Francisco Garrido.
El policía marca los movimientos reglamentarios de su brutalidad. El chico que huye cumple con su deber de eludir el golpe. Detrás, a muy pocos pasos, un muchacho presiente el dolor del golpe y contrae el gesto, mientras que otro trata de evitar lo peor, que le toque a él. De nuevo sangre y humo por las calles. Este gobierno de estúpidos registradores de la propiedad le ha declarado la guerra a la gente, sin saber muy bien por qué, aunque sí para qué. Como decía Kafka ya no hay milagros sólo manuales de instrucción. Quieren prohibir que veamos estas fotografías por qué `piensan repetir la escena y aun empeorarla (lo cual es lamentablemente posible). Pero lo más inquietante es ese maniquí de la foto que ni se inmuta. El policía está en lo suyo, un pobre desgraciado al que le han dado un palo para que le de palos a los pobres. Los que corren y huyen también pero, ese maniquí que no se inmuta… ¿ a quién representa?