José Luis Cano Palomino / Las infamias del PP contra PODEMOS y Pablo Iglesias no son una novedad. En el pasado reciente utilizaron atentados de ETA para atacar a Zapatero; utilizan el terrorismo para criminalizar la protesta social de Ada Colau, Stop Desahucios y vienen haciéndolo sistemáticamente contra varios partidos nacionalistas catalanes y gallegos, o contra IU.
Personalmente he vivido su orquestada agresividad verbal contra Llamazares a la puerta de uno de sus mítines en Torredonjimeno o las infames acusaciones lanzadas por concejales del PP en el pleno del Ayuntamiento de Jaén y en la televisión municipal contra los ediles de IU: nos llamaban “amigos de los terroristas” y otras lindezas semejantes, simplemente porque nos salíamos del consenso bipartidista en asuntos sobre los que, años después, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos nos ha dado la razón.
Si los medios de comunicación situados más a la derecha e incluso El País han puesto en marcha una campaña contra PODEMOS es porque saben por experiencia que esas bajezas periodísticas surten efecto. Se permiten utilizar el dolor y el horror moral de las personas normales y corrientes para dañar a un proyecto político que cuestiona los intereses de sus consejos de administración. Desvergonzadamente vinculan a Pablo Iglesias con las organizaciones de apoyo a ETA a pesar de que el informe filtrado no recoge ninguna ilegalidad y de que también figuran en el mismo otros partidos, personas e instituciones libres de toda sospecha. Triste panorama es el de los consensos políticos para atacar furibundamente a PODEMOS y a Pablo Iglesias: casi unanimidad en prensa, radio y televisión en unos ataques destructivos que buscan su descrédito. Han reaccionado con contundencia, intentando situar a esta fuerza política en los clichés de la extrema izquierda y del radicalismo político irresponsable.
Partidos y poderes establecidos reaccionan virulentamente porque se sienten cuestionados por los mensajes y actitudes públicas de esta recién nacida fuerza política, porque plantean problemáticamente los límites del sistema democrático nacido de la transición y por su insistencia en la urgencia de renovarlo a fondo. Porque vivimos un progresivo fortalecimiento del tejido social y de los espacios de autoorganización ciudadana que reclaman recuperar para la gente las instituciones, ganarlas para ponerlas al servicio de las mayorías y del bienestar común. Porque muestran que se ha concretado y se está articulando mayoritariamente la necesidad social de quitarse de encima el peso de la dictadura de los poderes económicos… y ya sólo falta que se exprese políticamente en las urnas en mayo del año que viene, conformando una nueva mayoría desde la confluencia y la colaboración política. Esto es lo que asusta a los partidos del régimen y a los poderes que los amparan.
La transformación política que reclama el pueblo responde a la más pura necesidad, nada es arbitrario: basta echar un vistazo fuera de los despachos para percibir la situación de catástrofe social en la que vive una generación de jóvenes a la que se le niega el futuro, la tremenda purga en forma de desempleo masivo y drástica reducción de los salarios y del Estado del bienestar, lo poco que nos sirven los derechos recogidos en nuestra Constitución y la ineficacia de las políticas públicas desarrolladas por ayuntamientos, diputaciones, parlamentos y gobiernos. Atacan porque les faltan argumentos, porque dudan de la consistencia de sus razones. Y las primeras víctimas de semejante bajeza moral son la honestidad intelectual y la decencia política. Y el periodismo, que está en manos de unas pocas empresas interesadas en hacer permanente la máxima explotación, el máximo recorte de derechos sociales y la máxima sumisión ante los poderes económicos a los que sirven, tendrá que ser rescatado por los miles de periodistas honrados y dignos estén parados o trabajando en condiciones cada vez más precarias. Con ellos estará el pueblo, indignado pero con esperanza de cambiar un sistema podrido gobernado por unos políticos cómplices de la oligarquía económica, o incapaces para plantarle cara. Un pueblo que apuesta por la profundización de la democracia y los derechos humanos.
Publicado en IDEAL. 04/07/2014