En la norma de consumo, ahí está la clave. Gramsci lo sabía, por eso entendió que fue con el taylorismo y el fordismo cuando se produjo la Revolución Americana. A principios del siglo pasado la producción en serie de bienes que se comerciaban como mercancía, empezando ya la confusión entre valor de uso y valor de cambio, hizo necesaria una norma de consumo que permitiese que la sociedad absorbiese los productos que se fabricaban. Nace el consumo masivo y con él, la sociedad de masas. El individuo de esta sociedad es el que ha estado viviendo por encima de sus posibilidades, el que ha despilfarrado recursos naturales, el que ajeno a de dónde viniesen los productos que compraba, los alimentos que comía y la ropa que vestía hoy se topa, ingenuo, con una realidad en crisis.
Incapaces de saber cómo actuar, impotentes ante tanto cambio inesperado y con consecuencias tan desoladoras como los desahucios o el desempleo, actuamos de forma incoherente a lo que pensamos. Salimos a la calle gritando “vuestra crisis no la pagamos” y sin embargo seguimos entregándoles nuestro dinero a las grandes corporaciones que hay detrás de los supermercados a los que vamos a comprar cada día, por ejemplo. Votamos cada cuatro años, pero también deberíamos saber qué estamos haciendo con nuestro dinero. Y sin embargo, ¿qué hacer?
Si para Fukuyama la capacidad creadora de la evolución humanase ha agotado con la democracia representativa y la economía liberal, para Edgar Morin debemos repensarlo todo y de hecho todo ha empezado ya, afirma, pero sin que lo advirtamos. Una efervescencia creativa de iniciativas locales que avanzan hacia la regeneración económica, política, social, educativa, cognitiva… Una metamorfosis está comenzando. Igual que la oruga que se encierra en la crisálida y al abrirse se ha transformado en una mariposa, en Sevilla son muchas las iniciativas que ya funcionan en la línea de la auto-eco-organización. La mariposa, aunque es el mismo ser que la oruga, se ha convertido en algo distinto. No hablo aquí de grandes revoluciones ni de asaltar palacios de invierno. Hablo de algo mucho más radical: crear comunidad.
Desde el Casco Antiguo de Sevilla, donde la moneda social El Puma, el Mercapuma, el mercado de trueque la Plaza ya están funcionando, pasando por la calle Enladrillada, donde de pronto nos encontramos con el Huerto del Rey Moro, un espacio vecinal donde poner en práctica la permacultura y la agricultura ecológica; o la Alameda de Hércules, donde podemos comprar con pumas en la Red Verde, sin olvidar el Aljarafe, donde funciona la moneda social La Jara, y Alcalá de Guadaíra, donde encontramos otra moneda, La Pepa. Espacios creativos para tejer redes desde las que crear vínculos.
Vías múltiples que desarrollándose conjuntamente podrán promover el desarrollo local dentro de lo global: alimentación de proximidad, comercios de barrio, huertas, recuperación de espacios y de autonomía que nos acerque a la metamorfosis. La historia humana ha avanzado y lo sigue haciendo. Todo empieza siempre con una iniciativa, dice Morin, un nuevo mensaje inconformista y marginal, que muchas veces sus contemporáneos no perciben.