Rafa Rodríguez
2020 ha sido el año de la pandemia. Terribles están siendo las consecuencias sanitarias (más de 80 millones de personas contagiadas y cerca de 1.800 mil muertes), y económicas, con un aumento vertiginoso de la pobreza, el cierre de empresas, el paro, la precariedad y la desigualdad, mientras que el deterioro ecológico y el calentamiento del planeta siguen avanzando.
Pero también ha sido el año de la colaboración global de la ciencia para descubrir una vacuna eficaz contra el virus, de una nueva valoración de los Estados frente a los poderes privados, porque la actuación pública para intervenir en la economía y sostener la vida social ha sido esencial, o de la necesaria fortaleza de la comunidad frente al individualismo.
El 2021 comienza con esperanza por los acontecimientos a nivel internacional entre los que destacan la puesta en marcha del proceso de vacunación en torno a una vacuna innovadora basada en la modificación del ARN mensajero y el triunfo de Biden sobre un enloquecido Trump. Es también el año del resurgimiento de una Unión Europea, que ha aprobado fondos sin precedentes para luchas contra las consecuencias económicas de la pandemia, financiados, en buena parte, con la emisión de deuda propia; que ha resuelto el Brexit con un acuerdo in extremis; que gracias a las políticas monetarias expansivas del Banco Central ha logrado mantener bajo mínimo el precio de la financiación de los enormes déficit a los que han tenido que acudir los Estados, y que está liderando la lucha contra el cambio climático y el cumplimiento de los acuerdos de París.
En España destaca la consolidación del gobierno de coalición en un año muy difícil, en el que ha tendido que declarar el Estado de Alarma durante gran parte del tiempo, pero que ha conseguido la aprobación, por amplia mayoría, de los Presupuestos Generales del Estado, tras desplegar una importante batería de medidas de protección social que han tenido en los ERTES y en el IMV sus más importantes manifestaciones, así como el avance en la cogobernanza entre el Estado central y las Comunidades Autónomas como método para gestionar la pandemia, demostrando en la práctica que las dinámicas federales son la alternativa frente al centralismo y al soberanismo. Y todo ello, a pesar de una destructiva oposición de derechas y de la crisis institucional causada por los escándalos de Juan Carlos I, que evidencian los peligros de los déficits democráticos que seguimos arrastrando.
En Andalucía sin embargo este año 2021 va a exigir mucho esfuerzo para cambiar la dinámica caracterizada, por un lado, por un gobierno derechista que se quiere consolidar con una imagen moderada cuando depende parlamentaria de VOX y en el BOJA escribe medidas neoliberales radicales y, por otro, por la debilidad de la oposición de izquierda (con un PSOE que no consigue renovarse y, sobre todo, con el proceso de autodestrucción de Adelante Andalucía), pero también por el inicio de la respuesta social ante las agresiones del gobierno de la derecha, que ha tenido en la huelga de Canal Sur un acontecimiento de primera magnitud.
Nos esperan unos meses muy duros durante los cuales la pandemia va a seguir siendo una dura realidad y donde se van a agudizar la crisis económica y social, pero en la segunda parte del año va a comenzar la recuperación que no puede ser una vuelta a lo de antes sino el comienzo de la construcción de una nueva realidad económica, social y ecológica.
El contexto político internacional, europeo y español es más favorable que antes de la pandemia, mientras que en Andalucía la correlación de fuerzas es más desfavorable, por eso tenemos un gran reto porque no podemos perder la oportunidad que las inversiones de los fondos europeos para la recuperación nos ofrece para modernizar nuestro sistema productivo con el objetivo de crear empleo digno y hacerlo más competitivo y más ecológico, superando la brechas de desigualdad externa (con las medias europeas y españolas) e interna (desigualdad social, de género y generacional).
(*) La imagen reproduce una obra de Juan Giralt (1940 – 2007)