Raúl Solís | Agustina no sabe qué es el déficit, ni qué es la prima de riesgo, ni cómo fluctúan los tipos de interés, ni cómo se crea la inflación, ni la cantidad de dinero público que ha recibido Bankia por especular con la vivienda por encima de la ética. Tampoco ha visto nunca ninguna estadística que hable de desahuciados ni de personas sin ingresos, no le hace falta: ella es el número con vida que da vida a las estadísticas que reflejan cómo la población española –y especialmente la andaluza- vive en la pobreza por encima de lo social y políticamente permitido.
Esta mujer, tímida, insegura y con una vida dura marcada en los surcos de su rostro, es una de las muchas andaluzas que no necesitan saber de Economía para comprobar hasta qué punto el milagro español de yeso, hormigón y PVC ha saltado por los aires dejando a sus víctimas inocentes en las cunetas del prometido desarrollo económico.
Ella es una de las 6.000 personas que no tienen casa en una provincia donde existen 120.000 viviendas vacías y propiedad, en la mayoría de los casos, de entidades bancarias que han sido rescatadas con el dinero público de los desahuciados de la crisis. Una broma macabra del sistema que ni Agustina ni sus vecinos de ‘La Corrala Alegría’ están dispuestos a consentir por más tiempo.
La situación económica de la familia de Agustina, compuesta por Francisco, su marido, y su hijo Félix, que mañana cumple la mayoría de edad, agoniza desde que hace tres años y medio Francisco perdiera su trabajo de recepcionista en un hostal que nunca le dio de alta en la Seguridad Social, haciendo así imposible el cobro de la prestación por desempleo.
Desde que Francisco perdiera su empleo, todo se desmoronó. Primeramente, vino el desahucio de un piso de alquiler por el que pagaban 450 euros mensuales; se mudaron a casa de una hermana de Agustina, de donde marcharon a un albergue municipal del que fueron también desahuciados a los tres meses –tiempo límite de permanencia-. Del albergue, cambiaron su hogar a un punto de la ciudad donde todo el techo es cielo, las paredes se revisten de incertidumbre y el calor de hogar transmuta en frío en el alma.
El ir y venir a ninguna parte cambió hace una semana, cuando Agustina y su familia fueron avisados por Stop Desahucios, Comisión de Vivienda del 15M, de que podían realojarse en un bloque de pisos donde ni vive nadie ni tampoco se ha vendido ninguna vivienda.
“Nosotros estamos dispuestos a pagar, pero un alquiler social de acuerdo a nuestros ingresos”, afirma Agustina, hipertensa y enferma de osteoporosis que “no puedo pagarme ni las medicinas de las que dependo para vivir”. Para poner cordura a esta sinrazón, la humanidad resiste y los vecinos de la calle Feria facilitan, tanto a Agustina como a todos los inquilinos de ‘La Corrala Alegría’, papel higiénico, aceite, un cubo, productos de aseo personal, agua e infinidad de afecto y empatía para aminorar la pobreza a la que las políticas de austeridad están condenando a quienes hasta hace poco “éramos personas normales que trabajábamos y pagábamos nuestras cosas”.
Agustina se emociona al relatar la solidaridad que le ha salvado de la indigencia en la que ha estado malviviendo hasta hace unos días. Y se asoma al balcón para mirar la calle Feria desde la altura del primer piso que habita y del que ayer subió las persianas para hacer pública su nueva residencia y salir del anonimato al que el “milagro económico español” posterga a los protagonistas de unas estadísticas gélidas e inhumas que convierten a los vivos en cifras recortables.
http://www.elcorreoweb.es/sevilla/152558/edificio/ocupado/calle/feria/bankia/iba/hostal
El edificio no es BANKIA, tan inhumano es desahuciar a una familia que no puede hacer frente a su hipoteca, como intentar hundir el negocio de una persona que da trabajo a tantas otras, de las que depende su salario. Por defender a estas personas, podéis precipitar al paro a más familias, y esto es un INJUSTICIA!
Bravo por Agustina y por ti, Raúl Solís, primera y segundamente.