Carlos Elordi. EL DIARIO.ES | ¿Puede la corrupción de la política española terminar en algo parecido a la Tangentopolis italiana que hace 20 años derribó el sistema político que llevaba medio siglo en el poder en aquel país? La verdad es que entre una y otra situación hay unas cuantas coincidencias importantes. Aunque también algunas diferencias relevantes. Con lo cual, en estos momentos, no es fácil hacer pronósticos sobre la base de ese precedente. Sin embargo, recordarlos puede ser útil para entender lo que puede estar pasando más allá de las informaciones puntuales y, sobre todo, vislumbrar lo que podría ocurrir.
Tangentopolis –de tangente, es decir, comisión que se paga a los políticos a cambio de favores- comenzó oficialmente el 17 de febrero de 1992. Ese día, Antonio Di Pietro, un fiscal del tribunal de Milán que hasta entonces nadie conocía, detuvo en esa ciudad a Mario Chiesa, un dirigente relativamente importante del Partido Socialista Italiano (PSI) cuando estaba metiendo en su caja fuerte el sobre con 8.000 euros que acababa de entregarle un pequeño empresario de Módena, Luca Magni. Era el precio que éste tenía que pagar para obtener el permiso para llevar a cabo un proyecto de construcción y la última de las muchas comisiones que Magni había pagado en los últimos años.
Harto de pagar, el empresario denunció el chantaje a la justicia y se avino a entrevistarse con Chiesa llevando un micrófono oculto en su cuerpo. A Chiesa, por tanto, le cogieron con las manos en la masa. Di Pietro lo metió en la cárcel, pero mantuvo oculto el asunto a los ojos de la prensa, hasta que, algunas semanas después, se celebraron las elecciones generales. Que ganaron, como ocurría desde hacía medio siglo, los democristianos, pero en las que el Partido Socialista obtuvo los votos necesarios para que Craxi pudiera seguir siendo primer ministro en coalición con ellos, cargo que ocupaba desde hacía varios años.