Angel Cagigas | Todos los universitarios estamos sufriendo las medidas de acoso y derribo ideadas por el ministro José Ignacio Wert, unas medidas que pretenden acabar con nuestro modelo universitario menguando su financiación e incrementando las tasas de matrícula, con el fin, según dice, de aumentar su eficacia.
Una de sus excusas para tal dislate es que tenemos un sistema universitario hipertrofiado que el país no necesita, por lo que debe podarse para reducirlo a unas dimensiones mínimas más adecuadas. Evidentemente esta explicación no se sostiene pues por un lado sólo sería creíble si la universidad privada no estuviera creciendo en España a la par que la universidad pública mengua, por lo que tales medidas en realidad tienen como objetivo principal desmantelar la estructura de la educación superior pública con el fin de dejar espacios de negocio para la iniciativa privada, y por otro lado el avance de un país depende sus logros en investigación e innovación, buena parte de los cuales dependen de la universidad.
Si estas despóticas medidas se acaban imponiendo darán como resultado el despido (o, dicho eufemísticamente, la no renovación de contrato) de miles de profesores e investigadores, lo cual no parece que vaya a aumentar la calidad de la docencia y la investigación sino más bien todo lo contrario; además supondrán una reducción considerable del personal de administración y servicios, con la merma correspondiente en la calidad de su trabajo; y por último determinarán la salida de la universidad de buena parte de su alumnado y menores posibilidades de incorporación de nuevo alumnado derivadas de la subida de tasas de matrícula y la reducción de becas, lo que convertirá a la universidad pública en una reserva elitista en términos económicos, que no intelectuales.
El desarrollo de estas medidas supone cambiar las reglas del juego, un cambio del que toda la comunidad universitaria es consciente y por esa razón las protestas se han venido sucediendo en estos últimos meses. Tal situación hace necesaria una respuesta acorde por parte de los rectores de nuestras universidades, unos rectores que no sólo fueron elegidos para gestionar la universidad, pues para eso basta un gerente o un administrador, sino sobre todo para defenderla y delinear su futuro, y que han visto mermadas sus facultades por la intromisión ministerial en la autonomía universitaria.
Los rectores, al igual que los decanos y los directores de departamentos, han sido elegidos por la comunidad universitaria en su conjunto, son la voz de su pueblo y a él se deben, han de velar por su futuro a despecho de pudores o miedos, que han de trocar en coraje. No pueden limitarse a ser correa de transmisión de los decretos ministeriales convirtiéndose en cómplices de actuaciones que a buen seguro no comparten. Una respuesta tibia por su parte, excusada en cierta noción de responsabilidad que sólo sirve para nadar y guardar la ropa, les aleja de la comunidad a la que deben defender haciendo el caldo gordo a quienes los critican afirmando que los cargos impulsan a quienes los ostentan varios palmos por encima del suelo, alejándoles de sus representados.
Por el bien de todos, ha llegado la hora de que los rectores (y los decanos, y los directores de departamentos) se quiten el traje de la gestión para ponerse el traje de la alta política. Si se limitan a vestir el traje de la gestión van a pasar de moda, van a hacerse innecesarios pues, como he dicho, para hacer el trabajo de gestión nos basta con gerentes o administradores, y algo de esta música puede oírse en la famosa Ley de Gobernanza cuyos compases algunos empiezan a hacer sonar y que volvería innecesarios a los rectores y sus equipos de gobierno, eso sí, siempre en aras del ahorro y la eficacia.
Esto último supondría acabar de plano con la autonomía universitaria y posiblemente esta intención anide en la mente del despótico no ilustrado ministro Wert, pero espero que entre todos, con nuestros rectores al frente, podamos hacer de esta idea una quimera que sólo pueble nuestras pesadillas. Ha llegado la hora de los rectores, y si se atreven a luchar por el futuro de la universidad española como garantía de una sociedad moderna, igualitaria e innovadora, tendrán el respaldo de toda la comunidad a la que representan, nos tendrán a todos a su lado para defender el futuro de nuestras universidades.
Angel Cagigas es Profesor Titular de la Universidad de Jaén
Los estudiantes nos hemos tirado el curso pasado defendiendo nuestra universidad de muchas maneras. Desde nuestra Asamblea Libre de Estudiantes de la UJA nos hemos preguntado, miles de veces, dónde estaban los profesores, ya que parecía que, o bien pasabais de las iniciativas, o creíais que no tenían nada que ver con vosotros o simplemente, estabais «acojonados» No digo que nuestras iniciativas sean las más adecuadas o las mejores (encierros, charlas, información etc) pero digo y recalco que me parece tristísimo que ningún profesor se haya manifestado con nosotros, cuando os necesitamos.
Discrepo con el artículo en el sentido de que deja toda la responsabilidad del bienestar universitario en manos del Rector y no, no señor, la responsabilidad es de todos, desde la PAS a los órganos de gobierno, incluyendo profesores y alumnos. Ya está bien de delegar las responsabilidades en otros y vamos a hacer lo que tenemos que hacer, defender lo que es nuestro!
Estoy de acuerdo con Tomás. En este verano, el más triste de la historia de la Universidad de Jaén, cuando muchos investigadores y profesores están siendo condenados a la humillación o a la muerte académica, nuestros representantes académicos están preparando las maletas para irse de vacaciones.
Ante la falta de responsabilidad y coraje político del equipo de gobierno, de la mayoría de los decanos y decanas, de muchos directores y directoras de departamentos, pienso que urge constituir una Asamblea de Profesores en la UJA.
Felicidades Angel por tu articulo. Creo que en Jaén deberíamos movilizarnos más y crear algún tipo de plataforma o foro en defensa de la Universidad Pública, en que estemos profes, estudiantes y PAS. Y, si sigue el compartamiento impresentable del Rectorado, pedir la dimisión del Rector ya.