José Luis Cano Palomino | En la encrucijada de la transición se hizo popular entre los andaluces una frase que condensaba de forma sencilla la aspiración de todo un pueblo: Andalucía, como la que más. En el periodo de conformación del marco constitucional del 78 ser como la que más se concretaba en ser considerada al nivel de las nacionalidades históricas que se integraron con las máximas competencias en el estado de las autonomías, es decir, disponer de la máxima capacidad de autogobierno posible en un marco que se ha mostrado, a posteriori, limitado.
Andalucía quería tener instrumentos de autogobierno reales para superar su situación de dependencia económica, subalternidad política y degradación cultural. A pesar de la resistencia que ejercieron fuerzas políticas tanto de izquierdas como de derechas, el pueblo andaluz se ganó en la calle el derecho a que Andalucía fuera considerada en aquel momento “como la que más”.
Lamentablemente estas mismas fuerzas políticas, especialmente el PSOE, han dedicado las últimas décadas a traicionar por la vía de los hechos la victoria que los andaluces consiguieron por la vía del pacífico clamor popular. Ningún gobierno andaluz ha creído que Andalucía exista como pueblo; y el resultado es que Andalucía sigue en el furgón de cola del Estado español y no ha habido un proceso real que redujera los diferenciales con otros territorios, lo que ha devaluado el imaginario andaluz. Así, los indicadores de convergencia regional muestran que Andalucía sigue en el furgón de cola, en el atraso y el subdesarrollo respecto a otros territorios y el ejemplo más evidente sigue siendo la humillación de tener que emigrar porque seguimos sin futuro.
La globalización y la división internacional del trabajo que mansamente aceptan PP, PSOE y C’s no ofrecen nada nuevo a Andalucía: que nuestra tierra y sus gentes se dediquen al turismo, al extractivismo (de materias primas, agricultura intensiva, minería a cielo abierto…), a ser base militar de una potencia imperial, a ser basurero químico y radioactivo y a constituirnos en vergonzante barrera frente al Sur.
Vivimos una crisis sistémica, civilizatoria, y un contexto de nueva transición; Andalucía necesita mirar al futuro apoyándose en su historia, en sus posibilidades reales, materiales, y en su posición geoestratégica de puente entre las dos orillas del Mediterráneo. Necesita hacer una apuesta fuerte para cambiar consistentemente el modelo productivo andaluz y necesita hacerlo convirtiendo ese cambio en objetivo de su lucha contra la desigualdad, de garantía de los derechos sociales y de los servicios públicos. Afortunadamente, los resultados del pasado 20D nos confirman que estamos ante una nueva encrucijada.
Aunque muchas voces hablan ya de una segunda transición que se podría resolver realizando una serie de operaciones no traumáticas sobre el marco constitucional existente, reformas que no afecten en demasía al núcleo duro del sistema político y productivo imperante, también cada vez más voces señalan que ante una crisis que no es coyuntural sino sistémica y que no es meramente local sino que es global, las soluciones cosméticas no son verdaderas soluciones: es el momento de plantear cambios más profundos.
Estos cambios profundos son especialmente urgentes para la gran mayoría que sufre los costes sociales de un sistema organizado a beneficio de la minoría. El genio jornalero y andaluz de Diego Cañamero lo expresaba perfectamente hace unos días en estos términos: “A las clases populares no les va a servir para nada blanquear un cortijo que no es suyo. Lo que hay que hacer con el cortijo es expropiarlo”. Efectivamente, nada ganan las clases populares “reparando” un sistema que no les sirve.
En esta nueva y más profunda encrucijada Andalucía tiene una nueva oportunidad para decidir, como sujeto cultural y político que es, qué lugar quiere ocupar en relación con el resto de los pueblos y territorios de nuestro entorno. Y Andalucía debe tener oportunidad de decidir al mismo nivel “que la que más”. Incluso nos atrevemos a añadir: por peso histórico y genialidad, Andalucía está plenamente capacitada para no sólo construir de forma referenciada, a lo que hacen otros, sino incluso a liderar procesos políticos históricos como los que se avecinan.
Llegados a este punto siempre habrá quien se pregunte si existe nivel de conciencia suficiente entre los andaluces y andaluzas para plantear, por ejemplo, el derecho a la autodeterminación de nuestro pueblo. Este ha sido siempre el argumento esgrimido por fuerzas políticas centralistas para taponar cualquier veleidad en este sentido, la falta de conciencia nacionalista. Y sin embargo, ¿cuál sería la respuesta si en vez de plantear la cuestión en esos términos preguntásemos a los andaluces y andaluzas qué creen que ha ganado Andalucía después de 37 años de gobierno de una fuerza política supeditada a los intereses de Madrid y Bruselas? ¿Y si les preguntamos también si no creen que merecería la pena ensayar fórmulas de autogobierno con las que construir un futuro mejor para Andalucía?
Por último y no menos importante: como andaluces y miembros activos de Podemos Andalucía esperamos que nuestro partido, que es hoy por hoy palanca del cambio, no recorra los senderos ya trillados por otras fuerzas políticas que en su día se construyeron de forma centralista supeditando siempre los intereses de Andalucía a intereses foráneos. Para Podemos Andalucía nuestra tierra debe ser “como la que más” y Podemos Andalucía debe construirse “como el que más” su interno.
Un mejor futuro para las clases populares andaluzas puede venir propiciado con la construcción de una gran marea, amplia y generosa, en la que confluya todo tipo de colectivos sociales, culturales y políticos y todas las personas que deseen un cambio de rumbo para nuestra tierra, una gran marea en la que se integre un Podemos netamente andaluz con nuestra secretaria general, Teresa Rodríguez, como joven mujer andaluza y trabajadora. Una andaluza en las antípodas del andalucismo huero y sin capacidad transformadora de la actual presidenta de la Junta de Andalucía.