Joan Herrera / Esto no aguanta más. La cantidad y gravedad de los casos de corrupción es tal, tanto en Cataluña como en España, que nos deja llenos de ira y faltos de palabras para expresar la rabia. Una rabia aún mayor por el contexto de crisis en el que se imponen recortes indiscriminados a la mayoría mientras algunos se lucran.
Pero éste no quiere ser un artículo más de lamento. Tampoco voy a dedicarme al “ya lo decía” o a aquello de “no todos somos iguales”, que ahora sirve de bien poco.
Éste quiere ser un artículo que se sume y contribuya a la rebeldía cívica y pacífica para un cambio radical, de raíz. Una llamada a refundar la democracia y reconstruirla sobre nuevas bases. Entre otras cosas porque si la explosión social no se ha producido ya es por el miedo que atenaza, y porque hoy no hay canalización política. Y deberíamos entender que hoy tenemos la responsabilidad de canalizar ese malestar no solo para destruir sino para construir un nuevo marco, nueva reglas, para reiniciar la partida.
Para empezar, y ante las últimas informaciones del caso Bárcenas, es urgente reclamar la dimisión inmediata de Rajoy y la convocatoria de nuevas elecciones. Lo que sabemos de este caso demuestra que la cúpula del PP se enriquecía a cambio de favorecer los negocios de unos pocos. El mismo presidente es sospechoso de fraude y de dirigir un gobierno y un partido corruptos, con un modelo que secuestraba gobiernos, y en el que las donaciones ilegales se daban a cambio que las decisiones gubernamentales se decantasen a favor de intereses bien particulares. Y todo eso mientras se han dedicado a cargarse nuestros derechos y servicios públicos. Alarmante.
Ésta es la gota que colma el vaso. En su año y poco más de gobierno han sido un ejemplo de como llevar a cabo acciones directamente contrarias a las que prometieron en campaña. Han demostrado total subordinación a los mercados y total determinación en el desmantelamiento de nuestros derechos. Por si fuera poco, su política económica ha fracasado rotundamente, llevándonos al récord histórico de casi 6 millones de parados. Y mientras, aprobaban una amnistía fiscal, con la ayuda de CiU, para regularizar su propio dinero negro, y el de sus amigos.
Lo mismo vale para Cataluña, donde cada mañana desayunamos con un nuevo escándalo protagonizado CiU, coalición gobernante formada por CDC, que tiene la sede embargada por el caso Palau, y UDC, que acaba de reconocer haberse financiado ilegalmente.
En este contexto, las llamadas a pactos contra la corrupción parecen una burla. Nada de pactos ni cumbres sin compromisos previos, sin comprometerse a las modificaciones legales y penales que siempre han negado. Así que no nos busquen. Hace años los propusimos y recibimos la negativa de PP, PSOE y CiU. Ahora que no quieran limpiar su imagen ensuciando la de los demás.
Es hora a su vez de medidas distintas, y está claro que si Rajoy no dimite, nuestra responsabilidad está en plantear esa moción de censura que ya está en la calle. Es hora de llevarla al Congreso. Sabemos que se requieren 35 diputados y esperamos contar con el resto de fuerzas políticas. Sabemos que se requiere un candidato alternativo y queremos que no sea de ningún partido, si no de la sociedad civil. Sabemos que la mayoría absoluta del PP impediría que triunfara, pero visualizaría su aislamiento y la urgencia de una alternativa.
Y en Cataluña, no cejaremos hasta que se sepa todo, se den todas las explicaciones (empezando por el president Mas) y se asuman las responsabilidades que tocan, que son muchas y del máximo nivel.
Los déficits de nuestra democracia no son nuevos, pero la crisis los ha acentuado y la corrupción los condena. Nuestra democracia se encuentra secuestrada por el bipartidismo y por el poder económico, anquilosada en el pasado y opaca, desconfiada de la ciudadanía y de su capacidad de intervención.
Es el conjunto de las instituciones las que están profundamente desprestigiadas, algunas casi acabadas como la Monarquía. Esto no se cambia con cuatro nuevas medidas estéticas, ni con unos retoques aquí y allá.
Por lo tanto, elecciones sí y ya, pero con eso no basta. Elecciones para abrir un proceso constituyente que sirva para reescribir nuestro sistema democrático a la luz del siglo XXI. Y repensando cual es el papel de los partidos. Sigo convencido que debemos participar en todos los espacios de lucha, también en las instituciones: es una función imprescindible. Pero desde luego, nunca ha habido cambio político sin movilización social. Esa es la clave. Y también el sentido originario de la existencia de los partidos de izquierdas.
En realidad, la explosión social ya se está produciendo. Las mareas ciudadanas se multiplican y el hartazgo crece. Ahí nos encontraremos, una mayoría, más temprano que tarde, para participar en la construcción de una verdadera alternativa social y democrática.
Joan Herrera es Presidente del Grupo parlamentario ICV – EUiA