La agenda política de Susana Díaz es más privada que pública, aunque la pública es también de infarto. Ambas guardan relación, las reuniones en Palacio con directivos relevantes de los principales medios de comunicación españoles, con grandes empresarios o con la guardia neoliberal del PSOE –representada por Felipe González, dan luego lugar a la programación de la agenda pública de la presidenta de la comunidad autónoma.
No es fortuito que la primera reunión de impacto mediático fuera con los grandes empresarios andaluces que, mayoritariamente, gestionan empresas que no son andaluzas. Como tampoco es casualidad el besamanos del magnate Emilio Botín, dueño del Banco Santander, a Susana Díaz tras hipotecar ésta a los andaluces en 500 millones de euros más.
Igual que no es algo espontáneo el acuerdo de la Junta de Andalucía con Telefónica, a quien la administración andaluza dará dinero público a cambio de planes de formación para los jóvenes andaluces. Muertos los planes de formación con UGT, ahora serán directamente las empresas quienes gestionen el futuro y el dinero de los jóvenes andaluces.
La reunión con los grandes empresarios es de la escuela made in Felipe González, con quien al parecer se reúne la presidenta con bastante asiduidad en la privacidad del Palacio de San Telmo. El expresidente le ha hecho saber que cuenta con todo su apoyo y ella, que hasta hace dos días era una proscrita del felipismo, está encantada porque sus asesores le aseguran que ser la hija de un fontanero no es un buen título para ocupar un buen lugar dentro del organigrama socialdemócrata.
Una vez cerrada la primera herida con Felipe González, quien creía que Susana Díaz era “de izquierdas, muy de izquierdas”, como aseguró ella en la fase de recogida de avales para ser la líder de los socialistas andaluces, a la presidenta se le han abierto las puertas de la gloria: patronal, lobby de la construcción, medios de comunicación –comenzando por El País que al principio era reacio a apoyar a la sucesora de Griñán-, antiambientalistas que quieren reabrir las explotaciones mineras andaluzas, sector de grandes centros comerciales…
Y en esas anda ahora la presidenta de Andalucía. Simultaneando una agenda pública, en la que arenga a favor de la igualdad de oportunidades y otra agenda privada, en la que firma acuerdos en contra de la igualdad de oportunidades con las grandes empresas que están dispuestas a fotografiarse con Susana Díaz si ésta les asegura que no habrá impuesto para grandes superficies, que la luz y el agua no serán derechos humanos a proteger por la Junta de Andalucía,…
Que no habrá un banco público que acabe con la especulación de la banca privada, que no se subirán los impuestos a quienes más ganan o más tienen, que se agilizarán los trámites administrativos para construir un millón de viviendas en la comunidad que tiene casi un millón de casas vacías…en definitiva, que la encomienda a Susana Díaz es que frene a IU, un socio de gobierno que no gusta ni a Felipe González ni a los amiguetes de éste.
Esta semana, entre hoy y mañana, Susana Díaz estará en Bruselas, sabedora de que una fotografía en la capital europea reporta jugosos beneficios mediáticos y otorga una identidad de “defensora de los intereses de Andalucía”. La agenda pública dice que su visita a Bruselas, para verse con el presidente de la Comisión Europea (CE) Durao Barroso, es para acelerar la conexión euroferroviaria de Algeciras, que es un proyecto ya concretado por la Comisión.
La agenda privada dice que reunirse con el presidente de la CE es idóneo para seguir trazando un perfil de “mujer responsable” o “mujer de Estado”, como le gusta decir a Felipe González, de cara a la batalla interna que librará el PSOE en pocos meses. Y el viaje programado a Cataluña, que hará próximamente la presidenta de Andalucía, es la parte pública del encuentro privado que tuvo con José Manuel Lara Bosch de puertas para adentro del Palacio de San Telmo.
Lara, catalán y dueño del poderoso conglomerado mediático Planeta, no quiere oír ni hablar del derecho a decidir de Cataluña ni, mucho menos, de independencia. De paso, españolear en Cataluña reporta votos en Andalucía y en el resto de España y aumenta el perfil de baronesa de la chica de barrio que, en la agenda privada, no quiere seguir siendo reconocida por ser la hija de un fontanero de un barrio populoso de Sevilla.