Francisco Garrido.
Cuenta Kant la historia de un enfermo al que el médico, en sus visitas, no dejaba de diagnosticarle notables mejorías, sin que el notara dichas mejoras, sino lo contrario. El enfermo en unas confidencias a un amigo que lo visitaba en el lecho del dolor, le dijo ;”Ya me ves, aquí estoy que me voy a morir a base de mejorar”. Eso mismo parecen haber dicho los electores norteamericanos al votar a Trump ; están cansados ya de morir poco a poco a base de mejorar ante una globalización que es presentada como el mejor de los mundos posibles.
Hillary Clinton representaba como nadie al médico de la anécdotas kantiana; una retórica democrática, antiracista, feministas y una política que es exactamente lo contrario. Clinton, esposa y marido, son un buen resumen de la mentira fundamental de la promesa política central desde la caída del muro de Berlin: «La globalización nos hará más justo y más libres». Aunque la extensión del capital financiero sin límites es envuelto en la vaselina del cosmopolitismo, lo cierto es que ahora no es que haya más democracia fuera del Estado nacional sino que hay menos democracia dentro. La caída de las fronteras ante el capital financiero, no ha comportado la internacionalización de los derechos sino la pérdida de los derechos nacionales.
Millones de ciudadanos y ciudadanas de Estados Unidos están convencidos que la política exterior y el gasto militar no van dirigidos, como en antaño, a defender la hegemonía norteamericana frente al nazismo o la URSS, sino a defender a una elite internacional apátrida (entre los cuales están “judíos, árabes, chinos y otra ralea”) que no duda en deslocalizar la industria y en fomentar la emigración ilegal. Un gobierno mundial al que nadie ha elegido y al que sirven como corruptos y files lacayos, los políticos y los medios de comunicación. Por eso Trumpo ha concentrado sus ataques en la deslocalización, en la emigración, en al política exterior ruinosa, o en el establishment de Washington.
La revolución neoliberal de Reagan y Tatcher fue dirigida a derribar el imaginario socialista y ha modificar el reparto de rentas que venia de las luchas obreras y populares de después de la segunda guerra mundial pero no tocó apenas el imaginario liberal democrático; Trump si lo toca y supone una impugnación global de este. Por ello necesita, y usa a la vez, el desenmascaramiento de la doble moral de las élites políticas, Fuera caretas, ya no son son necesarias, y es mas, son peligrosas ; toda esa retórica sobre el género, las etnias, la democracia es tóxica. Trump, como el fascismo, aprovecha la desafección popular ante la falsedad de esa retórica, convertida en la lengua franca de las élites, para acabar con lo real que en q esta ahí ; el anhelo y la nececiadad de igualdad y democracia.
El neoliberalismo ha muerto y Tramp será su enterrador. En los próximos años vamos a ver como se derriban muchas de las tonterías que se han dicho, y la izquierda socialdemócrata se ha creído, sobre el fin del Estado y de la política. Lo malo es que esto nos lo va a enseñar alguien que ya no es ni neoliberal, algo mucho peor, y no el viejo socialista que es Sanders. Trump no es un accidente ocasional, ha contado con apoyos poderoso aunque discretos, que ha surgido por que “no se han hecho las cosas bien”. La izquierda deberá ver, con los ojos bien abiertos, lo que haga, por que lo que haga será «terrible pero será real». Y no los delirios lingüísticos de la izquierda postmoderna o la indecencia criminal de la doble moral de las Hillary, los Clinton y los zapateros del mundo.