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La importancia de la economía feminista

Lina Gálvez, Muñoz.Desde la economía feminista estamos realizando análisis, muy serios y rigurosos, que están haciendo aflorar los prejuicios ideológicos que tiene la corriente principal de la economía, esa que precisamente se dice técnica y libre de toda intromisión ideológica

Es evidente que existe una brecha de género, en el ámbito de la ciencia económica, que ha obviado en sus análisis las relaciones de género en lo que respecta, por ejemplo, a la división sexual del trabajo, a la segregación vertical y horizontal, a las diferencias salariales entre mujeres y hombres, a la doble y triple jornada que tienen que sobrellevar un alto porcentaje de mujeres, a la escasa representatividad en los órganos de toma de decisiones… ¿Cómo es posible que, a estas alturas del siglo XXI, todavía no se tengan en cuenta estos factores en los análisis económicos?

Yo creo que sí que se tienen en cuenta, pero no de una manera satisfactoria para el análisis feminista, a excepción obviamente de la economía feminista que ha avanzado mucho, tanto en el plano teórico como empírico, en estas últimas dos décadas. La corriente principal de la economía, lo que se conoce como economía ortodoxa y que ha derivado en estos últimos años en una especie de fundamentalismo de mercado, sí que considera estas cuestiones e incluso las analiza, pero no acierta ni a incluirlas en el análisis macro, ni consigue dar a estos fenómenos explicaciones convincentes, tanto en cuanto naturaliza las desigualdades de género, que observamos en los mercados o en la familia, explicándolas a través de las diferencias en las preferencias personales de los individuos, y tomando al trabajador varón blanco como la norma para sus construcciones teóricas.

¿Cómo afecta «a la salud económica» que no se profundice en las condiciones en que las mujeres participan en el mercado de trabajo, cuando estamos hablando de la mitad de la humanidad que, en la última década, ha ocupado masivamente el espacio público?

Efectivamente, no se profundiza adecuadamente en el análisis de las condiciones laborales de las mujeres en los mercados de trabajo, en relación a los hombres, y también en relación a las diferencias que se establecen entre las propias mujeres, en parte porque los instrumentos estadísticos que tenemos a nuestro alcance no son suficientes. Pero lo que resulta realmente perjudicial es no tener en cuenta en los análisis, y en la política económica que se deriva de esos análisis, la naturaleza, importancia y limitaciones derivadas del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados. De esta forma, no solo se afecta a la «salud económica» de un país determinado, dando menores oportunidades a personas bien formadas y muy capaces -muchas mujeres-, sino que se pierde el potencial cuidador de los hombres que, en una sociedad con las bajas tasas de fecundidad y acelerado envejecimiento de la población, suponen un serio problema de sostenibilidad de nuestro sistema de bienestar.

¿Cómo se está presionando, desde la economía feminista, para «cerrar esta brecha»?

Desde la economía feminista estamos realizando análisis, muy serios y rigurosos, que están haciendo aflorar los prejuicios ideológicos que tiene la corriente principal de la economía, esa que precisamente se dice técnica y libre de toda intromisión ideológica.

En cuanto a la brecha del conocimiento, el papel que los economistas ortodoxos han tenido en el caldo de cultivo en el que se gestó la actual crisis, nos está facilitando mucho la labor. En lo referente a la brecha real en la economía entre mujeres y hombres pues, de nuevo, la aportación es a través del estudio riguroso de los fenómenos y de la acción social a la que las economistas feministas nunca hemos dado la espalda.

Hoy, más que nunca, se pone en evidencia el fracaso de la «economía ortodoxa» para dar solución a los problemas que aquejan a la mayor parte de la población mundial: hambre, pobreza, discriminación, desigualdades,… De hecho, la salud económica internacional está seriamente «tocada» por estos problemas que son ¿patologías o síntomas? Y, de tratarse de síntomas, ¿cuál sería el diagnóstico? ¿de qué enfermedad estaríamos hablando?

Esta crisis es sistémica, no es coyuntural. Y el análisis económico ortodoxo ha sido la justificación ideológica del modelo económico que ha colapsado, creando aún más desigualdades de las que se han ido desarrollando estos últimos años. Hay que cambiar la manera de producir, de compartir el cuidado, de consumir, de gobernar lo económico, de financiar la economía y, por supuesto, también la forma de analizarla y saber que la prioridad de la economía tiene que ser el bienestar de las personas, en un medioambiente sostenible y respetuoso con nuestra naturaleza, de manera que no comprometamos el bienestar de las generaciones futuras.

De hecho, las causas últimas de la violencia estructural que se produce en las sociedades democráticas radican en las desigualdades económicas que generan las políticas neoliberales que, además, no tienen en cuenta los diferentes papeles que las mujeres y los hombres juegan en las actividades socioeconómicas. En su opinión, ¿en qué contribuiría la incorporación de las propuestas feministas en los análisis económicos para atajar la violencia estructural?

Harían el análisis económico más humano, como he dicho antes, más centrado en el bienestar de las personas, con las implicaciones que ello conllevaría en la práctica política y los modelos económicos. Debería ser una economía en la que todas las personas contasen como un fin en sí mismas, poniendo énfasis en la centralidad de los cuidados y el bienestar de las personas.

Pero no sólo las políticas neoliberales, el enfoque predominante en la ciencia económica, manifiestan un carácter androcéntrico y patriarcal que también se hace patente en otros paradigmas denominados críticos, incluso en aquellos más radicales aparecen claras resistencias a incluir la perspectiva de género en sus enfoques. ¿Podría señalar las causas de tales «resistencias»?

Las resistencias son de dos tipos. Por una parte, están las resistencias vinculadas a nuestra socialización y los estereotipos patriarcales que naturalizan las desigualdades de género e impiden que se cuestionen, a no ser que se tenga una buena formación en género, entendiéndolo como la herramienta teórica y metodológica del pensamiento feminista. Por otra parte, el feminismo y el análisis de género son incómodos porque no se trata de un «agregue mujeres y mezcle» sino que se cuestiona todo, las fuentes, las preguntas, los métodos. Digamos que se cuestionan los cimientos del edificio. Otras corrientes heterodoxas son también bastante permeables. De manera muy estilizada, e incluso simplista, podríamos decir que, en el caso del análisis marxista, la lucha de clases reina sobre cualquier otra desigualdad y jerarquiza, y en el caso de la economía ecológica el centro del análisis se sitúa en el medioambiente, en la naturaleza, en el planeta, y no en las personas.

sal11¿Cuáles son las aportaciones más relevantes que, a su juicio, ha realizado la economía feminista al funcionamiento del mercado laboral y a la estructura económica?

Yo destacaría dos: primero, la importancia que para las personas, las familias y sobre todo para el conjunto de la economía tiene el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado y, por tanto, la importancia de analizarlo desde un punto de vista científico. Y, segundo, que las decisiones de las personas no se rigen exclusivamente por motivos utilitaristas y que otros valores mueven las decisiones y los comportamientos de las personas.

¿Y ante la crisis? ¿Cómo se posiciona la economía crítica feminista? ¿Considera que es una cuestión de «mala salud» del sistema o que es un ataque, en toda regla, provocado por el sistema para «recomponerse», es decir, que se trata de violencia estructural pura y dura?

La economía feminista no es unitaria, hay distintas corrientes y opiniones dentro de la misma. Hay bastante consenso en la idea de que esta crisis es sistémica, y no tanto en pensar que es premeditada. En mi opinión, como he dicho antes, creo que es sistémica sin duda, pero no creo que esté premeditada. Aún así, está claro que el establishment, las oligarquías económicas, políticas y financieras, a quienes favorece este modelo de hiperglobalización financiera que impone políticas de corte deflacionista y una sociedad marcadamente neoliberal, están aprovechando la crisis para avanzar en un modelo económico, político y social que ya diseñaron en los años setenta y en el que la Europa social, aún con sus limitaciones, era la nota disonante y, por tanto, la que había que derrotar. La crisis ha sido una oportunidad que los que queríamos cambiar el sistema no estamos sabiendo aprovechar y, que en cambio, están aprovechando las élites mundiales, ese 1% del que hablan muchos teóricos que aglutina la riqueza y el poder, para modificar el sistema, para quedarse con un trozo aún mayor de la tarta, y conseguir que el resto de la población mundial lo aceptemos bien a través de la seducción -como ha sido el caso en Europa, en estas últimas décadas, de avance del modelo neoliberal-, la coacción -como ha sido el caso en muchos países de la periferia que han visto sus democracias arrasadas-, o a través de la desesperación vinculada a la pobreza.

¿Qué alternativas plantea para superar esta crisis la economía crítica feminista?

Permitidme que os incluya las alternativas contempladas en el libro del que soy co-autora junto con Juan Torres: Desiguales. Mujeres y hombres en la crisis financiera, Barcelona, Icaria, 2010.

-La centralidad de la lucha contra la desigualdad: esto es importante no sólo por una cuestión ética de justicia, sino porque el incremento de la desigualdad está en el origen mismo de la crisis y, por tanto, combatirla no sólo ayudaría a salir de la crisis actual sino prevenirnos de futuras crisis.

-Acabar con las políticas deflacionistas: estas políticas son el peor enemigo de la equidad y de la generación de ingresos para la mayor parte de la población. Por tanto, hay que virar hacia políticas que se basen en estímulo a la creación de riqueza en su sentido más humano y sostenible, avanzando en la creación de empleo que no sólo garantice el mantenimiento del poder adquisitivo de los salarios, sino que aumente su participación en la renta.

-Potenciar otro tipo de actividad económica: hay que cambiar el modelo de acumulación y crecimiento. Hay que avanzar hacia un modelo que no suponga una destrucción neta y definitiva de recursos. Basado en la innovación social y la calidad del empleo. Sin discriminación en el acceso a los mercados de trabajo, ni en los mercados. Una actividad económica en la que se tenga en cuenta la centralidad de los cuidados y que éstos sean abordados, corresponsablemente, por mujeres y hombres y otras instituciones como gobiernos, sindicatos o empresas.

-Facilitar el acceso al crédito para impedir que la actividad económica se bloquee: el sistema bancario, basado en la creación de dinero a partir de la deuda, se ha mostrado simplemente como una fuente perversa de inestabilidad, escasez e insatisfacción y, por tanto, es necesario que se abra un debate global sobre la puesta en marcha de sistemas financieros más descentralizados, encadenados a la actividad productiva y donde la ciudadanía tenga una presencia mucho más activa, directa y decisiva a la hora de determinar los recursos disponibles.

-Otra regulación y otro orden internacional: hay que establecer una más férrea disciplina jurídica y política que acabe con la innecesaria libertad sin restricciones de los capitales especulativos, con los paraísos fiscales, con la ausencia de fiscalidad sobre los capitales internacionales y, especialmente, de los especulativos. Cambiar y democratizar los espacios de toma de decisiones, y dejar que entren las mujeres y renueven esos espacios basándose en su experiencia histórica, más vinculada a la provisión y garantía del bienestar de las personas.

-Superar el patriarcado: cualquier estrategia económica, encaminada a imponer un poco de justicia y humanidad en las relaciones económicas, no puede ser viable si al mismo tiempo no se modifica la consideración social, hoy día dominante, de las mujeres y del papel que podemos y debemos desempeñar en nuestras sociedades. Las mujeres no podemos seguir siendo discriminadas, o simplemente tratadas como un grupo vulnerable, porque somos sujetos principales de la vida socio-económica y exigimos un reparto de tiempos y trabajo más equitativo en los mercados, la familia y los organismos de toma de decisiones y poder.

-Otros incentivos, nuevos valores y enfoques: hay que establecer otras prioridades políticas a las que hoy día imperan; potenciar el uso de nuevas formas e instrumentos de reconocimiento, registro y medición de las realidades sociales; avanzar en el diseño de indicadores de la necesidad y del bienestar que no se objetiven solamente en expresiones monetarias y, por supuesto, nuevos valores y principios morales liberadores que guíen, también y sobre todo, el análisis económico. Necesitamos un análisis económico que fomente unas políticas económicas que no sean, como ahora lo son, fuente de sufrimiento para la mayor parte de las personas, sino que se conviertan en fuente de prosperidad, de felicidad y de vida.

-El reto de otro poder: es necesario partir del presupuesto de que es posible que todos los seres humanos, incluyendo a las mujeres por supuesto, tengan iguales derechos y capacidades para vivir como tales, como un fin en sí mismos, y establecer un reparto de poder que garantice que todos los hombres y mujeres influyan, en igualdad de condiciones, a la hora de decidir sobre los asuntos sociales, que les permitan vivir vidas que consideren vidas dignas de ser vividas.

Entrevista realizada por: Redacción

 

 

REFERENCIA CURRICULAR

Lina Gálvez Muñoz es doctora por el Instituto Universitario Europeo, y ha sido profesora de las universidades de Reading, Sevilla y Carlos III de Madrid. En la actualidad es Catedrática de Historia e Instituciones Económicas del Departamento de Economía, Métodos Cuantitativos e Historia Económica de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla. En esa misma universidad ha sido Vicerrectora de Postgrado entre 2007 y 2012, y es directora del Master Universitario en Género e Igualdad y del Programa de doctorado en Desarrollo y Ciudadanía. Tiene más de cincuenta publicaciones científicas en revistas de impacto y en editoriales de prestigio internacional. Ha dirigido varios proyectos de investigación y formado parte de redes de investigación internacionales. Coordina el grupo de investigación EcoEcoFem (Economía Ecológica, Feminista y Desarrollo) y ultima la puesta en marcha de GEP&DO, observatorio de género sobre Economía, Política y Desarrollo. Además de su labor académica, colabora con numerosas instituciones y medios de comunicación para ayudar en la medida de lo posible, al empoderamiento ciudadano que reivindique y construya un mundo más justo donde desaparezcan todo tipo de discriminaciones y, especialmente, las que sufren las mujeres por el simple hecho de serlo. En 2011, recibió el Premio Meridiana de la Junta de Andalucía por su compromiso con la igualdad de género.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

COMÍN Y COMÍN, FRANCISCO y GÁLVEZ MUÑOZ, LINA (Coord.): «De la Beneficencia al Estado del Bienestar, pasando por los seguros sociales», en: Revista de la Historia de la Economía y de la Empresa nº 4, Archivo Histórico BBVA. Bilbao, 2010

GÁLVEZ MUÑOZ, LINA y MATUS LÓPEZ, MAURICIO: Trabajo, Bienestar y Desarrollo de las Mujeres en el Ámbito Rural Andaluz. Instituto Andaluz de la Mujer, Consejería para la Igualdad y Bienestar Social. Sevilla, 2010

GÁLVEZ MUÑOZ, LINA y TORRES LÓPEZ, JUAN: Desiguales: Mujeres y Hombres ante la crisis financiera. Icaria. Barcelona, 2010

MORA, B., DÍAZ, P., GÁLVEZ MUÑOZ, L., NIELFA, G., SARASÚA, C.: ¿Invisibles? Mujeres, trabajo y sindicalismo en España 1939-2000. Confederación Sindical de CC OO. Madrid, 2004

SARASUA, CARMEN. y GÁLVEZ MUÑOZ, LINA. (Eds): Mujeres y Hombres en los mercados de trabajo: ¿Privilegios o Eficiencia?. Alicante, Universidad de Alicante, 2003

 

Publicadoe en: http://revista.conlaa.com/index.php?option=com_content&view=article&id=555&Itemid=579

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