Por Rocío Cruz *
Aún recuerdo esa frase que no hace mucho leí: “no puedo criar a mi hija e hijos como me criaron a mí porque aquel mundo ya no existe”. Hago esta reflexión porque el mapa político de nuestro país tampoco es el mismo que cuando yo era pequeña.
Asistimos a un gran afán por indicar si eres de derechas o izquierdas, por la definición, por la etiqueta. Yo creo que ya no tiene sentido. Debemos trabajar para poner el acento en lo que nos une y no en lo que nos separa. Las diferencias nos enriquecen, el respeto cohesiona. Porque no todo en la vida es de un color o de otro. Tan solo tenemos que observar el arcoíris para comprender que existen combinaciones perfectas. Por eso tenemos que pensar qué modelo de ciudad, autonomía y país deseamos. Debemos actuar por la igualdad de los seres humanos, igualdad de oportunidades. La igualdad propia del partido de las personas donde todas, donde todos tenemos cabida.
Anoche mi hijo de siete años me preguntó si en el futuro tendremos dinero para que él estudie. Lo hizo mientras lo bañaba. A veces pensamos que las criaturas viven en su mundo y no escuchan lo que ocurre a su alrededor. Nos equivocamos y mucho. Deberíamos prestar más atención a lo que nos preguntan, a sus inquietudes y anhelos. Así obtendremos respuestas increíbles y, más aún, descubriremos qué mundo deseamos dejarles.
Hago mención a una gran cita de Paulo Coelho: “un niño o niña siempre nos puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir y defender con todas sus fuerzas aquello que desea y ve justo”. Por eso seguiré trabajando, para que su futuro no dependa del poderoso caballero don dinero.
Escribo porque deseo un mundo mejor, igualitario y más justo. Para mí se ha convertido en un objetivo. Este objetivo lo he dividido en pequeños pasos que se han convertido en un plan. Y este plan, respaldado por acciones transformadoras, se convertirán en una realidad. Lo sé. Y se lo voy a explicar a mi hijo.