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Éxito y suerte.El Mito de la meritocracia

Pablo Malo.Del economista Robert H Frank ya hemos hablado en este blog a propósito de las emociones y el problema del compromiso, una hipótesis muy interesante sobre la función de las emociones, que abordaba en su libro Passions within Reason. En esta entrada voy a comentar su libro Succes and Luck. Good Fortune and the Myth of Meritocracy. Lo que Frank propone en este libro es que, aunque nos gusta pensar que vivimos en un mundo justo donde la gente consigue lo que se merece la mayor parte del tiempo, la suerte juega un gran papel en el éxito económico y profesional (y en todo en la vida). Por ello cree que las políticas sociales hay que diseñarlas con la convicción de que nadie escribe su propio destino.

¿Cómo es de importante la suerte en el éxito económico? Esta es una cuestión en la que la izquierda y la derecha están divididas. Los conservadores señalan, correctamente, que los triunfadores son gente con talento y muy trabajadora. Pero los liberales (hablamos de USA) señalan también correctamente que hay mucha gente talentosa y trabajadora que no triunfa. Robert Frank describe en el libro cómo la suerte influye y cómo pequeñas ventajas de partida son definitivas cuando se vive en un mundo en el que “el ganador se lo lleva todo” (este es precisamente el tema de otro libro co-escrito por Frank con Phillip Cook: The Winner take-all society). Para Frank la retórica de la meritocracia ha causado un daño enorme porque camufla el grado en el que el éxito y el fracaso dependen de factores que están por completo fuera del control del sujeto.

Los ricos y triunfadores no quieren oír hablar de que su éxito se debe a la suerte, todo se debe a trabajar duro e inteligencia (no hay que olvidar que uno no elige su inteligencia ni su capacidad de esfuerzo). No quieren reconocer que han nacido en familias estables, que han ido a buenas universidades , etc. Son ciegos para las ventajas de las que han disfrutado pero también para las desventajas que han sufrido los menos afortunados. También, como señala Nicholas Kristof, los niños ricos toman un montón de malas decisiones, lo que ocurre que en ellos no tienen las mismas consecuencias que en otros.

Las cualidades personales proceden en última instancia de una combinación de genes y ambiente que ninguno de nosotros elegimos. Como señala el economista Alan Krueger la correlación entre los ingresos de padres e hijos es de 0.5, la misma que hay entre la altura de padres e hijos. Por lo tanto si quieres ser inteligente y alto el paso más importante que puedes dar es elegir los padres adecuados. El economista Branko Milanovic observa también que la mitad de la varianza en los ingresos de las personas a nivel mundial se explican por dos factores: el país de residencia y la distribución de ingresos dentro de ese país (y como es sabido sólo los de Bilbao pueden nacer donde quieren :)).

El problema con las sociedades donde el “ganador se lo lleva todo” es que antes el que trabajaba un 1% más duro que los demás ganaba un 1% más. Pero ahora, con los nuevos métodos de producción y comunicación, el que es 1% mejor gana miles de veces más. Triunfar implica suerte porque para triunfar todo tiene que salir bien y para eso, para que algo no se tuerza, hay que tener suerte.

¿Por qué no se reconocen el papel de la suerte? Pues en parte porque si las personas de éxito reconocen el papel de la suerte sentirían que tienen menos derecho a reclamar para sí el dinero que han ganado y los demás también se negarían a reconocer su derecho a quedarse con ese dinero. Así que les conviene vender que todo se debe a trabajo y esfuerzo. Pero hay que reconocer también que negarse a aceptar el papel de la suerte hace que la gente se esfuerce más, luche más y así consigan el éxito que buscan. Si transmitiéramos que todo se debe a la suerte tal vez la gente no se esforzaría. Es decir, la persona que cree que el éxito depende sólo de talento y esfuerzo (insisto en señalar que no elegimos ni nuestro talento ni nuestra capacidad de esfuerzo) puede manejar mejor el tipo de esfuerzos que son necesarios para el éxito. Por lo tanto, las falsas creencias de que todo se debe a éxito y trabajo podrían ser adaptativas. Seré mal pensado pero creo que la primera explicación, la de que esta falsa creencia en el mérito hace que la gente acepte mejor las desigualdades sociales me parece más importante que la segunda.

Un caso del que habla con cierta extensión Frank es el de Bill Gates. Bill Gates acudió a uno de los pocos colegios privados que ofrecía a los estudiantes acceso ilimitado a tiempo de ordenador. En aquellos terminales los programadores podían por primera vez correr inmediatamente sus programas y corregir así errores de sintaxis. Cuando Robert Frank aprendió programación 10 años antes era no era posible. Gates nació en un momento y lugar que le convirtió en uno de los primeros norteamericanos (y por lo tanto personas del mundo) que obtenían feedback inmediatos de su esfuerzos de programación. Cuando se le preguntó a Bill Gates una vez cuántos adolescentes de su época tuvieron una formación similar a la suya antes de ir a la universidad contesto que “ si hubiera 50 en el mundo me sorprendería. Tuve una mejore exposición a desarrollo de software en una edad temprana de la que nadie tuvo en ese periodo de tiempo y todo por una increíble afortunada sucesión de eventos”.

Pero el éxito de Bill Gates no se debió exclusivamente a su maestría escribiendo software. Fue afortunado en muchas otras cosas. Por ejemplo, IBM se acercó a Gates en 1980 para pedirle a ver si su compañía (la que había formado con Paul Allen y se convertiría en la exitosa Microsoft) les podía ayudar a crear un sistema operativo para el nuevo ordenador personal que estaban desarrollando. Gates se mostró reacio al principio y le sugirió a IBM que contactara con Digital Research, otra compañía de software que había desarrollado un sistema operativo llamado CP/M. IBM habló con el fundador de Digital Research y, aunque los testimonios varían sobre cómo se desarrollaron las cosas, el caso es que no se pusieron de acuerdo. Entonces Jack Sams, de IBM le dijo a Gates que estaban pensando en comprar QDOS que era un sistema operativo desarrollado por Tim Patterson. Patterson había basado su sistema operativo en CP/M pero era lo bastante diferente como para ganar una batalla legal por plagio. Y en un determinado momento Gates le dice a Sams si quiere comprar QDOS o quiere que lo compre Microsoft. Y entonces Sams tomó una decisión que le costó a IBM millones de dólares y supuso el éxito para Microsoft. Le dijo que la comprara él. Microsoft compró QDOS, lo llamó MS-DOS y IBM aceptó pagarles royalties por cada nuevo PC de IBM que llevara sus sistema operativo. El éxito de Gates se debió a las pesimistas estimaciones de ventas de PCs que tenía IBM. Si IBM hubiera previsto la explosión de ventas de PCs nunca habría permitido a Microsoft quedarse con la propiedad de MS-DOS.

Esto no quiere decir, por supuesto, que Bill Gates no sea un tío inteligente y se lo haya currado pero todos los agentes que se movían en ese mundo trabajaron tanto o más que él; sin embargo, los acontecimiento salieron como salieron y todo debido una buena dosis de suerte. Hay una forma fácil de entender esto y es que el tiempo y energía de los que disponemos las personas es limitada, es decir, el día tiene 24 horas. Si yo soy atleta o soy empresario no puedo entrenar o trabajar 428 horas al día y así esforzarme más que los competidores que sólo invierten 243…Descontando las horas de sueño todo atleta o emprendedor dedica a su trabajo un tiempo máximo que es igual para todos: todo el que dispone. A partir de ahí las diferencias en resultados necesariamente las marcan las diferencias en inteligencia, talentos, capacidades y factores no controlables como estar en el momento adecuado en el lugar adecuado.

La segunda parte del libro la dedica Robert Frank a defender una medida política o económica que sería la de un impuesto progresivo al consumo (progressive consumption taxes). El razonamiento de Frank es el siguiente: nacer en un buen ambiente es la mejor suerte que podemos tener, por lo tanto vamos a crear un buen ambiente para el mayor número de gente (buenas escuelas, acceso a ordenadores, etc). Nuestro objetivo debe ser creer y mantener ambientes que soporten la buena suerte de las generaciones futuras: aumentar los niveles de vida de toda la sociedad para que haya más personas con suerte en el futuro. ¿Cómo podemos conseguir esto? con mayores impuestos a los más ricos para que se redistribuya la riqueza. Vale, pero los ricos no van a estar de acuerdo con esto. Frank cree que la idea es aceptable también para los más ricos y sus argumentos son sensatos. Lo que Frank plantea es que lo importante no es el poder adquisitivo absoluto sino el relativo. Veamos.

Si hacemos lo que Frank propone el miedo de los ricos puede ser que no se puedan comprar las cosas que quieren: una casa con embarcadero en el lago, un Ferrari, etc. Para conseguir esas cosas tienen que competir con gente que tiene los mismo gustos e ingresos que ellos. Pero si el gobierno sube los impuestos sube los impuestos de todos esos ricos también. Los que van a conseguir esas cosas de lujo van a ser los mismos sólo que el precio de esos bienes de lujo bajará algo. Si sólo los ingresos de un rico disminuyeran no podría comprar lo que quiere pero si son los ingresos de todos ellos las cosas no cambian en absoluto. Es el poder adquisitivo relativo, no el absoluto, el que determina quién consigue las cosas que son escasas.

Como dice Frank, es mejor conducir un Porsche por buenas carreteras que un Ferrari por unas carreras mal asfaltadas y llenas de baches. Una redistribución del dinero que beneficie a la mayoría también beneficiaría a los más ricos. Bueno, a mí el libro de Robert Frank me ha convencido y te lo recomiendo. A los ricos no estoy tan convencido de que les guste, aunque si lo piensan bien verán que no les perjudica en absoluto.

@pitiklinov

Referencia:

Robert H Frank Success and Luck. Good Fortune and the myth of meritocracy. Princeton University Press 2016..

*Publicado en  Evolución y Neurociencias

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