Cuando yo era pequeño, en los años sesenta, en España no existía lo “políticamente correcto” sólo lo “moralmente correcto” que a su vez era lo mismo que lo “penalmente correcto”. Blasfemar era moralmente incorrecto y te podía llevar, y te llevaba de hecho, a la cárcel, no digamos ser homosexual o sencillamente llevar la falda o el bañador un poco más corto de lo que los curas querían. Moral y derecho eran una misma cosa, lo cual impedía que hubiera una moralidad pública o sea una ética.
En nuestros días en Irán, en Corea del Norte o en el Vaticano tampoco existe “lo políticamente correcto”. Y es que “lo políticamente correcto” es una creación de la ética pública y por tanto un producto de la democracia. Sin democracia no hay esa separación imprescindible entre moral (individual) y derecho (Estado); no existe esa espacio autónomo donde se opera, dialógicamente, la razón pública de la habla J. Rawls.
Lo “políticamente correcto“ no es sino el conjunto de valores sobre los que hay consenso social. Varía según los tiempos pero siempre es un resultado de la hegemonía y no de la coerción. El territorio de la hegemonía es siempre el territorio de la sociedad, no el del Estado o el de la conciencia individual.
Por eso “lo políticamente correcto“ puede ser distinto de lo moralmente correcto; el derecho al divorcio es políticamente correcto pero no es moralmente correcto para muchos católicos, por ejemplo. Eso hace que la hipocresía sea la actitud más frecuente de aquellos que disienten con lo que los valores que en cada momento contiene “lo políticamente correcto”. Bendita hipocresía que supone una cortesía democrática de respeto a la pluralidad. Que creo que no solemos valorarla en su justa importancia. Sin lo “políticamente correcto” sólo hay totalitarismo y coerción, pero un mundo sin hipocresía debe ser un mundo muy desagradable.
Que un valor (por ejemplo la igualdad de género) esté dentro de “lo políticamente incorrecto” no implica que sea respetado por todos o que no sufra agresiones, incluso legales, no. Pero por el contrario que un valor no esté entre “lo políticamente correcto” sí que supone que ese valor será mucho menos respetado aún. Miren lo que ha pasado con la corrupción y entenderán de lo necesario que es “lo políticamente correcto”. Gil triunfó por este motivo. El PSOE sacó mayorías absolutas después de Juan Guerra y de Filesa. Al PP la Gürtel no le impidió el triunfo en el 2011.
Ahora parece que ya caen pero desgraciadamente no ha sido por contravenir “lo políticamente correcto” sino por la quiebra económica, lo “económicamente nefasto” asociada a la gestión de los corruptos. Si hubiésemos atendido antes a lo “políticamente incorrecto” que a lo “económicamente nefasto”, quizás las cosa económica hubiese ido mucho mejor. Y es que la “lo políticamente correcto” debería ser incluido entre los indicadores macroeconómico más relevantes.