desarrollo Rural “Adolfo Pérez Esquivel”, Multiversidad de Agroecologia, Biodiversidad y Culturas. Catarroja, Valencia.
[iii] GONZALEZ DE MOLINA, M. (2009) Agricultura ecológica y Cambio Climático. Jornadas sobre Agricultura Ecológica y Sustentabilidad agraria, celebradas en la Facultad de Ciencias, Universidad de Granada (23 y 23 de marzo de 2009). Disponible en: www.otragranada.org/IMG/pdf/Programa_de_las_Jornadas.pdf canalugr.es/…/4010-la-ugr-acoge-la-creacion-de-un-seminario-perma
[iv] GARRIDO, F. (2007). Presupuestos Generales del Estado, Enmienda a la Sección 21. MAPA. Adición: En la Sección 21, Servicio 21, Programa 414 C, Capítulo 7 y Artículo 77, Concepto 774, debe decir: “Medidas del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, incluidas las ayudas para contratos territoriales a los productores ecológicos por servicios medioambientales”.
[v] SENDECO (2012). Sistema Electrónico de Negociación de Derechos de Emisión de CO2, disponible en http://www.sendeco2.com/es/precio_co2.asp?ssidi=1
(Torturadme inquisidores como siempre, antes de abrasarme y dispersar mis cenizas; pero dejadme, dejadme tan sólo un instante que reviva, en el suspiro de un ensueño, el Esplendor de antaño…)
UNAS PEQUEÑAS MUESTRAS DEL LEGADO AGROECOLOGICO DEL PUEBLO ANDALUSI
Según algunas fuentes la escuela de agrónomos más importante del siglo XI se hallaba en Sevilla. A esta ciudad habían acudido, por ejemplo, los agrónomos toledanos tras la conquista de su ciudad por Alfonso VI en 1085. El siglo XI es uno de los períodos de esplendor de la agronomía andalusí. En esos momentos los agrónomos disponían en las bibliotecas de Al Ándalus de la mejor bibliografía al respecto. De los varios tratados agronómicos escritos entonces se conocen sólo algunos fragmentos, copiados por autores posteriores. Lo fundamental para todos ellos era la experimentación, que llevan a cabo en los jardines botánicos de larga tradición en Al Ándalus y que después ponen por escrito, desarrollando así una auténtica ciencia apoyada en la botánica, la farmacología y la medicina (disciplina ésta que aparece ligada a la agronomía desde sus orígenes). Ibn Bassal (que estuvo al servicio del rey toledano y después del sevillano) será uno de los autores más importantes.
Otro espacio de experimentación agrícola fue el fértil Aljarafe (de al-saraf, ‘posición predominante y excelsa’), una zona alta que se extiende desde Sevilla hasta Niebla (Huelva). Allí se producía, según los geógrafos más antiguos, la mayor parte del aceite peninsular, no sólo para consumo interno sino también para la exportación a todo el Mediterráneo. Además de los olivos, también se citan higueras y árboles frutales, sin especificar las especies. La presencia de grandes geóponos en Sevilla entre los siglos XI y XIII, hace pensar que muchas de las experiencias que citan en sus tratados fueron llevadas a cabo en el Aljarafe. Lo confirma el hecho de que dos de ellos, Ibn Hayyay (s. XI) y Ibn al-Awwam (ss. XII-XIII) vivieron en esa región.
«»»»»»»
Hacia mediados del siglo X la ciudad antigua de Illici cambió de emplazamiento para situarse junto a una ruta comercial que adquirió un gran desarrollo en época almorávide y almohade. Se configuró una nueva ciudad amurallada y rodeada de numerosos huertos de palmeras que la convirtieron en un verdadero oasis artificial. Un siglo después de su fundación, el palmeral de Elche estaba ya en plena producción, según indica Yaqut, un geógrafo que vivió en el siglo XIII: [Elche] es una ciudad de Al Ándalus de las dependencias de Tudmir, muy célebre por sus exquisitas pasas y excelentes palmeras que sólo se cultivan en esta región de Al Ándalus. Tiene también fama por sus excelentes alfombras que no tienen semejanza en el mundo entero.
El palmeral, coetáneo del que circunda Marrakech, no dejó de extenderse en época islámica gracias al inteligente uso del agua, escasa y salobre en esta región, distribuida mediante una compleja red de acequias al igual que sucedía en la citada ciudad marroquí o en la cercana Orihuela, situada en esa misma ruta comercial y rodeada asimismo de palmeras datileras. La «Acequia Mayor», cuyos cimientos corren bajo el casco antiguo de Elche, es citada por el geógrafo del siglo XII al-Idrisi. El Palmeral de Elche ha pervivido y todavía produce unas 200 toneladas de dátiles para el consumo. En el año 2000 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
«»»»»»»»»
«Ainadamar» designó un enclave (pago) privilegiado de cármenes y huertos, que ocupaba básicamente una de las laderas del Albaicín. El hecho de que tan bello topónimo haya quedado en la oscuridad de la memoria colectiva está marcado por la construcción de la Cartuja, a comienzos del siglo XVI. La misma suerte, o parecida, en diverso grado, han seguido nombres de otros pagos colindantes o próximos que con Ainadamar conformaban una amplia zona de cármenes y huertos con olivares.
A mediados del siglo XIV, el viajero Ibn Batuta escribía que «uno de los más lindos sitios de la ciudad es aquel que llaman la Fuente de las Lágrimas (Ayn al-dam): es una montaña en la que se ven los huertos y jardines; ninguna otra ciudad se puede alabar de nada semejante». Por su parte, Ibn al-Jatib, también en esa centuria, describe Ainadamar como un lugar «delicioso con suavísimo y templado ambiente, huertos placenteros, numerosos alminares y casas de sólida construcción, plantíos de yerbas aromáticas y otras delicias».
Tras la reconquista de Granada, la zona de Ainadamar aún siguió conservando buena parte de los atractivos que la habían hecho famosa en tiempos de la dinastía nazarí, atractivos que luego se van perdiendo de manera paulatina.
Los elogios del embajador veneciano Andrés Navagero en 1526 no son menores: refiriéndose al monasterio de Cartuja (pues no nombra Ainadamar) dice estar edificándose en uno de los «sitios más bellos y alegres que pudieran encontrarse; tiene hermosas vistas y es lugar retirado del concurso de la gente, pero muy apacible, verde, lleno de fuentes y arrayanes». Luego, constata el veneciano la laboriosidad de los moriscos, habitantes casi exclusivos de la zona.
A finales del siglo XVI, Luis de Mármol Carvajal, tampoco se ha olvidado de la zona de Ainadamar: «Con el agua de la fuente de Alfacar, se recogen los moradores en una acequia y la llevan por las laderas y cumbres de los cerros que hay desde allí a Granada, se riegan las huertas y hazas de Alfacar, Víznar y Mora, y buena parte de las viñas de la Vega y los cármenes y jardines de Ainadamar».
En el primer cuarto del siglo XVIII, Francisco Enríquez de Jonquera alude también a la zona: «En Dinamar el carmen del provisor es de grande nombre, frecuentado de mucha gente. La casa y carmen de los Padres de la Compañía en el mismo paraje es el deleite santo y honesto para la vida humana».
En 1634-35 concluía su poema Granada el gongorino don Agustín Collado del Hierro: «Cristal el agua es, oro la arena, / esmeraldas la orilla, el canal plata / (…) la beldad de los árboles retrata, / que mira, cuando, con süaves lazos, / se prestan frutos o se dan abrazos».
http://www.youtube.com/watch?v=7dwxNLmqIOg