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En tiempos de la I internacional Marx comprendió que un objetivo estratégico que podía aglutinar a una mayoría de la clase obrera era la jornada laboral de 8 horas. Creo que existe una relación entre objetivo estratégico de la izquierda y metáfora de un proyecto global y común de cambio. Obama lo usó con el asunto del Obamacare, una extensión de la sanidad pública.

Salario mínimo o renta básica

Mario Ortega / En tiempos de la I internacional Marx comprendió que un objetivo estratégico que podía aglutinar a una mayoría de la clase obrera era la jornada laboral de 8 horas.

Jose_Ramon_Sierra

Creo que existe una relación entre objetivo estratégico de la izquierda y metáfora de un proyecto global y común de cambio. Obama lo usó con el asunto del Obamacare, una extensión de la sanidad pública.

La metáfora es, en mi opinión, una herramienta fundamental en la gramática de la política. Una forma de trasladar a la opinión pública de una manera sencilla el sentido y significado de un nuevo y completo proyecto político.

Últimamente se está imponiendo en el debate de la izquierda el asunto de la renta básica o social. Sin embargo creo que es mucho más potente y con más capacidad de aglutinar apoyos de clases medias y populares el planteamiento de un objetivo estratégico como la duplicación del salario mínimo en España. Llevarlo como un objetivo de convergencia en Europa. Además puede funcionar como un nexo de unión entre el tradicional votante socialdemócrata más desencantado y una necesaria nueva izquierda que emergente. La influencia del salario mínimo en la renta real de las personas es conocida y sufrida por toda la población. En España tiene tintes miserables, 623 € congelados para 2014.

Poniendo otra vez de ejemplo a Obama, aun a sabiendas que alguien podrá decir que Obama no es ejemplo, la noticia de que va a usar sus poderes ejecutivos para subir el salario mínimo casi un 40% para luchar contra la desigualdad parece política socialdemócrata pura, pero esta vez no para potenciar la demanda interna, si no para limitar la desigualdad. Subir el SM es la condición que planteo el SPD en las negociaciones por la gran coalición con Merkel.

En «condiciones normales», sin las brutales reformas laborales precedentes y con las tarjetas de crédito a pleno rendimiento, una medida de este tipo podría conducir al incremento de la demanda y, tal y como pensamos los ecologistas, a una nueva espiral catastrófica. Y, aún podría limitar la generación de empleo. Pero esas condiciones no existen ya, los datos son evidentes, el salario, la temporalidad y las condiciones laborales, están promocionando la semiesclavitud, trabajar ya no garantiza salir de la pobreza. Las tasas de crecimiento con cero y decimal, la baja inflación casi deflación, y el crecimiento de sectores como el turístico no se traducen en más empleo. Se trabaja más por menos y menos tiempo.

Lamentablemente, las pasadas inercias sindicales y la general desorientación popular en confluencia con las luchas urgentes por los derechos básicos (vivienda, educación, sanidad, alimentación), nos hacen olvidar que sin elementos simbólicos de cambio es imposible ganar la hegemonía. Algo que requiere el apoyo sin pensar mucho de diferentes clases o grupos de intereses sociales.

Desde el punto de vista discursivo y comunicativo, en el marco actual de hegemonía neoliberal (la socialdemocracia no está en ello), la lucha por la Renta Básica tiene el defecto de hacer pensar a muchas personas que es cobrar sin trabajar. Y tiene la dificultad de que para aplicarla es necesario disponer de fuertes ingresos del Estado por la vía de impuestos para que no sea una mera medida asistencial como algunas (poco extendidas) que ya existen. De otro lado, lo que se ha producido entre 2007 y 2013 es una fuerte transferencia de rentas del trabajo al capital de una manera directa al recortar los derechos laborales. Un gobierno de izquierdas o progresita puede garantizar el derecho a un salario digno rápido y por ley actuando sobre el SM.

Casi con seguridad avanzamos hacia un mundo con mucho menos trabajo, empleo con salario. El «crecimiento» de la economía real no volverá, otra cosa son los fantasmas de la economía virtual de las finanzas.

El poder financiero ya tiene en España una enorme masa de desempleados dispuestos a trabajar por comida y cama. Condiciones de casi esclavitud que no dan para tirar de la tarjeta de crédito. De momento la cosa se amortigua gracias al apoyo de las redes familiares (cuando existen) y ciertos pequeñísimos apoyos públicos allí donde la derecha política aun no ha tomado todo el poder político.

El aumento de la fiscalidad sobre las rentas más altas y las grandes empresas y los bancos, a lo Robin Hood, es la única salida viable. Repartir el trabajo, reducir la jornada laboral, duplicar el Salario Mínimo e indexarlo con la duración del contrato, a menor duración mayor salario por ley, indexar las cotizaciones a la seguridad social de las empresas haciéndolas mayores cuanto menor sea la duración del contrato, indexar los impuestos empresariales a parámetros como la igualdad o desigualdad de salarios entre hombres y mujeres, duplicar el empleo público directo, desincentivar con barreras de entrada la economía extractiva, contaminante e intensiva en el uso de materias primas y energía, incentivar la economía verde, las energías renovables y el cierre de ciclos entre producción y consumo, son medida posibles.

Existe un arsenal de conocimiento para hacerlas. Es mentira que no haya más que un camino, el que la socialdemocracia liberal acata y la derecha neoliberal impone. Es mentira. Todo esto y muchas cosas más se pueden hacer, pero hay que tomar el poder democrático para escribir las leyes, y para tomarlo es necesario simplificar y trabar alianzas entre el votante de izquierdas y el antiguo votante socialdemócrata. Entre la famélica clase obrera y popular y las menguantes clases medias. La metáfora del salario mínimo puede ser útil a la izquierda para capturar el desencanto liberal de la socialdemocracia.

@marioortega

Ilustración, pintura de José Ramón Sierra

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