Francisco Garrido.
Los evangelios, ya sean los oficiales como los apócrifos, son parte de la memoria colectiva de la comunidad judía. Una memoria construida como las franjas del suelo de un valle, sin una consistencia histórica, ni siquiera lógica. No narra hechos que ocurrieron sino que debieron de ocurrir, los evangelios son contrafácticos. Hay que leerlos como textos proféticos en el sentido que le da la tradición judía, y que tan bien desvelo Walter Benjamin. El profeta no anuncia lo que ocurrirá, sino lo que debe ocurrir; no es predictivo sino normativo. La visión profética busca y encuentra en la historia señales de la posibilidad de la justicia y las encuentra en las mismas injusticias históricas. Así hay que comprender el “sacrifico del justo”, la calle de la amargura y el mismo Gólgota
La figura retórica de la “parábola” preside el canon estilístico de los textos sagrados. En realidad todos los evangelios son parabólicos incluida la figura misma de Jesus del que no hay rastro histórico alguno. Pues bien entre estas parábolas hay una que es especialmente interesante en esto momentos de elecciones radicales: la conocida como “la parábola del joven rico”. El relato en resumidas cuentas dice así: Un joven rico quería seguir a Jesus, había cumplido siempre los mandamientos y Jesus le dijo: “Vende tus posesiones y repártelo entre los pobres”. Al oír esto el joven rico agacho su cabeza y se marcho, tenía demasiadas posesiones. Entonces Jesus dijo: “En verdad os digo que es más fácil que un camello atraviese el ojo de un aguja, a que un rico entre en el reino de los cielos”.
¿La actitud del joven rico no es idéntica a la que adoptan las sociedades desarrolladas posindustriales ante la pobreza? ¿No estamos dispuestos a poner todo en discusión menos el capitalismo? ¿No hay mucho de “joven rico” en el espíritu de las ONG de solidaridad con el tercer mundo? ¿El “reino de los cielos” no es el no-lugar histórico de la posibilidad de la igualdad, posibilidad que es contradictoria con la acumulación de riquezas? ¿En estos momentos en que se privatiza la solidaridad no es el “joven rico” el envés de tanta “responsabilidad social corporativa”? ¿La cultura política de la socialdemocracia no es el “joven rico” de la izquierda ante la radicalidad de la crisis?