José Santana
La denuncia unilateral de EEUU de los tratados de no proliferación de armas nucleares con el apoyo de la OTAN, favorece la política de recuperación de la estrategia nuclear de Rusia y justifica al resto de países con capacidad nuclear, fundamentalmente China y Corea del Norte. Es la vuelta a una política que creíamos controlada por el miedo a la destrucción mutua asegurada. La investigación de nuevas armas tácticas nucleares, de nuevos misiles supersónicos que podrían llevar ojivas nucleares más difíciles de interceptar y quizás con una menor capacidad nuclear de destrucción para asegurar el primer golpe de «aviso» que permita una posterior negociación sin respuesta dramática de mutua destrucción, podría ser entre las grandes potencias una realidad.
Mientras tanto va a suponer para la influyente y decisiva para la política interior de los EEUU industria militar fuente de enormes inversiones. Probablemente esa sea para los halcones de la política americana la principal razón de su decisión de romper los tratados de control y eliminación del armamento nuclear.
La política internacional en manos de ellos es un riesgo para la supervivencia de la paz mundial y puede llevar a dejar en un orden secundario la lucha contra el cambio climático y la pobreza. Todos los miles de millones de dólares dedicados a la industria armamentística en general y de la nuclear en particular, generan miedo y sumisión al tiempo que retrae recursos económicos de la política contra el cambio climático, contra el mantenimiento de estructuras de explotación de recursos de países a los que se les arruina su futuro y hace del hambre y la guerra un permanente fracaso.
Ese es el gran problema y el gran triunfo de tal política por lo que las movilizaciones populares, las presiones sobre los gobiernos, sobre la ONU, debe ir claramente dirigida a establecer un orden distinto, una agenda política de denuncia de tales políticas de la estrategia militarista de las potencias dominantes.
La izquierda, los nuevos movimientos sociales nacidos de la oposición a la globalizacion de las políticas neocapitalistas devenidas en algunos casos en reaccionarias y facistizantes, deben unir ideas y lucha con la oposición al cambio climático que están protagonizando desde Europa los nuevos movimientos jóvenes.