Antonio Aguilera Nieves
El clima está cambiando. Cierto. Es un problema gravísimo para el presente y el futuro. Tengamos este hecho como punto de partida.
A partir de ahí, necesitamos hacer un desglose, una segmentación de la situación, del crucial reto del problema al que nos enfrentamos para poder analizarlo y entenderlo adecuadamente.
En primera instancia es necesario diferenciar el cambio climático natural del inducido por las actividades del hombre. El clima está en continuo cambio, siempre. En la Tierra, de forma cíclica, se dan épocas de glaciaciones y otras más cálidas. Transcurren a lo largo de miles de años, y entre uno y otro extremo, el clima se encuentra en continuo cambio, etapas más cálidas y otras más frías, más lluviosas y más secas. Es un hecho que a veces se obvia de ciertos discursos, pero es este ciclo natural el que provoca la expansión o repliegue de las especies, su aparición y su extinción. En realidad, el cambio climático natural es uno de los principales impulsores de la biodiversidad, las especies evolucionan para adaptar sus ciclos al contexto cambiante. Debemos recordar que las condiciones climáticas resultaron determinantes según todos los estudios para el desarrollo de la que hoy es la especie dominante del planeta, el homo sapiens.
Y otra cosa es el cambio climático producido por las actividades humanas: la deforestación, la rotulación del territorio, la Industrialización, el consumo de energías fósiles, la generación de gases efecto invernadero,….. La acción del hombre es tan potente, que es capaz de modificar los ciclos naturales globales. Este, es el cambio climático inducido por el hombre. En si mismo es antinatural, es acelerado, y no permite la adaptación de las especies. Este cambio climático antropológico está provocando la sexta gran extinción.
Nuestra concepción antropocéntrica consumista dicta que lo importante es la mejora continua de la calidad de vida de las personas, entendiendo como tal, que, cuanto más, mejor, y asumiendo para ello que el resto de factores, de recursos, están al servicio y disposición de hombre. Gravísimo error, el hombre postmoderno tiene que reconocer que la vida va a seguir sin los humanos, que la vida seguirá después de que provoquemos nuestra propia extinción.
Cambio climático natural y cambio climático antropológico, necesario distinguirlos. Por eso es falso el discurso, el objetivo totémico de que hay que combatir el cambio climático, pues la derrota la tenemos asegurada. Hay que combatir la existencia del cambio climático inducido, asfixiarlo, eliminarlo, que deje de existir. A la vez, tenemos que aprender a convivir, a que sea un aliado en vez de un problema, el cambio climático natural. Por aterrizar la divergencia en un ejemplo concreto, consiste en tener claro que el mejor tubo de escape es el que está apagado (cambio climático inducido) y que es utópico y absurdo que la temperatura en la ciudad sea siempre de 21 grados centígrados.
El reto entonces pasa por definir qué acciones y mediante que fórmulas tenemos que trabajar para conseguir un adecuado acoplamiento con el cambio climático natural y qué fórmulas son necesarias para combatir y anular el cambio climático antropológico.
La adaptación al cambio climático natural, en realidad, es una cuestión que tenemos aprendida. La llevamos en los genes, llevamos conviviendo con ello desde siempre. Adaptarse al cambio climático es selección de semillas y razas: plantar variedades de cultivos adaptadas al terreno, razas ganaderas que aprovechan los pastos del lugar, con buenos rendimientos según el territorio en que viven.