La definición y aplicación de los presupuestos públicos es una de las herramientas más potentes de la política. Básicamente porque los programas, ideales y decisiones requieren de recursos para llevarse a la práctica.
Una situación de mayoría absoluta permite sacar de paseo la apisonadora idealista para llevarse por delante lo que haga falta, lo hemos comprobado demasiadas veces. Una posición débil de gobierno convierte los presupuestos en la puerta al mundo del revés.
Tenemos abiertas tres grandes puertas en estos momentos en el mundo de los presupuestos públicos. La Primera en EE.UU. Estamos en el día 23 de bloqueo institucional, el mayor de la historia. El congreso controla así a ese demoperro llamado Trump. Si el actual presidente vuelve a atacar visceralmente en busca de su totémico muro y declara el estado de emergencia, habrá perdido las próximas elecciones, muchos más le darán la espalda al saltarse todos los parámetros de respeto democrático para conseguir su antojo.
La Segunda Puerta está en el gobierno de Pedro Sánchez, pues está tratando de hacer política territorial con los dineros, por eso dice que “los presupuestos son buenos para Cataluña y para España”. Esperamos que también sean buenos para Alberto, para Patricia que son ciudadanos que contribuyen a los presupuestos y se ven afectados por su asignación. Y que sean buenos para Astorga y para Villaverde Del Río. Y para la panadería de Guadalupe y la chatarrería de Felipe. Gobernar es difícil, porque hay que hacerlo para todos, respetar en igual medida a todos, ese principio de igualdad y solidaridad tan necesario en nuestro estado.
Pedro Sánchez ha dejado recientemente una frase que lo marcará, “en siete meses de gobierno socialista, España es más igualitaria, justa, feminista, democrática, europeísta, avanzada e innovadora..”. Y todo eso sin presupuesto, ahí es nada, y se queda más ancho que alto. Siendo presidente, teniendo responsabilidad de gobierno, es inadmisible ser demagógico.
La Tercera Puerta, la más hostil por la temperatura que alcanza, cerca del punto de fundición, en Andalucía, donde llega una coalición de gobierno con una batería de medidas maniatadas por unos presupuestos prorrogados.
Siempre resultó estúpido hacerse trampas al solitario y vamos camino de ello, qué lástima. Porque la asignación de los recursos públicos andaluces para 2019 está decidido. Y menos mal pensará algún futuro consejero, porque llevar a la práctica algunas de las medidas tipificadas en el acuerdo de gobierno revienta el actual funcionamiento de algunos departamentos, poniendo patas arriba la administración pública andaluza lo que llevaría a bloqueos en los que los perjudicados serían de nuevo los ciudadanos y empresarios.
La reducción de impuestos, el ajuste propuesto en las 90 medidas del acuerdo de gobierno se estima que supone una reducción de ingresos públicos de 1.000 millones de euros. Otras requieren de modificaciones previas de leyes estatales, otras son de aplicación en el ámbito de los ayuntamientos,…, Todo ello sin prácticamente margen para asignar recursos económicos, en definitiva, un pan con unas tortas. Los negociadores y redactores del acuerdo parecen estar perdidos en los túneles del submundo buscando un agujero por el que salir.
O quizás sigan encontrándose mejor en el submundo, alejados de la realidad, alimentando populismos, ese Demogordon que vapulea, que mina la calidad democrática y la sociedad.
Trump, Sanchez, Moreno-Marin tienen que dejarse de cosas extrañas con los presupuestos pues son el engranaje esencial para conseguir equidad, bienestar, esperanza a los ciudadanos a quienes gobiernan, no para volverles el mundo del revés.
Antonio Aguilera Nieves
Fundación Savia