Han sido muchos los políticos y políticas españolas que han mantenido en el anonimato su condición sexual, sabedores de que ‘salir del armario’ les hubiera supuesto un juicio público para el que ni estaban preparados ni hubieran superado. En Andalucía hemos tenido alcaldes y alcaldesas, consejeros y consejeras, diputados y diputadas y máximas autoridades homosexuales que, víctimas de un tiempo, han mantenido su sexualidad oculta como manera de protegerse de una época en la que ser gay o lesbiana podía servir como arma arrojadiza para acabar con un adversario político.
Sin embargo, la igualdad de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales ha ido ganando espacios de manera vertiginosa hasta ser un acto de normalidad que Antonio Maíllo, candidato de IU a la Presidencia de la Junta de Andalucía, diga que es el primer candidato gay a presidir una comunidad autónoma que si fuera un Estado de la UE, estaría entre los diez Estados más poblados y extensos del club europeo.
Antonio Maíllo no usa su condición sexual para hacer carrera política, sino que está usando su posición política para dar oxígeno a una libertad que aún no termina de llegar a cientos de adolescentes y no tan adolescentes que viven en la asfixia del mundo rural o en entornos urbanos nada amables con la diversidad. Mientras una sola persona esté sufriendo, autonegándose y yendo a psicólogos a pedir ayuda por ser homosexual o bisexual, actos como el de Antonio Maíllo son una bocanada de aire fresco que nos recuerdan que, aunque hemos avanzado rápido, la libertad todavía no ha llegado a todos los rincones donde campa la intolerancia.
Nadie se imagina el favor que le puede suponer a un adolescente, que a buen seguro ahora está transitando el camino de la negación, la represión y la soledad por saber que se siente atraído por personas de su mismo sexo, leer una entrevista en la que el aspirante a presidir su comunidad autónoma dice abiertamente que es gay. No sabe nadie hace quince años lo bien que nos hubiera venido, a quienes entonces éramos adolescentes, haber tenido una referencia en la que habernos podido mirar para salir de ese camino de soledad, negación y represión que hay que transitar para decir: “Soy gay y aquí estoy”.
Olvídense de que la condición sexual es privada, porque no lo es. Una simple carta del banco con el nombre de los dos cotitulares ya es un acto público que anuncia la condición sexual de los titulares de la cuenta bancaria. Lo que es privado son las prácticas sexuales que mantenemos en la intimidad de nuestra habitación. La libertad es que todos podamos expresar lo que somos, no que tengamos que ocultar qué somos para no molestar a los intolerantes o a quienes piensan que la igualdad es no expresar con naturalidad la condición sexual.
Si hace solamente quince años, no digo ya hace cuatro décadas, un adolescente hubiera podido leer en un periódico que el aspirante a presidir su comunidad autónoma era gay, sin duda que el duro camino de soledad, negación y represión que hay que transitar le hubiera hecho menos daño. Gracias infinitas por ser tan libre, Antonio, por llevar oxígeno para la libertad donde aún se necesita y por decir con normalidad lo que hace quince años, cinco minutos en el reloj de la Historia, te hubiera invalidado como candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía.