El último Nobel de la Paz, Barack Obama, ha decidido centrar su discurso de aceptación de ese premio en justificar la guerra. Unos dicen que es valiente y responsable. Otros que ha traicionado su campaña. Yo creo que se equivocan los unos, los otros, el premiado y el jurado.
Dice el Nobel de la Paz que “a veces la guerra está justificada”. Obama sabe mucho de comunicación política. Y de marketing. Por eso juega más con la evocación que con la argumentación, porque una imagen vale más que mil palabras. Y nos presenta la guerra como la suma del “sangre, sudor y lágrimas” de Churchill, el sacrificio de los judíos que resistieron al holocausto nazi, la valentía de quienes desembarcaron en Normandía, la fiereza de los que ganaron en Stalingrado, la impotencia de los desamparados en el cerco de Sarajevo… El problema es que nada de esto tiene que ver con lo que propone el presidente de los Estados Unidos.
El Nobel de la Paz justifica ser el comandante en jefe de dos guerras diciendo que una (la de Irak) está terminando. Ojalá. Preocupa más el argumento que utiliza en la otra, la de Afganistán: la guerra que Estados Unidos “no la buscó”, mimetizándose con el Roosevelt conmocionado por el ataque japonés a Pearl Harbour. Pero Obama miente: el 11-S no fue Pearl Harbour. No fue un acto de guerra de Afganistán, organizado y perpetrado por el execrable gobierno talibán, sino un brutal atentado terrorista ejecutado por Al Qaeda. La respuesta del gobierno estadounidense de EEUU entonces (y ahora) sí fue un acto de guerra: invadir Afganistán. Con escaso éxito en el objetivo declarado de acabar con Al Qaeda.
El Nobel de la Paz nos quiere convencer de que a un acto terrorista se le puede responder con una guerra, y a un gobierno que ampara a los terroristas con una invasión. Mutatis mutandi, la doctrina de la “guerra contra el terror” habría amparado disolver el gobierno vasco y ocupar militarmente su territorio tras Hipercor; acabar con los santuarios de los terroristas habría justificado una reedición de los tercios de Flandes tras cualquiera de las negativas del gobierno belga a extraditar a etarras.
El discurso del Nobel de la Paz no es ni audaz ni comprometido; ni responsable ni realista. Es cínico. Porque nos coloca en la siguiente disyuntiva: o se acepta la guerra, o seremos cómplices del terror; o consentimos en suspender la legalidad o estaremos equiparando los totalitarismos con democracia, la complicidad talibán con el garantismo belga. Obama nos dice que el pacifismo es quietismo. NO. No es así en absoluto. Luego abundaré en ello. Lo único que hace aceptar el discurso de Obama es reforzar a Al Qaeda. Porque los terroristas ganan cuando empezamos a considerarlos parte beligerante de una guerra. Ese es su objetivo: lo ha intentado ETA durante toda la democracia, que ésta se suicide y pasemos del Estado de Derecho a un estado de guerra. La trampa en que Bush nos hizo caer a todos al declarar la “Guerra contra el Terror”. La trampa que nos vuelve a tender Obama.
Las ideas del Nobel de la Paz sobre la guerra son parecidas, demasiado parecidas, a las de George Bush. Mientras muchos hablamos de política antiterrorista, Obama y Bush hacen la guerra al terror. Porque ambos coinciden en no ver un salto entre la política y la guerra. Que se tranquilicen los fans de Obama: esto no quiere decir que ambos sean iguales: de hecho, harían la guerra en ejércitos diferentes. Obama se enrolaría con von Clausewitz, el pensador prusiano que presentó la guerra como la continuación de la política con otros medios… Bush lo haría con Schmitt, para quien la política es una forma de la guerra, donde quien no es un amigo es un enemigo. ¡Claro que hay diferencias entre Obama y Bush! Clausewitz no aceptaría Guantánamo ni Abu Ghraib, mientras que para Schmitt cuestionarlos, simplemente, carecería de sentido. Es la diferencia entre el criminal de guerra Bushmitt y el belicista Obamasewitz.
A un Nobel de la Paz habría que exigirle algo más que no ser un criminal de guerra. Y quizás Obama podría haber sido merecedor de este premio si hubiese hecho algo por la paz. Por ejemplo, inspirarse en otro filósofo alemán. Tan prusiano como von Clausewitz. Tan realista como Schmitt. Me refiero a Kant. Para quien, a diferencia de aquellos, el núcleo de la política no está en imponer la voluntad propia, ya sea pacífica o violentamente, sujeto a más o menos limitaciones. Para Kant la política es justicia, y la guerra, la ausencia absoluta de justicia, o sea, de política.
Si el Nobel de la Paz no se lo hubieran concedido a Barack Obamasewitz, sino a Bakant Obama, éste habría aprovechado el discurso de aceptación del premio no para hacer una apología de la guerra, sino para anunciar la adhesión inmediata de EEUU al Tribunal Penal Internacional. A continuación, propondría su reforma, para reforzarlo, para darle medios, para que tuviera poder. Una justicia ciega, sí, pero no impotente. Una reforma que demostrara que es falso que nos debatamos entre el belicismo o el apaciguamiento, entre halcones o palomas.
Si el Nobel de la Paz fuese Bakant Obama nos convencería de que la política es la solución al dilema entre la guerra “justa” y la paz “injusta”. Diría que igual que el Estado no está en guerra con un asesino o un pederasta, el Tribunal Penal Internacional no lo estaría con una organización terrorista transnacional o un gobernante criminal. Dicho de otro modo: si hay justicia, puede haber ejercicio legítimo del poder, para perseguir la injusticia; poder para defender un Estado de Derecho universal. Poder para que las víctimas no estén desamparadas. Para que el 11S no quede impune. Ni la invasión de Irak. Pero tampoco el hambre, o el cambio climático.
Un Nobel de la Paz hoy tiene que trabajar por la justicia. Como hicieron Mandela y de Klerk, derribando el odioso racismo hecho ley en la Sudáfrica del apartheid. Como Suu Kyi y Ebadi, arriesgando su vida por la democracia en Birmania e Irán. Como Gore y los científicos del IPCC, ampliando los horizontes de la justicia hacia el medio ambiente y las próximas generaciones.
Obama no merecía ser un Nobel de la Paz. Ahora menos, porque lo ha contaminado para hacer apología de la guerra. Presentándolo como una forma de política, cuando no es otra cosa que su antítesis, la muerte de la política. ¿Había alternativa a Obama? Supongo que sí. Mi opción habría sido dejarlo desierto. Quizás nadie lo merece el año en que el hambre ha alcanzado por primera vez a 1.000 millones de personas. El año que los gobiernos de todo el mundo se han puesto de acuerdo en salvar a bancos especuladores y banqueros corruptos, mientras racanean en la Cumbre del Clima. ¿Nobel de la Paz de 2009? Vacante. Nos habría hecho pensar. Quizás sería incluso motivo de orgullo en el futuro.
Mientras tanto, seguiremos esperando al Nobel de la Paz que ponga las bases de una justicia universal. Porque como bien decía Kant, ese será el principio de la paz. Auténtica. Para siempre.
George Orwell publicó hace 50 años el libro 1984, un mundo en el que existiría un Ministerio de la Paz encargado de las guerras y de que estas fueran permanentes, «la guerra es la paz», Obama ayer certificó ese mundo,
Obama o Hillary son actores que ponen en escena un guión escrito de antemano.Leamos a Chomsky.Con Obama se vé realmente para que sirve el injente dineral en marketing de imagen político.»Nos la metieron,hasta la bola»(hablo por mí).
¿Hay crisis o desempleo en la industria armamentistica?la que mayor beneficio obtiene del mundo-mundial.¿hay crisis o disminución en el consumo de drogas?segundo beneficiario de ganancias,beneficios del mundo-mundial.¿nuevas enfermedades,mutaciones de virus,pandemias,inventadas o manipuladas en laboratorios farmaceuticos,acompañadas del marketing del miedo?¿qué lugar ocupa las Farmauceticas en el beneficio económico mundial?¿han quebrado los bancos o centros financiero,en algún Paraiso Fiscal?
Un premio Nobel al Comandante en Jefe del mayor ejército Imperial del Mundo se califica a sí mismo.Sobran las palabras cuando se comulga con ruedas de molino.
Como San Pedro negó trés veces a Jesus,así el Imperio rechazó la entrega por el Mulá Omar,a su pupilo,aonde andará,nacionalizado saudí(financieros de las mezquitas en Europa,en manos de clérigos»de aquella manera»).Podemos cuando menos intuir,que la gerra de Afganistán,limpiaba el paso de incontolables al oleoducto del petróleo del Caucaso sin pasar por Rusia,y,el aumento paulatino de las plantaciones de adormideras,mermedas por los talibanes,al 70% actual y de fácil distribuición mundial.
Como el nacionalismo españolista hacia Catalunya o Heuskal-Herria,la rentabilidad,hacia la opinión pública,que ofrece tener un enemigo.malo-malisimo,para el imperialismo del poder,del Dinero en su latrocinio perenne,Ayer la Unión Sovietica,hoy»una base» Al-Queda de datos de la CIA con un listado de muyaidines en nómina»con sus pagas correspondientes»,donde ocultar el totum-revolutum del terrorismo propio y extraño.
Aunque sea un poco raro que el autor comente sus propios artículos, lo hago como una forma de desahogo personal.
Durante un tiempo me ha preocupado pensar que Hillary era una mejor opción que Obama, lo que mantuve hasta el final. Evidentemente, mi malestar no era porque tuviera vela en ese entierro, o porque mi opinión fuese tan relevante como la de Pepiño Blanco. Sino porque no sabía por qué no podía compartir la fascinación de casi todo mi entorno por el personaje, y sólo tenía prevención hacia él.
Hoy me siento algo más reconciliado conmigo mismo: si Hillary hubiese sido la candidata hoy tendríamos las mismas políticas, pero nos habríamos ahorrado el bochorno de ver a un Nobel de la Paz haciendo apología de la guerra. No porque ella hubiese dicho otra cosa; simplemente, no se lo habrían concedido a los diez meses de ocupar el cargo.
He dicho que me siento más satisfecho, pero también más triste. Porque este presidente de los EEUU no va a ayudar a hacer el mundo mejor. Porque se va a pasar su mandato luchando contra su sombra, demostrando a su país que el presidente no es el candidato que encandiló al mundo.
Ésta es del tipo de «apuestas» que uno prefiere perder.