Rafa Rodríguez
La falta de comprensión de lo que realmente estaba ocurriendo en nuestro mundo por parte de los dos grandes partidos españoles (PP y PSOE); la creencia compartida que el endeudamiento privado externo y su aplicación a lo más “rentable” a corto plazo, como el sector de la construcción residencial o el consumo, era la nueva piedra filosofal que iba a trasformar en oro incluso nuestro territorio de forma constante (y por la tanto la falta de un verdadero proyecto de futuro) y el estallido de la crisis sistémica, ha carcomido el sistema económico – político gestado en la transición española, que tiene su expresión más compleja en la articulación territorial del Estado.
Este proceso de autodestrucción política del modelo diseñado en la transición se ha acelerado desde el último periodo, que arranca a partir de mayo de 2010 con el ejercicio de transformismo político decidido por Rodríguez Zapatero y, sobre todo, con la victoria electoral por mayoría absoluta del PP, el 20 de noviembre de 2011.
La opinión pública está usando una metonimia (nombrando a la parte como si fuese un todo), inducida por los que les interesa debilitar los sentimientos democráticos del pueblo, al culpabilizar a la clase política en su conjunto cuando los responsables directos de esta catástrofe social, económica y política que estamos sufriendo son los dos únicos partidos que han gobernado durante los últimos treinta años en el Estado: el PSOE y el PP (responsables no solo individualmente sino sobre todo como sistema bipartidista exclusivo y excluyente, ya que su interacción es la que sustentaba la estabilidad del modelo desarrollista). Pero a la hora de votar la ciudadanía distingue claramente en función del tipo y el ámbito de elección. Aquí ya no usa la retórica semántica de la generalización y por ello no crece la abstención, en contra de algunas previsiones en su mayoría también interesadas.
Lo que se está derrumbando es el sistema económico – político articulado en torno al bucle formado entre el desarrollismo español de los últimos 30 años y el bipartidismo del PP y el PSOE. Especial castigo está recibiendo el PSOE, en este proceso, ya que su funcionalidad estaba más directamente relacionada con el impulso de los cambios en función lógicamente de los intereses mayoritarios de su base electoral, por lo que su fracaso es más rotundo, a pesar de que el PP está practicando una política mucho más destructiva.
El PSOE va a seguir siendo el partido con más apoyos electorales en la izquierda pero ha perdido su capacidad para gobernar en solitario por lo que ya ha no puede ejercer el papel que ha jugado como el gran articulador de los subsistemas políticos y electorales del Estado (la conexión política material entre las Cortes Generales y los Parlamentos Autonómicos), tal como se ha demostrado en todas las elecciones celebradas tras el fin de la etapa liderada por Rodríguez Zapatero (Andaluzas, con la que se inicia el nuevo ciclo, Generales, Gallegas y Vascas), por lo que se está abriendo una nueva dinámica “espontánea” (sin proyecto conocido y para lo tanto sin posibilidad de ser debatido por la opinión pública) tanto para articular territorialmente los subsistemas políticos del Estado cómo para articular institucionalmente nuestra convivencia.
El gobierno de coalición de izquierda en Andalucía, las mayorías absolutas del PP en el Estado y en Galicia y la hegemonía nacionalista del PNV y Bildu en el País Vasco, tras el fin del terrorismo de ETA, muestran con toda nitidez esta nueva situación política que, al mismo tiempo, está abriendo en la izquierda un proceso soterrado de recomposición en torno a IU como segunda fuerza más importante y cuyos puntas de iceberg se pueden ver en la transformación del nombre de su grupo parlamentario en Izquierda Plural y en la emergencia de la coalición Alternativa Galega de Izquierda (ICG) que también cambia, en la práctica, el proyecto de Espacio Plural impulsado por ICV al incorporar a IU y que ha resultado ser la gran sorpresa de las elecciones del pasado 21 de octubre (hay que recordar que en su encuesta el CIS les adjudicaba un escaño y han sacado 9 convirtiéndose de la nada en la tercera fuerza política del Parlamento gallego), de forma que parece ir conformándose por propia «ley física» una especie de Izquierda Plural que conectaría a IU con la izquierda nacionalista y ecologista y que podría ser alternativa de gobierno en coalición con el PSOE, tal como ha ocurrido en Andalucía, de ahí la importancia de esta experiencia tanto para nuestra tierra como para el conjunto del Estado.
Es evidente que si se consolida este proceso el nuevo sistema político resultante sería incompatible con el modelo económico desarrollista, con la institucionalidad nacida de la transición española, con el actual reparto de las cargas de la crisis y con la estrategia compartida del PP y del PSOE para gestionarla, que se elevó a rango constitucional mediante el consenso entre ambos para alterar su artículo 135, por lo que sería imprescindible otro consenso constitucional.
Por ello la alternativa de los poderes fácticos españoles es la continuidad de ese pacto entre el PP y el PSOE, ante el previsible agravamiento de la crisis, aunque profundice aún más en la falta de legitimidad del sistema actual y potencie la confrontación social y territorial hasta consecuencias difíciles de imaginar, precisamente por el propio agravamiento de la crisis diferencial española. Esto puede explicar la “confrontación objetiva” entre Rubalcaba, que representa la continuidad del consenso constitucional del PP y del PSOE para gestionar la crisis, y Grinán como Presidente del gobierno de coalición de la Junta de Andalucía.
El PP no puede sostener por si solo el modelo por tres causas:
a) porque es el responsable directo del desmantelamiento del propio Estado al basar su actuación en la descapitalización económica, social y política del conjunto de la sociedad española y especialmente del sector público que es el esqueleto óseo sobre el que se sustentan las conexiones sociales y territoriales;
b) porque nunca ha gobernado en partes fundamentales del Estado como Andalucía, Cataluña o el País Vasco, a diferencia del PSOE,
c) porque necesita al menos una opción de alternancia para legitimar mismamente al sistema.
De ahí que empieza ya a mostrar su desesperación viendo, como Rodríguez Zapatero, alucinaciones en forma de brotes verdes cuando los indicadores más importantes nos dicen que la situación económica sigue empeorando, como no puede ser otro modo si ellos se dedican a descapitalizar todos los resortes para impulsar la economía, y, al mismo tiempo, el contento europeo está en una fase crítica y el contexto mundial puede pasar de la crisis latente a la recesión después de las elecciones en EE.UU.
En esta complicada situación son necesarias nuevas organizaciones que provoquen la deliberación política sobre la ruptura con el modelo económico – político de la transición y propongan una salida a la crisis en torno a propuestas económicas para una nueva época y para una nueva institucionalidad que permitan otro modelo a partir de las conquistas democráticas, territoriales y sociales de estos últimos 35 años (que han sido las más importantes en la historia de la ciudadanía y los pueblos de España). Organizaciones ligadas a la sociedad pero de alto contenido político que renuncien a obtener cuotas de poder a cambio de ejercer un nuevo papel político de conexión entre las instituciones democráticas y la opinión pública, y sus organizaciones, y que movilicen a las clases medias y populares para una nueva alianza sobre los valores del pluralismo, la libertad, la autonomía, la igualdad, la cultura y la ecología, es decir, sobre los valores para la hegemonía de una izquierda renovada como respuesta a la crisis de la globalización.
La nueva organización ecoanducista Primavera Andaluza es un ejemplo de esta propuesta así como su insistencia en la necesidad de movilizar a la sociedad andaluza el 4 de diciembre de 2012 que tiene un alto contenido estratégico por cuanto significa de impulso para recapitalizar simbólicamente nuestra autonomía, identificarnos con nuestro autogobierno y comprender que la bandera verdiblanca representa la conexión emocional y política de la alianza entre las clases medias y populares andaluzas, imprescindible en estos momentos decisivos, para reequilibrar el poder entre el centro, el norte y el sur del estado.
El actual contexto económico y político está provocando un vuelco radical en la situación social por la rapidez del proceso de empobrecimiento asociado a la desigualdad en el reparto de los costes de la crisis que está afectando profundamente a las clases medias y populares (y a las relaciones entre las mismas) y está alterando de forma radical la percepción de la opinión pública sobre los resortes políticos, impulsando el cambio a través de la modificación de los apoyos electorales a los actores políticos que a su vez determinan la estabilidad del sistema electoral en un proceso que se retroalimenta pero en el que es determinante el papel de los Partidos Políticos (así lo está percibiendo con toda intensidad la propia opinión pública que los ha convertido en su diana de atención, para bien o para mal).
En este sentido el próximo 25 de noviembre, cuando se celebran las elecciones catalanas, puede que comience a escribirse, de forma determinante, el comienzo del futuro al transformarse, por una vez, una metonimia (el sistema político catalán) en un proceso que altere por completo al conjunto del todo del sistema institucional español.