@VctorMMuoz | Sé que estás viviendo la convocatoria del 1 de octubre como si de una final de fútbol se tratase. La semana se te está haciendo eterna, no digas que no, y no ves la hora de que llegue el partido del domingo. Además, como te sientes favorito, se te hace imposible reprimir la euforia. Así que ni corto ni perezoso has sacado la vuvuzela que te compraste cuando el mundial de Sudáfrica, le has quitado el polvo a aquella bandera de España que regalaban en el pub con el tercer whisky y te has echado a la calle junto a tu primo y todos tus colegas, oeoeoe, que vosotros sois de ver los partidos juntos, que así se disfruta más, dónde va a parar, que las victorias en compañía, como los goles fuera de casa, valen por dos, cagoendiós y vivaespaña.
Todo sea por darle ánimos a la tropa, pues no todos los días la Guardia Civil llega a una final, para que luego digan. Estás tan seguro de la goleada -porque somos más y mejores- que una victoria por la mínima te decepcionaría. Porque no se trata solo de ganar al rival (“písalo, písalo”, que decía Bilardo) sino que hay que lograr aniquilarlo. Por eso tú detestas a esa gente moderada que habla de calma y de diálogo, y no digamos ya de esos locos que abogan por la necesidad de pactar un referéndum en condiciones y con plenas garantías. Tu cuerpo no está para contenciones, la verdad, y, por otra parte, tú solo escuchas a los voceros de tu cuerda, como ese portavoz del PP de Gibraleón, un tal Manuel Gómez, el típico directivo que se dedica dos o tres días antes a calentar el encuentro con sus declaraciones: “A estas alturas de conflicto, quiero ver a la Policía y a la Guardia Civil dando hostias como panes”. Claro que sí, ¿qué sería de una final sin su buena dosis de polémica? ¿No es más emocionante si los lances del juego están repletos de entradas feas, tarjetas rojas, penaltis y goles fantasmas?
Te he visto en las calles de media España -Huelva, Toledo, Córdoba, Guadalajara…- regurgitando tu odio a lo catalán y tu deseo de venganza. ¡Das mucha grima, que lo sepas! Sé que es tu amor a los colores de la patria lo que te mueve a lanzarte a la calle como un desesperado. ¿Vas a permitir que unos desalmados que hablan una lengua de bárbaros se salgan con la suya y destrocen tu país? ¡Acabáramos! No te he visto, sin embargo, indignarte con la misma furia cuando el equipo se nos caía a cachos por culpa de los recortes, o de los mil casos de corrupción, o de la estafa de las preferentes, o de los desahucios, o del rescate a la banca, o del rescate a las autopistas, o de los despidos masivos, o de la manipulación informativa en los medios públicos, o de la ley mordaza, o del elevado porcentaje de paro, o de la emigración de los jóvenes, o de las expulsiones en caliente, o de la violencia machista, o de los indultos a policías condenados por tortura, o de la nula acogida a los refugiados sirios, o del incumplimiento de las resoluciones de la ONU instándonos a sacar de las cunetas los cadáveres de los represaliados por el franquismo. ¿Qué ocurre? ¿Es que entonces no te dolía España y ahora sí? ¿Es que todos esos ataques -brutales, por cierto- te parecían partidillos de pretemporada y lo de ahora el partidazo del siglo?
Tú sigue así, que nadie juegue con tu fanatismo, que tú sabes muy bien cuándo están en peligro los intereses del club. Sacude con más rabia la bandera, levanta más alto los brazos y que tiemblen con más fuerza en tu garganta todos esos himnos patrios. ¡A por ellos, oé, a por ellos, oé…! ¿Quién dijo miedo? Yo soy español, español, españooooool…
La cosa es que con tu actitud, tan pasiva para unas cosas y tan activa para otras, te estás cargando al vestuario. Los catalanes son como ese delantero centro cuyos goles vitaminizan al equipo. Vale que ahora el muchacho está en un periodo de sequía -¿te crees que a mí me ponen los corruptos gerifaltes plutócratas de CIU?- pero con tus pitos lo único que al final vas a conseguir es que se vayan a otro sitio.
Y después, a ver quién remata los centros.
Víctor Muñoz es profesor de Lengua y Literatura