Francisco Garrido.
Los estudios sobre la desigualdad se han centrado, hasta la segunda mitad del siglo XX; en dos tipos de indicadores como son la renta (campo económico) y los derechos (campo jurídico), encontrado en el espacio de los “derechos de propiedad” una zona privilegiada de intersección entre ambos. La magnitud y relevancia de estos dos tipos de indicadores, económico y jurídico, es sin lugar a dudas muy importante para entender y medir las desigualdades sociales en la distribución de recursos y oportunidades pero resulta del todo insuficiente para abarcar la dimensión multifactorial que adopta la desigualdad social históricamente.
Es la crítica feminista de la desigualdad la que descubre la existencia de un conjunto de relaciones sociales estructurales de desigualdades de género unidas a la distribución del trabajo no remunerado ( o doméstico) , del tiempo (y por tanto invisibles a la renta) y de poder y oportunidades ocultas (y por ello invisible para el derecho) entre hombres y mujeres. La economía feminista, junto con la sociología de la vida cotidiana de Lefebre o Agnes Heller, han desvelado la existencia de distribuciones muy asimétricas de costes invisibles, de usos y disponibilidad del tiempo así como de “derechos y oportunidades ocultos” que los estudios de la desigualdad social no habían descubierto.
Una tercera oleada de estudios sobre la desigualdad se centró en las investigaciones en salud publica. Allí se detecto la desigualdad como uno de los factores más relevantes en la morbilidad y mortalidad de una población. Las desigualdades en salud no eran sólo efecto directo de la desigualdad de rentas, que ya era conocido por razones obvias, sino también del género o del estatus social, como en el conocido informe WhiteHall donde se mostró cómo la esperanza de vida de los funcionarios municipales ingleses dependía del estatus administrativo que disfrutaban, a mayor estatus mayor esperanza de vida. La relevancia de la desigualdad en la salud ha llevado a muchos epidemiólogos ha proclamar que la patología que más mata en la actualidad es la desigualdad social. En los estudios sociales sobre la salud por tanto, la materialidad inocultable de la desigualdad da un salto más.
Por último los estudios sobre el metabolismo social, como cuarta oleada, han detectado una última frontera de la desigualdad en los intercambios metabólicos. Las diferencias metabólicas entre territorios, género y clases social tienen consecuencias en la condiciones de vida y en los impactos ambientales que originan ..La relevancia de estos estudios metabólicos ha llevado a un equipo de investigadores en historia ambiental de la UPO de Sevilla, a descubrir el impacto que, por ejemplo, tuvo la dictadura franquista en el metabolismo (consumo de calorías per capita) español que cayo bruscamente a partir de 1939 y no se recuperó a los niveles medios de los años treinta hasta principios de la década de los sesenta. La dictadura supuso no solo una profunda desigualdad en derechos y en rentas sino también una brecha casi insalvable en los intercambios metabólicos de la mayoría de la sociedad española.
Una ultima expresión de esta cuarta oleada de investigaciones sobre la desigualdad social lo constituye el caso de los denominados “missing girls” (niñas desaparecidas). En diverso países europeos durante periodos de tiempo que van desde mediados del siglo XIX al XX, se han datado la desaparición de miles de niñas que constan como nacidas en el censo. Descartada la existencia de una tasa de mortalidad natural tan brutalmente diferente entre géneros o la persistencia del infanticidio femenino ¿dónde están esas miles de niñas desaparecidas? Las investigaciones descubrieron que murieron por mala y escasa nutrición y desatención médica por motivo de su género. Las carencias metabólicas de las niñas derivadas de un trato discriminatorio en la dieta dentro de la misma clase social, ha funcionado como una forma indirecta de infanticidio femenino moderno.
De esta manera los estudios metabólicos sociales no solo han servido para medir la insostenibilidad de determinados metabolismo sociales , con una distribución muy desigual de consumo en perjuicio de las generaciones futuras y de las otras especies de la comunidad biótica, así como los desequilibrios en los consumos metabólicos entre territorios ( el intercambio desigual ambiental) y clases sociales; sino también ha localizado la existencia de una desigualdad en el metabolismo de género que han dañado y matado a miles de niñas y mujeres.
Estos tres nuevas oleadas de estudios sociales sobre la desigualdad ( género, salud y metabolismo) nos ha ayudado a acercarnos aún mas a la materialidad biofísica de las distribuciones desiguales de recursos más allá de los epifenómenos de la realidad social que son los indicadores económicos convencionales como la renta o los jurídicos del derecho positivo Una mirada materialista y compleja nos desvela la irracionalidad de una forma de distribución de los recursos tan ineficiente. Toda buena ciencia acaba finalmente siendo anticapitalista.