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Notas para una cronología del concepto de nación

pintura árabe contemporáneaRafa Rodríguez

El concepto de nación, como uno de los grandes conceptos políticos, es evolutivo: va transformando su significado en el tiempo y por el uso que hacen de él distintos grupos sociales en contextos ideológicos dispares.

Antes del siglo XVIII tiene una connotación no normativa sino de identificación por la pertenencia  geográfica, sobre todo desde el exterior Por ejemplo la idea de España (hispania) se atribuía a los nacidos en la península por su delimitación geográfica unitaria, con independencia de su pertenencia política.

Hasta el siglo XVIII no adquiere naturaleza normativa cuando se fusionan en él la noción de soberanía (nivel jurídico – político) y la dimensión comunitaria (nivel sociológico) para, por una parte, servir como un instrumento de transformación del Estado absoluto, legitimar el parlamentarismo liberal, sustentando un sistema de derechos y representación única y, al mismo tiempo, servir para unificar el mercado interno, eliminando barreras internas y definiendo el ámbito de la soberanía monetaria (nivel económico), como respuesta a los cambios que está generando el capitalismo mercantilista y preindustrial.

El siglo XIX, con la eclosión del capitalismo industrial y todas sus consecuencias, es el siglo de la nación liberal, en el que el componente de soberanía sobresale sobre el componente comunitario. El Estado soberano parece capaz de construir en su seno a un demos homogéneo (el estado – nación) a través de un sistema de derechos, la instrucción pública, la unificación lingüística, el servicio militar y la administración centralizada, conectando las ideas de igualdad (nivel jurídico), centralismo (nivel administrativo) y uniformidad (nivel cultural), mediante la movilización de las élites.

El siglo XX sin embargo es el siglo de la democracia en el que el componente comunitarista de la nación (nivel sociológico) adquiere mayor protagonismo. La continua expansión del capitalismo de la mano de nuevos combustibles fósiles como el petróleo, la revolución en los medios de comunicación y la generalización del conflicto social, por citar algunos ejemplos de la extraordinaria transformación que ha tenido lugar en el pasado siglo, convergen en los avances en la democratización de las estructuras políticas internas de los Estados al mismo tiempo que se fragua un mundo cada vez más interconectado, desigual y jerarquizado en el que quiebran los principios universales de igualdad, libertad y solidaridad.

La transformación del Estado liberal en Estado democrático es obra sobre todo de la movilización de masas, por lo que de la idea de nación se va a derivar la idea de nacionalismo como transversalidad (el todo social) liderado por un sector social (la parte social) legitimado por su anclaje cultural y la incorporación de nuevos objetivos políticos incluso opuestos (en función del grupo social que lidera el todo social), desde la independencia, la defensa de la revolución o la instauración de regímenes totalitarios, en el contexto de la tensión entre igualdad jurídica (interna y externa) y desigualdad económica (desigualdad de clase e imperialismo).

El siglo XXI puede ser el siglo del federalismo cooperativo como respuesta a la crisis de la globalización y al ataque a la democracia ante la ausencia de un proyecto reformista del capitalismo, tal vez por las dificultades para alcanzar consensos ante la complejidad del entramado de intereses económicos globales en el contexto de la crisis ecológica. Las energías renovables, la digitalización de la producción y de las comunicaciones y la conciencia simultáneamente de tener referentes culturales colectivos y pertenecer a un planeta finito, entre otras, están generando la necesidad de una nueva institucionalidad política que conjuguen la intensidad de la participación democrática en la comunidad nacional con los valores universales de igualdad, libertad y solidaridad al mismo tiempo que permita enfrentarse a los problemas y amenazas en distintas escalas, desde la global a la local.

Un nuevo concepto de nación se abre paso construido sobre la operación inversa que realizó el primer liberalismo: la desconexión entre sus dos componentes originarios que están mutado en la nación republicana, es decir el demos culturalmente mestizo de ciudadanos libres (el componente comunitario) y el Estado federal (el nuevo componente jurídico – político) sobre los que se pueden construir estructuras políticas plurinacionales que superan el concepto unitario de soberanía (la soberanía es compartida entre sus componentes) con capacidad para defender la democracia frente a los poderes globales no democráticos en base a los principios de cooperación, diversidad y universalidad de los derechos de ciudadanía.

 

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