A la izquierda, producto de su desencanto y desilusión congénita, le encanta encontrar una Virgen de Lourdes que la salve periódicamente. La última aparición mariana es Pablo Iglesias, un joven de 36 años, profesor universitario, con coleta, aspecto de gamberrete de facultad pero, sin embargo, extremadamente hábil, inteligente y encantador de corazones femeninos –y masculinos- gracias a su pose de pillín y una locuacidad sobresaliente.
Pero Pablo Iglesias no es Alexis Tsipras, el lider de izquierdas griego. Sobre todo, porque no tiene organización política que le respalde. Por muy modernos, horizontales e interconectados a las redes sociales que seamos y estemos, sin organización política no se puede vertebrar un proyecto político en un Estado extremadamente inmenso como España y con un peso importante de población rural que no se alimenta de Facebook o Twitter ni, mucho menos, ve La Tuerka, el programa emitido por Internet y de aire clandestino en el que Iglesias ejerce de showman
Iglesias tampoco es Tsipras porque, a diferencia del líder de Syriza, solamente se le conoce un catálogo de noes, frases Facebook o tuits ingeniosos. Todos los eslóganes de Pablo Iglesias comienzan por “no” o “contra” y, en comunicación política, quien empieza con “no” o “contra” siempre pierde. Por eso Rajoy perderá el debate sobre la contrarreforma del aborto y el debate sobre el derecho a decidir, porque está “en contra de las mujeres”, “en contra de la actual Ley del Aborto”, “en contra del derecho a decidir de las mujeres” o “en contra de que los catalanes ejerzan su derecho a votar democráticamente”.
Iglesias no es Tsipras por la sencilla razón de que el español está encantando de moverse en las aristas de la extrema izquierda y, el segundo, está cada día más empeñado en hacerse ver como un hombre de izquierdas, sí, pero de una izquierda de gobierno que cree en las instituciones y quiere conquistar al electorado socialdemócrata huérfano de los partidos socialdemócratas.
Tampoco creo que Pablo Iglesias sea un líder mediático, por la simple razón que participa en programas con una audiencia insignificante. El Debate de La Sexta Noche no llega ni al 10% de cuota de pantalla. O dicho de otro modo, 1.300.000 personas ven el programa de Pablo Iglesias en un país en el que tienen derecho al voto 35 millones. No creo que a nadie, producto de la necesidad de encontrarse con la Virgen de Lourdes, piense que todos los espectadores que ven a Pablo Iglesias son potenciales votantes de una opción como la que pueda representar Iglesias.
Las Mañana de Cuatro, otro de los programas en los que Pablo Iglesias participa, tiene una audiencia aproximada y sostenida del 4%. Es decir, ni 400.000 espectadores. Tampoco las redes sociales acompañan la idea de que Iglesias sea un líder mediático de masas llamado a salvarnos de todas nuestras sombras.
En Twitter, Iglesias tiene 103.000 seguidores. Una cifra muy inferior a la que tiene Alberto Garzón (188.000), Gaspar Llamazares (183.000) o Ada Colau (107.000). Ni siquiera que haya sido capaz de recoger 80.000 firmas para legitimar su plan. Yo mismo he firmado, con el único objetivo de conseguir que Cayo Lara recapacite y abra IU a un Frente Amplio de movimientos y partidos de izquierdas, pero no tengo ningún interés en votar a Pablo Iglesias si se presenta en solitario.
Pablo Iglesias y su Podemos –que a veces parece Puedo con el exceso de egolatría alrededor de su figura- recuerda al efecto desinflado del partido ecologista EQUO. A la vista de la aparición en medios de comunicación y repercusión en redes sociales, el partido de Juantxo Uralde parecía que iba a sacar 7 diptuados en el Congreso. No obtuvo ninguno.
Pablo Iglesias no es Alexis Tsipras. Ni España es Grecia. Pero la izquierda española sí puede ser Syriza. Para ser Syriza, es imprescindible contar con organización política, un catálogo de síes que dé alternativa a todos los noes ya conocidos y un proceso de primarias abiertas a la ciudadanía que permita convocar al optimismo a toda esa izquierda que vive desilusionada anta la falta de respuestas ganadoras.
Entre Manolín y Manolón, está Manolo. Si no te convence mi argumentación, te invito a que preguntes fuera de las redes sociales quién es Pablo Iglesias. Seguramente, si a quien preguntas tiene el bachillerato, te dirá que es el fundador del PSOE o de UGT; y si preguntas a alguien sin bachillerato, es muy probable que te responda que es un hijo de Julio Iglesias. Entonces, te darás cuenta que Pablo Iglesias no es la Virgen de Lourdes. Y que las redes sociales tampoco nos representan.
Me queda claro que estás CONTRA la Virgen de Lourdes y que ahí te duele.
Estoy bastante ed acuerdo con las reflexiones que hace el señor Pablo Iglesias en sus intervenciones televisivas, también me gusta las ideas que plasman este artículo…pero no me gusta nada el pie de este ya que divide a la sociedad en personas con bachillerato( inteligentes) y sin el( burros que no saben ni donde tienen la cara). Yo no tengo estudios superiores ni bachillerato y conozco a muchas personas como yo, he de decirles señores prepotentes que muchas personas con carrera no son nada cocientes de la vida que les rodea asi que por favor no cometan el mismo error que los peperos.
¿Pues si es tan poco conocido ¿por qué te molestas en dedicarle tanto píxel de texto?
Ni el psoe implosionó como el pasok como mas de uno creyó el 15m, y ahora llegan las eleciones, no cuadran las cuentas y llegan los lloros y las puñaladas….
Dices en tu artículo: «…en comunicación política, quien empieza con “no” o “contra” siempre pierde…» y has planteado precisamente un «no» o un «contra» a Podemos -o a Pablo Iglesias-…. Has perdido (la coherencia), amigo